outubro 09, 2007

La utopía convoca a Santa Clara

Ernesto "Che" Guevara
La utopía convoca a Santa Clara
Joel Mayor Lorán y Jorge Luis González

Una estrella de luz permanece encendida sobre el nicho del Che. No hacen falta explicaciones para algo tan bello. Aquellas cinco puntas que nunca usó sobre las charreteras, sino solo en la boina, persisten en alumbrar su andar eterno. Y de todo el planeta acude gente con utopías, a buscar la ruta o cargarse de bríos.

Por la sonrisa de ellos aún anda el Che con su adarga al brazo.

De la propia Villa Clara también llegan al Conjunto Escultórico; porque hace rato le colocaron en el corazón y se apropiaron del guerrillero. Guevara continúa siendo cubano, argentino, de América y del mundo; la provincia central no pretende quedárselo, sino compartir su lucha y anhelos, la invitación perenne a ir en pos del futuro.

Les asisten infinitas razones: la Batalla de Santa Clara sentenció el triunfo de la Revolución, e impulsó al dictador a huir. En esa ciudad logró la hazaña de vencer el último gran obstáculo que colocó el enemigo en su paso hacia La Habana. Comandante y estratega, con su Columna 8, digamos que en ella se consagró maestro de la libertad.

Ya la provincia le cuenta entre sus habitantes, a cada instante animándoles.

El tren descarrilado y el ejército rendido en días avivaron la admiración de quienes casi no esperaron al final del combate para ver al jefe rebelde. Entonces, nacía apenas el gran amor de las personas de esta tierra por el héroe.

Pero la historia llegó aún más lejos, pues el plan de industrialización del país y particularmente de la provincia, que estaba muy atrasada, atrajo a quien fue luego Ministro de Industrias a inaugurar diversas obras o impulsar su construcción. Una y otra vez visitó las fábricas y conversó con los obreros. También en Santa Clara conoció a Aleida March, la madre de cuatro de sus hijos.

De todo el planeta acude gente con utopías, a buscar la ruta o cargarse de bríos.

Esos serían los motivos de quienes le recuerdan de entonces. Los jóvenes de hoy tienen otros. La Plaza de la Revolución lleva su nombre. De pequeños se han detenido frente al tren blindado, la escultura realizada por Delarra, los restos mortales o la escultura del Guerrillero Heroico con un niño en brazos.

Ya la provincia le cuenta entre sus habitantes, le ve a cada instante animándoles. Cuentan que ha influido en convertirla en la de resultados más estables en la emulación por la sede del 26 de Julio. Lo cierto es que el empeño ha dado frutos y hasta les inspiró a izar la bandera cubana en lo alto de una palma, no un día sino cada mañana frente a la sede del Partido, e igual en otros municipios.

Por eso cuando llegaron los restos del Che, en 1997, la concentración de pueblo que acudió a verle dejó los libros sin números ante el colosal desfile* y el lugar sin sonidos: un silencio invadió el aire.

Ahora los huesos del luchador incansable están celosamente guardados en el Conjunto Escultórico. Plaza, Museo y Memorial internacionalizan su figura, como dice Veneranda Fe García, la directora. Numerosas fotos, objetos personales, ideas y hechos.

Tampoco nadie más que su legado convoca a quienes lo visitan, más de dos millones en estos 10 años, y una cifra superior a los 800 cada día. Vienen tras esa fe inmensa en el hombre, del joven asmático que intentó vencer cuatro veces la altura del Popocatépetl y la respiración le impidió llegar arriba* pero cada vez superaba la marca anterior, y al final se elevó hasta la cumbre más alta de la dimensión humana.

Maricel Fleites nos revela anécdotas de los visitantes al Monumento: la mamá que cruza los mares con el niño para que pueda besar al Che, el comunista español de 97 años que no quiso morir sin hablarle en presente, otro que los llamó Universidad Guevariana del Mundo. Vienen de todas partes, a aprender, a confirmar, a hinchar las velas.

El catalán José Companya ha tenido que contenerse. Ha leído mucho del Che, pero ahora la historia le queda a unos pasos. Como a él, a la pareja inglesa de Dale Brook y Clare Jennings les ha maravillado el museo. Al alemán Jorge Schreiber y a la argentina Natalia Verón les sucedió otro tanto. El memorial dejó tristes a ambos.

En cambio, para Lisleidy Pereira y Yoandry Rodríguez no es la primera ocasión. Viven en Villa Clara y les gusta volver una y otra vez. Acuden a reencontrarse con el Che y la historia. Otra explicación no atravesaría tan fácil la garganta.

Igualmente, al Comandante le fueron difíciles las despedidas. En 1959, al marchar de Santa Clara a cumplir otras tareas, dejó una carta en la cual llamó a este "un lugar querido", e invitó a "mantener el mismo espíritu revolucionario para que en la gigantesca tarea de la reconstrucción también sea Las Villas vanguardia y puntal de la Revolución".

Sobran motivos para apropiarse de este soldado de América, tanto a los especialistas del monumento que divulgan su pensamiento y obra, propician intercambios y acogen círculos de interés, como al pueblo que sigue haciendo suyo al héroe, a Villa Clara* y a quienes ahora más que nunca creen en las utopías de antaño.

FIN

2 comentários:

Taísa Serpa disse...

vi seu nome vinculado a um evento de saude mental.... gostaria de saber se vc tem informações sobre o encontro nacional de saude mental desse ano, a realizar-se em bauru em dezembro???

aguardo.
valeu

PICICA disse...

Ainda não disponho de informações. Assim que as tiver publicarei. Obrigado pelo comentário.