PICICA: "Pero la rebelión manifiesta también la potencia de su
accionar de vida, su capacidad y poder de movilización y de expresión Revela lo
que puede un cuerpo cuando se superan determinados límites. La capacidad para
sobrepasar el control del poder que intenta colarse tras los planes sociales.
Indicativa también de la construcción de un poder común capaz de extenderse
geográficamente sin previa organización, escapando al espacio político. Capaz
igualmente de utilizar métodos comunes, que les posibilita, al menos, el poder
reemplazar, aunque de manera efímera, aquella vida de la ñata contra el
vidrio. Esto es, el poder acceder a los objetos de consumo que, de manera
casi indecente, proliferan en los escaparates de fin de año. Es igualmente
reveladora de la voluntad de los ni ni de hacer valer su
propia existencia como vida social y política, como bios y no como zoe,
es decir como simple animalidad, fenómeno que se produce cuando el bios
se encuentra frente a problemas que hacen a la propia superviviencia, como el
derecho a la alimentación. Lo que se ha manifestado en la rebelión es la
voluntad indelegable de tomar la propia palabra, voluntad de devenir sujeto,
sin mediaciones de su propia historia, y no solo objeto del discurso y de
prácticas de otros. Nos encontramos frente a una potencia de subjetivación a
partir de una dimensión del común, ligado al propio territorio y a las
condiciones materiales, políticas y sociales de existencia que este último
proyecta, que ha permitido por primera vez comprender que se trata de un sujeto
colectivo nuevo, agenciamiento de singularidades tras la invención de un nosotros
producido por un contexto de lucha."
Argentina y la rebelión de los “ni ni”
Cesar Altamira (Arg.)
"Las pérdidas son cuantiosas" dice un
comunicado de la CAME (Confederación Argentina de la Mediana Empresa): "en
40 de las ciudades afectadas, hubo 292 comercios saqueados con pérdidas
estimadas en 26,5 millones de pesos" (unos seis millones de dólares al
cambio oficial). "Pero la cantidad de comercios afectados superaría los
500 cuando se agregan locales comerciales que, si bien no fueron saqueados,
quedaron expuestos a roturas de vidrios y otro tipo de daños significativos",
añadió. Tal es el saldo de dos días de asaltos a supermercados y pequeños
comercios de comestibles, en especial los supermercados chinos. Dos días de una
furia impensable en ciudades del pais. Desde Bariloche hasta la provincia del
Chaco, pasando por Rosario y Gobernador Gálvez de la Provincia de Santa Fé;
Neuquén y Viedma (ciudades del sur del país); la ciudad de Campana distante
unos 70 km de la Capital Federal e importantes ciudades del conurbano
bonaerense, San Fernando, Tigre, La Matanza, Jose C. Paz, San Martín, Malvinas,
La Plata etc. Agitados días pre navideños fuera de agenda para cualquier
analista político, la oposición y, más aún, para el gobierno. Éste, ante la
contingencia respondió con desatino: desde responsabilizar a los dirigentes de
la CGT opositora, el camionero Moyano, la CTA, igualmente opositora, Micheli,
así como al gastronómico Barrionuevo, ex-menemista, quienes habían realizado
una concentración días antes en la Plaza de Mayo tras reclamos por demandas
incumplidas; hasta buscar en los narcotraficantes que proliferan en las
barriadas pobres de las ciudades a los autores y principales instigadores
materiales. Cualquier opositor fue tildado de responsable: "No hay que
ser ingenuos, hay sectores que están intentando generar caos y zozobra en la
Argentina, con el objetivo de frenar la paz social", declaró el Jefe
de Gabinete Abal Medina agregando que "el conjunto de los
argentinos" saben que"son hechos aislados, organizados y
estructurados, que no se llevaban comida, sino LCDs", las palmas de
los desatinos.El viernes por la noche haciendo zapping con el televisor era
posible leer en los cinco canales pro gobierno, algunos oficiales y otros
recientemente adquiridos por amigos del poder (más allá de la cacareada
“democratización de la palabra” que conlleva la ley de medios):“Robos y saqueos
organizados”.(resaltado nuestro)
¿Dónde rastrear esta explosión de los pobres? ¿Cómo dar
cuenta del estallido luego de casi 10 años de un fuerte crecimiento económico
que disminuyó la pobreza y la desocupación acompañado por planes sociales que
buscaron mitigar la precariedad laboral y la ausencia de trabajo? ¿Acaso las políticas de inclusión social
con sus planes no eran consideradas exitosas, ya por el gobierno, ya por la
propia oposición, quien solo las cuestionaba debido a su carácter de supuesto
clientelar? ¿Acaso alguien podía proyectar que un estallido de este tipo era
posible en el verano del 2012, cuando toda la sociedad se preparaba para las
fiestas? Es la previsibilidad la que estalla, mientras la contingencia se adueña, cuando no, una vez
más, del horizonte político.
Hoy es manifiesto que un malestar profundo se gestaba
entre los sectores más marginales. No fueron
pocos los referentes de las organizaciones sociales, aquellos que van y
vienen todos los días chapoteando la miseria y la pobreza extrema en el
conurbano, que habían advertido que los bolsones de comida, que integran
algunos de los planes sociales se habían reducido en los últimos meses en
cantidad y en calidad, al tiempo que las demandas de sus beneficiarios
aumentaban al ritmo de una inflación que en el último año alcanzó al 25 %. Ante
un déficit fiscal en aumento, el gobierno no sólo trasladó durante el año a las
provincias el ajuste social, sino que, paralelamente, comenzó a administrar los
planes sociales en cuenta gotas favoreciendo a los intendentes “amigos” y
relegando a los no kirchneristas. Basta observar que los principales saqueos no
se produjeron en los lugares más vulnerables como Florencio Varela, Quilmes o
Berazategui en el sur bonaerense, sino en la zona norte del Gran Buenos Aires,
relativamente más “rica” que éstos otros. Los comedores populares, que algunas
de esas organizaciones sostienen, habían tenido que limitar su actividad a tres
días a la semana, ante la disminución de los bolsones de comida.”Hay bronca,
una bronca que el año pasado a estas alturas no se manifestaba” dicen estos
referentes. Un año antes se afirmaba que “el Gobierno algo está haciendo”;
“en estos días la situación ha cambiado considerablemente”. Los datos son
elocuentes: los planes sociales se congelaron, salvo los ligados al Plan
Argentina Trabaja que lograron un aumento que los llevó a 1.750 pesos. La
canasta básica alimentaria, aquella necesaria para no ser considerado pobre,
está calculada aproximadamente a 3900
pesos. Todo una manifestación de las carencias estructurales, más aún, cuando
quienes perciben los planes no disponen de aguinaldo y vacaciones. Sumas todas
que no alcanzan el calificativo de salario. Aunque, debemos agregar, no se trata solamente de revelar que los planes sociales son
insuficientes, o que han perdido valor, y que ya no sirven como contención de
los excluidos. Hay una nueva pobreza asalariada que ha vuelto a los barrios
precarios porque no puede sostener los standards que alcanzaron con el empleo
formal. Aunque ahora los bajos salarios precarizados compiten con las ganancias
del que merca (deal) en el barrio. Se calcula que la pobreza alcanza
hacia fin de 2012 al 24 % de la población.
Llamó la atención que quienes participaron muy
decididamente en la rebelión fueran jóvenes adolescentes, muchos de ellos, los de
18 a 20 años, tenían solo cinco años cuando el inicio del kirchnerismo. Los
saqueos son el espejo de la desintegración, de la explosión de los más jóvenes
y pobres sin futuro, de su resentimiento y frustración; de la dificultad para
sostener la mesa familiar en la estructura de la sociedad; del odio a la
policía y a los “cobanis”. Se trata de una juventud que carece de
oportunidades de empleo, atravesada por la droga y cuya indigencia y exclusión
ha crecido casi sin límites en esta década. Sin duda que a este resultado se
llegó luego de un largo proceso que comenzó durante el menemato, en la última
década del siglo pasado, y que se ha mantenido a contrapelo del proclamado
“modelo de inclusión social”. El kirchnerismo no es responsable de su
surgimiento pero sí de su permanencia y crecimiento. Juventud que testimonia la
pérdida de lectura crítica y la postración ante el poder de los intelectuales
kirchneristas nucleados en Carta Abierta, ausentes por lo demás en estos días,
amparados casi hasta el hastío en aquella repetitiva declamación de que “queda
mucho por hacer” o en aquella otra “hemos avanzado y sabemos que no es
todo, pero debemos mantener el rumbo asentado en este modelo de inclusión
social, mientras se muestran incapaces de generar una lectura diferente.
Lo que ha funcionado en estos días a nivel del discurso
del poder, llámese gobierno, medios u oposición ha sido el rechazo a otorgar
todo valor político a lo sucedido, más
allá de las exculpaciones del gobierno. Como la sublevación no comparte ni
habla el lenguaje de la representación política, entonces, o bien carece de
habla y se aparece como incapaz de expresión política, o bien es estigmatizada
como cruel y violenta a la que se debe responder mejorando los dispositivos de
seguridad.
Se trata de un análisis que a
menudo condena a quienes habitan las barriadas tras una naturalización de su
“improductividad”. O bien se asocia dicha esterilidad a la vagancia natural, a
la fácil elección, responsable, no sólo de la fractura social del desempleo y
de la degradación de las condiciones de existencia, sino, y lo que es más
brutal, interiorizada como una patología que se manifiesta bajo la forma de
violencia destructiva a la que hay que temer. Se trata de una ineficacia
productiva que en estos días funciona como un poderoso mecanismo de control
sobre estas poblaciones, diferente al mecanismo de disciplinamiento, propio de
épocas fordistas, cuando las barriadas conformaban el reservorio de la fuerza
de trabajo para las ciudades vecinas. En épocas postfordistas la demanda de
mano de obra no calificada ha disminuido de manera drástica. El tránsito al
postfordismo podría haber sido utilizado como ocasión para transformación de la
barriada. El cierre de las fábricas no puede ser interpretado como el fin del
trabajo. En realidad lo que ha cambiado es la naturaleza del trabajo que tiene
hoy exigencias diferentes. La modalidad de trabajo que se expande es la del
cuidado personal, cuidado de niños y de ancianos, así como aquella relacionada
a la de los cajeros y repositores de supermercados, de distribuidores de los
fast food, de servicios de vigilancia nocturna, incluso a la de los propios
trabajadores intermitentes del espectáculo en la vía pública. Y el tránsito de
una modalidad de trabajo a otra en estos espacios urbanos podría haberse
integrado al nuevo tipo de empleo, a las nuevas condiciones de valorización, a
condición que se les hubiera otorgado saberes y formación. Es en este punto
donde se observa la ausencia del estado y de las políticas públicas tendientes
a la formación, enseñanza y a la recalificación de la fuerza de trabajo para
adaptarla a los nuevos tiempos.
Los análisis oficiales y de la
oposición, incluso los de las propias organizaciones sociales llamadas de
izquierda nos reenvían a un tipo de trabajo ya superado (fordista) mientras
proliferan a nivel social los nuevos trabajos de tipo comunicativo, afectivo,
relacional, cooperativo y en red. En las
barriadas el desempleo de los jóvenes alcanza tasas que bordean el 30% mientras
que el empleo aparece como regalo del pasado del que gozaban sus padres. Sin
ninguna mención a las nuevas modalidades de trabajo se condena a los jóvenes de
antemano por encontrarse incapacitados para desarrollar una tarea que hoy ya no
existe.
Hay cerca de 900.000 jóvenes, entre 18 y 25 años,
llamados los “ni ni”: es
decir que ni trabajan ni estudian, casi un 20 % de la población
juvenil de los hogares de menores ingresos. Personas que en la vida diaria no
son tomadas en cuenta ni por los medios, ni por la llamada “opinión pública”,
que salieron de sus “villas” o barrios e irrumpieron en “lo público”. Todos
conocían de su existencia; también están en las estadísticas y los políticos
hablan de sus necesidades. Pero otra percepción se produce cuando se asumen
como sujetos e irrumpen en “la política”, saliendo de cualquier posible
control clientelar expresándose en acontecimientos colectivos y públicos. Son
aquellos jóvenes que, cansados de buscar trabajo o de ser sometidos a trabajos
indignos, ocupan las esquinas de las barriadas, tomando alcohol o consumiendo paco, aquella droga de la más baja
estofa que termina quemándoles la vida. Jóvenes que necesitan del consumo de
las zapatillas y de los celulares para poder presentarse en sociedad. Jóvenes que
encuentran su futuro en una maternidad temprana. Las estadísticas revelan que
el 30 % de las madres son menores de edad y buscan en Los Planes de Ayuda
Familiar o en los 340 pesos mensuales de la Asignación Universal por Hijo la
dignidad perdida.
Esta rebelión de los “ni ni” condiciona y molesta a los poderes reales,
sobre todo porque aparece a la luz lo que permanecía oculto y nos recuerda a
todos la “miseria”, la opresión y la indigencia; al semejante que padece y
sufre. Frente a la incitación al consumo por los avisos con liquidaciones
navideñas del 30% que bombardeaban las cabezas de muchos desamparados,
atrapados por el clima de la época, se llevaron las mercaderías con rebajas del
100%. Resulta cuando menos curioso que un gobierno que ha identificado el
bienestar social con una fiesta de consumo quede ciego ante esta lógica.
Pero la rebelión manifiesta también la potencia de su
accionar de vida, su capacidad y poder de movilización y de expresión Revela lo
que puede un cuerpo cuando se superan determinados límites. La capacidad para
sobrepasar el control del poder que intenta colarse tras los planes sociales.
Indicativa también de la construcción de un poder común capaz de extenderse
geográficamente sin previa organización, escapando al espacio político. Capaz
igualmente de utilizar métodos comunes, que les posibilita, al menos, el poder
reemplazar, aunque de manera efímera, aquella vida de la ñata contra el
vidrio. Esto es, el poder acceder a los objetos de consumo que, de manera
casi indecente, proliferan en los escaparates de fin de año. Es igualmente
reveladora de la voluntad de los ni ni de hacer valer su
propia existencia como vida social y política, como bios y no como zoe,
es decir como simple animalidad, fenómeno que se produce cuando el bios
se encuentra frente a problemas que hacen a la propia superviviencia, como el
derecho a la alimentación. Lo que se ha manifestado en la rebelión es la
voluntad indelegable de tomar la propia palabra, voluntad de devenir sujeto,
sin mediaciones de su propia historia, y no solo objeto del discurso y de
prácticas de otros. Nos encontramos frente a una potencia de subjetivación a
partir de una dimensión del común, ligado al propio territorio y a las
condiciones materiales, políticas y sociales de existencia que este último
proyecta, que ha permitido por primera vez comprender que se trata de un sujeto
colectivo nuevo, agenciamiento de singularidades tras la invención de un nosotros
producido por un contexto de lucha.
En las barriadas hay déficit de vivienda, de transporte,
de agua potable. Si los pueblos indígenas andinos acuñaron la categoría del Buen
vivir, las barriadas del conurbano y de las grandes metrópolis
argentinas son testigos del Mal vivir. Es decir del hacinamiento
en la vivienda que potencia y posibilita todo tipo de relación incestuosa; de
la existencia de trabajos absolutamente precarios tanto salarialmente, como por
sus condiciones de trabajo. A esta situación se agrega el déficit de un
transporte que reproduce el hacinamiento como espejo de la vivienda. Basta
recordar el accidente ferroviario de la Estación Once en febrero de este año y
su secuela de muertos para calificar al transporte de estas zonas.
Las metáforas tienen un efecto tranquilizador. La
expresión "marginalidad", o la misma idea de "conurbano",
crea la ilusión de que estas redes operan en un exterior social y geográfico.
Sin embargo, están integradas al "centro", a las metrópolis con
conexiones muy visibles. Son quienes venden los nuevos servicios urbanos, los
limpia vidrios de las esquinas de las grandes ciudades, quienes aún siguen
cartoneando, llevando, y contribuyendo a la limpieza de las grandes urbes, el
packing de los electrodomésticos y TV de 40 pulgadas. Son quienes brindan su
servicio para un mejor estacionamiento vehicular en las calles de los grandes
centros urbanos.
Si el 19-20D en el 2001 fue la culminación de un ciclo de
luchas que terminó con la década neoliberal iniciada por el gobierno peronista
de Menem, las últimas explosiones sociales han transparentado las limitaciones
y el fracaso de una política que, con rasgos neokeynesianos, impulsara otro
gobierno peronista en estos últimos diez años. La ilusoria apuesta kirchnerista
a la recuperación de políticas del pasado pre-globalización, como la
sustitución de importaciones y el impulso al consumo, éste último emulando la
lógica virtuosa del fordismo, ya no alcanzan los resultados esperados. En
tiempos de capitalismo cognitivo la producción ha trascendido las fronteras
fabriles, el trabajo se ha vuelto más inmaterial, comunicativo, producido en
red, social, lingüístico y afectivo. Sólo a partir de reconocer esa nueva
productividad social asentada en este nuevo tipo de trabajo en las barriadas
será posible una remuneración que
permita ciudadanizar a los ni ni
y reconocerles calidad de sujeto político en esta sociedad.
Fonte: UniNomade-LA
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