PICICA: "[...] no hay ningún pueblo, ninguna comunidad que pueda aspirar
―afortunadamente para ellos― a ocupar inmutablemente esta posición del
“Otro” rechazado y maldito."
Los indios de Palestina
por Gilles Deleuze y Elias Sanbar
Gilles Deleuze. [...]
Los palestinos no están en la situación de otros pueblos colonizados,
sino que han sido evacuados, desterrados. Tú insistes, en el libro que
estás preparando [Palestine 1948, l’expulsion],
en la comparación con los pieles rojas. En el capitalismo se dan dos
movimientos muy diferentes. A veces se trata de mantener a un pueblo en
su territorio, hacerle trabajar, explotarlo para acumular un excedente:
lo que suele llamarse una colonia; otras veces se trata de lo contrario,
de vaciar un territorio de su pueblo para dar un salto adelante, aunque
tenga que importarse mano de obra del extranjero. La historia del
sionismo y de Israel, como la de América, tiene que ver con esto último:
¿cómo crear un vacío, cómo evacuar a un pueblo? [...]
Elias Sanbar. Somos
unos expulsados peculiares porque no nos han desplazado a tierra
extranjera sino hacia la prolongación de nuestro hogar. Se nos ha
desplazado a tierra árabe, donde no solamente nadie piensa en que nos
disolvamos sino que esta mera idea les parece una aberración. Me
refiero, en este punto, a la inmensa hipocresía de algunas afirmaciones
de Israel que reprochan al resto de los árabes el no habernos
“integrado”, cosa que en el lenguaje israelí significa “hecho
desaparecer”… Quienes nos han expulsado han comenzado súbitamente a
preocuparse por cierto racismo árabe contra nosotros. ¿Significa esto
que no debemos afrontar las contradicciones de ciertos países árabes?
Desde luego que no, pero estos enfrentamientos no procedían en absoluto
del hecho de que fuéramos árabes, eran casi inevitables porque éramos y
somos una revolución armada. Somos algo así como los pieles rojas de los
colonos judíos de Palestina. A sus ojos, nuestra única función
consistiría en desaparecer. En este sentido, es cierto que la historia
del establecimiento de Israel es una repetición del proceso que dio
lugar al nacimiento de los Estados Unidos de América. [...]
El
movimiento sionista no movilizó a la comunidad judía de Palestina en
torno a la idea de que los palestinos iban a marcharse en algún momento,
sino en torno a la idea de que el país estaba “vacío”. Desde luego,
hubo algunos que, al llegar, constataron lo contrario y así lo
escribieron. Pero el grueso de esta comunidad funcionaba teniendo en
frente a unas personas a quienes frecuentaba a diario físicamente, pero
como si no estuviesen allí. Esta ceguera no era física, nadie podía
engañarse en primera instancia, todo el mundo sabía que aquel pueblo
allí presente estaba “en trance de desaparición”, todo el mundo se daba
cuenta también de que, para que esa desaparición pudiera llevarse a
cabo, hacía falta funcionar desde el principio como si ya hubiese
ocurrido, es decir, “no viendo” nunca la existencia de los otros, que
sin embargo estaban más que presentes. Para tener éxito, el vaciamiento
del territorio debía partir de una aniquilación “del otro” en la propia
mente de los colonos.
Para
alcanzar ese resultado, el movimiento sionista apostó fuerte a una
visión racista que hacía del judaísmo la base misma de la expulsión, del
rechazo del otro. Recibió una ayuda decisiva de las persecuciones
europeas que, emprendidas por otros racistas, le permitían encontrar una
confirmación de su propio enfoque.
Creemos,
además, que el sionismo ha aprisionado a los judíos y los mantiene
cautivos de esta visión que acabo de describir. Digo intencionadamente
que les mantiene cautivos y no que les ha mantenido cautivos en cierto
momento. Digo esto porque, pasado el holocausto, su punto de vista ha
evolucionado y se ha convertido en un seudoprincipio “eterno” que exige
que los judíos sean en todo lugar y en todo tiempo el Otro de las
sociedades en que viven.
Ahora
bien, no hay ningún pueblo, ninguna comunidad que pueda aspirar
―afortunadamente para ellos― a ocupar inmutablemente esta posición del
“Otro” rechazado y maldito.
Hoy
día, el Otro del Oriente Próximo es el árabe, el palestino. Y es a este
Otro constantemente amenazado con desaparecer al que las potencias
occidentales, derrochando hipocresía y cinismo, piden garantías. Por el
contrario, somos nosotros quienes necesitamos garantías contra la locura
de las autoridades militares israelíes. [...]
—————
(Fragmento
de una conversación entre el filósofo francés Gilles Deleuze y el
historiador palestino (y traductor de Mahmud Darwix al francés) Elias
Sanbar. Se publicó en el diario Libération el 8-9 de mayo de 1982)Fonte: Lobo Suelto
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