PICICA: "“Tengo 62 años y es la primera vez en mi vida que vivo algo así. Estaba en casa a punto de ver el partido y me he dicho a mí mismo: tengo que estar en la Plaza”(...)" Em tempo: Cuidem-se, cartolas do Brasil! / Para su lectura: "De la indignación a la revolución" y "Pan, trabajo y libertad", uma demanda con más vigencia que nunca.
El azul, el grana y el blanco
Los acampados de Plaza Cataluña han superado con éxito su tercer desafío. Si la semana pasada se enfrentaban a la posibilidad de ser desalojados después de que la Junta Electoral declarara ilegales las acampadas en todo el Estado, esta semana han tenido que lidiar con dos aspectos mucho más vehementes que el sosiego que se respira entre paredes institucionales: la injustificable carga de los Mossos de Esquadra del viernes y la celebración de miles de culés a escasos metros de la Plaza de ayer.
Con los golpes recibidos el viernes todavía en el cuerpo de algunos y en la mente de todos, el sábado a las 18:00 de la tarde empezó la treceava Asamblea en Plaza Cataluña en la que se decidía qué hacer ante un posible triunfo del Fútbol Club Barcelona y, por tanto, la llegada de miles de aficionados dispuestos a celebrarlo. Hacía días que el orden del día no era escuchado por tantas personas.
Delante de miles de oyentes habla Sebas quien, igual que algunos de sus compañeros, el día anterior conoció las técnicas de limpieza más insólitas empleadas en la ciudad condal hasta la fecha. Haciendo suya la máxima del algodón no engaña, los Mossos de Esquadra no solo le limpiaron a él, si no también a la silla de ruedas sobre la que se encuentra.
“La lucha es contra la sociedad de banqueros violadores, no contra el Fútbol Club Barcelona, los ultras o los polis. No olvidemos: nuestra lucha es construir una sociedad nueva en la que quepamos todos, incluido yo” dice ante una Asamblea que por primera vez desde que empezó la acampada, se levanta para aplaudir al orador. A Sebas no han conseguido dejarle fuera de juego.
Después de que el único detenido por los acontecimientos del viernes tome la palabra y cuente su experiencia, llega el momento más esperado: decidir qué hacer. Tres son las opciones: quedarse en la Plaza, desplazarse a otros puntos de la ciudad y para volver domingo y, por último, que solo uno grupo de representantes aguarde en la Plaza hasta que pase la euforia futbolista.
Una vez presentados los argumentos, los tres minutos de reflexión pertinentes. El moderador apenas lo ha anunciado, aparece un helicóptero de los Mossos de Esquadra que, a menos altura de lo que suele ser habitual, empieza a sobrevolar la Plaza. Llega la hora de votar. Recuento de votos: los acampados se quedan en la Plaza. Faltan tres minutos para que empiece el partido. El helicóptero se va.
Los bares de la ciudad hace horas que están llenos de aficionados a la expectativa de una cuarta copa europea. Atienden en tensión cada movimiento de los jugadores azulgrana como los acampados aguardarán en unas horas la reacción de los aficionados y los Mossos de Esquadra. Tras decidir quedarse, la fiesta se instala en la Plaza y hombres y mujeres de todas las edades empiezan a bailar a ritmo de tambores y cacerolas. “Tengo 62 años y es la primera vez en mi vida que vivo algo así. Estaba en casa a punto de ver el partido y me he dicho a mí mismo: tengo que estar en la Plaza”, cuenta emocionado un hombre que sigue el ritmo a la perfección.
A pocos minutos de que Leo Messi marque el segundo gol del partido, todas las calles colindantes a Plaza Cataluña están cortadas por furgones de los Mossos de Esquadra. En algunos puntos se revisan mochilas. Dentro del cerco la Plaza, donde es la hora de cenar.
El Barça gana y el centro de la ciudad se llena de camisetas azulgrana, petardos y bengalas que van disminuyendo a medida que avanza la noche y aumenta la euforia de los que se resisten a irse. Enfrente, centenares de personas rodean la Plaza defendiendo la resistencia pacífica.
En la mente de todos la misma pregunta: ¿qué pasará?. “Nuestro enemigo no son ellos, es el Estado. Vamos a aguantar aquí y si hay carga policial entraremos en la Plaza dejando un pasillo para que pase quien quiera pasar”, dice uno de los organizadores de la resistencia pacífica. Un pacifismo que no se corresponde con la manera de actuar de algunos de los seguidores que persisten. “Aquí estaremos”, sentencia en medio de centenares de personas que rodean la Plaza con los lemas “Acampada pacífica” y “No violencia” en las manos. Nunca el blanco de un trozo de papel fue tan blanco.
Y llega la carga. “¡No corráis, aguantad!” gritan los acampados sin dejar de sostener los carteles que predican la no violencia. Y así, aguantan. En silencio, mientras hacia ellos avanzan las botas, los cascos y los escudos de los agentes antidisturbios que ante la amenaza de centenares de personas rechazando la violencia deciden dar marcha atrás y volver al punto de partida. También lo harán los seguidores del Barça que volverán a encararse con los Mossos dando pie a un nuevo cara a cara entre pacifistas y fuerzas de la autoridad.
Sin ninguna intención de irse, los antidisturbios (de traje oficial o a lo casual, esto es de secreta) ven como decenas de personas a modo de cadena humana avanza hacia ellos en pro de una resistencia pacífica que no se dejará manchar por los colores azulgrana más violentos que, dicho sea de paso, también avanzan en la misma dirección.
Poco a poco la insistencia pacifista vuelve a la Plaza y es substituida por el “Olélé, olalá ser del Barça és el millor que hi ha!”, aunque algunos mantienen la cadena humana que separa Mossos de Esquadra de consignas barcelonistas machaconas. Y cuando la Plaza ya queda lejos,furgones de Mossos de Esquadra irrumpen por la espalda de todos ellos. Gritos, sirenas y el indeleble ruido de las porras extensibles que hacen al recogerse cierran la noche.
Al rato amanece en la Plaza, donde reina la tranquilidad solo interrumpida por un conductor que aparece con el coche preguntando si puede cruzarla ya que se ha equivocado de dirección. Los periódicos matutinos despiertan con la resaca culé anunciando “Seguimos haciendo historia”. Que no quepa la menor duda.
Fuente: periodismohumano
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