PICICA: "Todo comenzó cuando la joven Dafi Leef, de 25 años, se quedó sin vivienda, y decidió iniciar una protesta. Por internet logró convocar en su apoyo a más de un centenar de jóvenes y se instaló vivir en un carpa en centro de Tel Aviv." En tiempo: PICICA recomienda la lectura de "Disturbios e hipocresía en Gran Bretaña" y "¿Palestina también?".
Los vientos que soplan en Medio Oriente y Europa hacen surgir un movimiento inédito
Los “indignados” en Israel
Con toda razón, el Estado de Israel es considerado uno de los páises más reaccionarios del mundo. Por eso, el estallido de un movimiento masivo de jóvenes “indignados”, que toma los ejemplos de las rebeliones de Medio Oriente y de la juventud de Estado español es doblemente notable.
Como el estallido de Tottemham y los barrios ingleses, todo comenzó con un incidente que en condiciones “normales” habría pasado desapercibido. En este caso no fue un crimen policial sino un hecho menor aun. ¡Pero esta visto que la situación del mundo ha dejado de ser “normal”! ¡En mucho países, el aire está cargado de electricidad!
Todo comenzó cuando la joven Dafi Leef, de 25 años, se quedó sin vivienda, y decidió iniciar una protesta. Por internet logró convocar en su apoyo a más de un centenar de jóvenes y se instaló vivir en un carpa en centro de Tel Aviv.
Semanas después, este movimiento ha generado las movilizaciones populares más grandes de la historia de Israel, en la que participan ciudadanos judíos pero también palestinos. Las protestas del sábado pasado en Tel Aviv y otras once ciudades reunieron a 700.000 personas. Un corresponsal describe así la última movilización y los reclamos de este movimiento que se ha dado el nombre de “Justicia Social”:
“«Queremos justicia social», era una de las consignas coreadas en esta ciudad [Tel Aviv]. «De la socialdemocracia al capitalismo salvaje», decía otra sostenida por jóvenes estudiantes y profesionales, los más golpeados por la crisis.
“Hasta ahora la mayoría de los «indignados» fueron universitarios y técnicos de clase media que, por ejemplo, no pueden adquirir una vivienda porque los precios se dispararon. Por eso, ayer, el objetivo de los organizadores fue diversificar el movimiento y movilizar a los sectores más desfavorecidos de la población, para no aparecer como una «protesta burguesa».[1]
El detonante inmediato del movimiento ha sido efectivamente el problema de la vivienda. Sólo los más ricos están en condiciones de comprar y/o alquilar algo. Los precios son astronómicos. Un modesto apartamento es más caro en Tell Aviv que una mansión en barrios de lujo de París o Nueva York.
Pero lo de la vivienda es sólo el punto más sensible de una polarización social escandalosa que se ha hecho más brutal con la crisis. ¡El 30% de la riqueza nacional está en manos de una oligarquía de 10 familias![2]
Naturalmente, las consecuencias de esta polarización social se agravan con la crisis. Mientras los precios suben, los salarios bajan o están congelados y el desempleo se extiende (aunque no todavía en la medida de EEUU o Europa). Por eso, los reclamos se han propagado desde la cuestión de la vivienda a los precios de los alimentos, la salud y la educación. El estallido de los “indignados” estuvo además precedido por huelgas de médicos y otros sectores de trabajadores, algo que tampoco es común en Israel.
Todo esto ha generado una inesperada crisis política al gobierno de ultraderecha encabezado por Netanyahu. La amplitud del movimiento, que cuenta con el apoyo masivo de la juventud y de amplios sectores de la población, le impide contestar a palos los reclamos. Entonces, ha puesto en marcha las clásicas tácticas dilatorias de todos los gobiernos: nombramiento de funcionarios y creación de comisiones para “estudiar” y “analizar” los problemas y “dialogar” con los manifestantes... Pero ya ha advertido: "Escucharemos a todos, pero no podremos satisfacer a todos".[3]
Netanyahu espera que con el tiempo la gente se canse y el movimiento se enfríe... Pero esto puede ser un boomerang de resultados opuestos: que el descontento y la furia crezcan por falta de sosluciones, y el movimiento se radicalice...
“Un pueblo no puede ser libre al mismo tiempo que continúa
oprimiendo otras naciones”
oprimiendo otras naciones”
Este concepto de Engels,[4] resume la encrucijada en que están los “indignados” de Israel y su movimiento de “Justicia Social”. ¡En esa situación, no se puede ser libre... ni mucho menos lograr “justicia social”!
Es que el Estado de Israel es un enclave colonial, constituido mediante el desplazamiento y “limpieza étnica” de la población palestina, con un régimen político de apartheid racista similar al que imperó en Sudáfrica hasta los ‘90. Íntimamente ligado a Estados Unidos desde la década de 1960 –al punto que se lo ha definido como el “estado Nº 51 de EEUU”–, Israel ha operado como el matón del imperialismo yanqui en Medio Oriente.
Las injusticias sociales de las que con toda razón se quejan los “indignados” de Israel, son el inevitable subproducto de esto.
Es verdad que, inicialmente, en Israel se cultivó un discurso “igualitario” y hasta (supuestamente) “socialista”. Pero esa fue la demagogia necesaria para satisfacer a las masas desesperadas de inmigrantes, en gran parte sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial, y que venían además con una tradición ideológica de izquierda.
Pero en la medida en que se fue avanzado en esa operación colonial, las ideologías se adecuaron a la realidad. Y también desaparecieron las concesiones al “igualitarismo”. Momentos fundamentales en ese curso fueron la ocupación militar del resto de Palestina en 1967 y el vuelco al neoliberalismo salvaje y las privatizaciones que con Menachem Beguin se insinúa incluso antes que con Reagan en EEUU.
Las protestas sociales han sido acalladas durante décadas por la misma situación colonial de Israel: el chantaje de la “unidad nacional” para el enfrentamiento con los palestinos y demás pueblos árabes, ha permitido un crecimiento de la desigualdad a escala “tercermundista”, donde un puñado de familias y corporaciones son los dueños de Israel.
Estas desigualdades son el resultado concreto y directo del carácter del Estado de Israel como enclave colonial opresor de los palestinos, enfrentado a los pueblos árabes y sucursal de EEUU en Medio Oriente. Así, el 20% del presupuesto se esfuma en gastos militares. Otra parte substancial va a los colonos de Cisjordania, que son apenas el 4% de la población. A ellos sí se les construyen viviendas, que se les niegan a los que no quieren intervenir directamente en esa operación de “limpieza étnica”. Otras sumas millonarias, se dedican a subvencionar a los sectores religiosos ultra-ortodoxos, que en su mayoría no trabajan ni pagan impuestos, pero que son imprescindibles para sostener el clima de odio, fanatismo y oscurantismo que caracteriza las empresas coloniales.
Para hacer frente a todo esto, el común de la población paga tasas de impuestos fenomenales, que fuguran entre las más altas del mundo.
Como decíamos, el chantaje del enfrentamiento a los árabes logró mantener esto taponado durante largo tiempo. Ahora aparecen las lógicas fracturas sociales. Por un lado, esto se debe la crisis. También, por otro lado, la influencia de la “Primavera Árabe” se ha manifestado expresamente en la eclosión de “Justicia Social”. A esto se suma que el “Gran Hermano” de Washington, que antes daba el ejemplo y marcaba el rumbo, está de capa caída.
Pero el gran movimiento Justicia Social se enfrenta objetivamente a la exigencia de definiciones programáticas. Cuestiona al “neoliberalismo” en general, a los gastos militares y en apoyo a los colonos de Cisjordania, a los religiosos, etc., etc., y en el movimiento además participan palestinos con ciudadanía israelí. Pero hasta ahora no se menciona a la “madre del borrego”: el carácter mismo de Israel y de su empresa colonial.
Como han dicho, demasiado tímidamente, algunos de sus participantes de “izquierda”, ahora hay que “definir el significado de Justicia Social”.[4]
Este hecho ha motivado que algunos –en Europa y en otras latitudes– asuman una posición sectaria y ultimatista frente al movimiento de “indignados” de Israel. Lo desestiman desde el inicio.
Opinamos que esto es muy equivocado. La mera aparición de este movimiento expresa, y su vez dinamiza, una grieta político-social sin precedentes en ese bloque sobre el que se ha apoyado durante décadas la colonización de Palestina. Esto ya es inmensamente progresivo. Ha comenzado un “deshielo” en una sociedad y en un estado que están entre los mas reaccionarios del planeta.
Claudio Testa
Notas:
1.- “Los «indignados» de Israel reclaman más justicia social”, por Shlomo Slutzky, desde Tel Aviv, Clarín, 13/08/11.
2.- “Una queja nacional que expresa la crisis del estado de bienestar”, por Shlomo Slutzky, desde Tel Aviv, Clarín, 13/08/11.
3.- Frederick Engels, “On Poland”, Deutsche-Brüsseler-Zeitung, December 9, 1847, en Marx-Engels Internet Archive.
4.- “Ahora los manifestantes israelíes deben definir el significado de Justicia Social”, por Mikaela Levin, Centro de Información Alternativa (AIC), Jerusalén, 08/08/11.
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