dezembro 14, 2010

Protestas sociales y crisis partidaria

PICICA:  "Mire, si hacemos un análisis sobre tres mil elecciones en la historia de los sufragios modernos, quienes han construido poder ganaron cuatro de cada cinco elecciones. Es decir, un ochenta por ciento. ¿Por qué? Porque utilizan su fuerza, porque tienen muchos más recursos que les permiten ganar."
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Aumentar tamaño del texto Disminuir tamaño del texto Partir el texto en columnas Ver como pdf 14-12-2010

Entrevista al politólogo polaco Adam Przeworski
“Las grandes protestas sociales hoy se caracterizan por la ausencia de partidos”

Debate


Un Congreso que negocia, un pueblo que delega, un presidencialismo que delibera y pierde en el Parlamento sin que eso signifique el Apocalipsis. Aunque parecen retratos impensables para muchos, pronósticos dese-chados por la política local, para Adam Przeworski no son más que afirmaciones que describen el funcionamiento de la democracia. De visita en nuestro país para presentar su último libro, Qué esperar de la democracia (Siglo XXI), el politólogo polaco, actual docente e investigador en Estados Unidos, discute muchos de los mitos que se construyen en torno a la democracia y, sin ocultar su orientación liberal, se anima a cuestionar muchas de las máximas que hoy se intentan instalar sobre la naturaleza de la política.

Usted, en el libro, comienza hablando de las debilidades que sufren los sistemas democráticos, como cierta incapacidad por garantizar igualdad socioeconómica. ¿Está pensando en algún caso particular?
No, más bien pienso en los límites genéricos que encuentra el sistema en su mejor forma posible. Como por ejemplo, el hecho de que muchas veces la gente sienta que su participación no es efectiva. Lo cual creo que es inevitable, diría hasta intrínseco del sistema electoral y representativo. Otro punto es el equilibrio entre orden y libertad, que también es muy difícil de resolver. Ojo, esto no significa que todas las democracias sean iguales…

Bueno, usted plantea otro problema de las democracias que es el que la gente piense que votar es lo mismo que elegir y muchas veces no es así

Claro. Mire, si hacemos un análisis sobre tres mil elecciones en la historia de los sufragios modernos, quienes han construido poder ganaron cuatro de cada cinco elecciones. Es decir, un ochenta por ciento. ¿Por qué? Porque utilizan su fuerza, porque tienen muchos más recursos que les permiten ganar. Otra pregunta que surge es hasta qué punto podemos hablar de una elección cuando los partidos están muy cerca. Y en esto disiento con la mayoría. Realmente creo que aunque los partidos sean iguales, siempre una elección se ha hecho. 

Pero, ¿qué pasa cuando tenemos países, como el nuestro, con una crisis partidaria muy grande?

Pero ése no es sólo un problema en la Argentina o en América Latina. Se trata de un tema expandido en todo el mundo. Los partidos eran fuertes cuando tenían una relación cotidiana. Hay un ensayo de Daniel Bell que resume muy bien esto. Él habla sobre la socialdemocracia en la Alemania antes de la guerra, allí uno nacía en una familia socialdemócrata, iba a la escuela socialdemócrata, cantaba en el coro socialdemócrata. La política antes era eso, había una relación social. Durante los últimos treinta a cuarenta años la relación se “electoralizó”. Los partidos son entes que se animan sólo para elecciones, y eso tiene consecuencias muy graves porque padecen una debilidad en su identidad. No pueden movilizar y desmovilizar, no pueden actuar estratégicamente. Por eso, las grandes protestas sociales hoy se caracterizan por la ausencia de partidos porque, antes, éstos podían absorber demandas y protestas, mantenían cierta capacidad de negociación. Hoy no tienen esa capacidad estratégica de ser ellos los que dicen de salir a la calle o de la calle. Y por eso prevalece esta idea de que la protesta espontánea es buena.

Hay quienes plantean el problema como una crisis de ideologías.


No estoy de acuerdo. Creo que sólo en momentos excepcionales se puede hablar de diferencias nítidas entre partidos, y esto también lo pienso en términos ideológicos. Miremos el caso de los grandes partidos, en muchas ocasiones, vemos que no hay diferencias tan radicales en su discurso, sobre todo, si les interesa ganar. Por ejemplo, en la Europa que va del 45 al ochenta, todos proponían instrumentos keynesianos. Todos los partidos defendían el Estado de Bienestar, tanto socialdemócratas como demócratas cristianos. Después, vienen los tiempos del neoliberalismo, la hegemonía de las ideas de derecha. Y, ¿qué pasó? La socialdemocracia los siguió. Claro que hay momentos clave, donde una fuerza en el poder decide cambiar el rumbo, como Inglaterra y Estados Unidos entre el 79 y el 82. Pero no creo que la desideologización sea más avanzada hoy que antes.


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