PICICA: "“Al buscar lo imposible
siempre se ha realizado y reconocido lo posible. Y aquellos que
sabiamente se han limitado a lo que creían posible, jamás han dado un
solo paso adelante”."
¿Volver al pasado o luchar por el futuro?
Por Economía para todos
Por Eduardo Pérez.
“Los
obreros no deberían estar exclusivamente absortos en estas luchas
guerrilleras inevitables que brotan de las incesantes transgresiones del
capital o de los cambios del mercado. Deberían entender que, con todas
las miserias que les impone, el sistema actual engendra simultáneamente
las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para una
reconstrucción económica de la sociedad. En lugar del lema conservador:
‘¡Un salario justo por una jornada justa!’, deberían inscribir en su
estandarte la consigna revolucionaria: ‘¡Abolición del sistema de
salarios!”
Valor, precio y beneficio, Karl Marx, 1865
Es
común, cuando se habla con compañeros y compañeras de izquierda, por lo
menos con los más sensatos, escuchar que “no basta con volver a 2007”.
Efectivamente, no por rechazar el saqueo salvaje de estos últimos cinco
años vamos a tener por qué aceptar el saqueo ‘moderado’ de los
anteriores 30. Entre 1994 y 2007 los salarios retrocedieron seis puntos
sobre el ingreso global, la diferencia entre el patrimonio de los
hogares más ricos y los más pobres pasó de un 33,3 en 2002 a un 39,3 en
2005, y durante los últimos 30 años el 1% de la población española con
mayores ingresos incrementó su participación en la riqueza social en un
21,5% mientras que el 99% restante la redujo en un 1,8% (1).
Obviamente,
no tenemos la más mínima intención de volver a esa situación. Es porque
“no basta con volver a 2007” que no sientan precisamente bien
manifiestos como el de la autodenominada “Cumbre social” (CC OO, UGT y
otras muchas comparsas), que señalaba el año pasado que el
neoliberalismo actual les molestaba (parece que tampoco demasiado,
teniendo en cuenta su actividad) porque está “quebrando el modelo de
convivencia de los últimos 35 años”(2). Los burócratas de la Cumbre
Social pueden echar de menos ese modelo de convivencia en el que vivían
tan a gusto, pero la inmensa mayoría social no debería añorarlo,
precisamente porque la “convivencia” se hacía sobre sus espaldas.
La
paradoja es que decimos que “no queremos volver a 2007”, pero
precisamente varias de las luchas sociales más importantes que estamos
viviendo se ponen como objetivo principal volver a 2007. Derribar las
contrarreformas sanitarias o educativas, o las luchas laborales,
incluidas las que han tenido cierto éxito (informática, subcontratas de
limpieza, etc.), no suelen ir más allá de querer revertir algunos
aspectos de la reciente etapa de saqueo indiscriminado.
Ya
antes de la crisis se intuía que uno de nuestros principales problemas
es que el reformismo, o la revolución, ya no venía de la clase oprimida,
sino de la clase dominante. Es ésta última la que tiene una agenda, una
idea de sociedad, y la que nos martillea a diario con su ideología,
mientras nosotros nos escandalizamos, huimos despavoridos como pollos
sin cabeza, o como mucho les rogamos un poco de piedad o damos batalla
de forma testimonial para salvar los escasos muebles que nos quedan en
nuestra casa. En este contexto, surgen algunas propuestas ofensivas
generales, como el proceso constituyente o la auditoría de la deuda,
pero de momento tienen escaso recorrido y han servido para poco más que
para decorar la pancarta de la enésima manifestación a la que acudimos
“porque algo hay que hacer”. Los de arriba son los revolucionarios y los
de abajo estamos a la defensiva, somos conservadores o, si nos
comparamos con aquellos a quienes Marx definía como conservadores en la
cita inicial (quienes mantenían una lucha ofensiva), somos directamente
ultraconservadores, reaccionarios.
Derechización social
El
combate se ha desplazado tanto al terreno marcado por el capital que,
además, nuestra actitud defensiva se llega a caracterizar incluso con
epítetos como “radical” o “intransigente”. Esto no deja de ser otro
favor al enemigo ya que, si pretender mantener el sistema tal y como
está es “radical”, plantear otro tipo de sociedad entra dentro de la
locura. Como ejemplo extremo, energúmenos de la talla del director de La Razón,
Francisco Marhuenda, puede decir tranquilamente que “los medios de
comunicación son mayoritariamente de izquierdas” (3). Que alguien pueda
identificar a Telecinco o El País como “izquierda”, cuando ni la izquierda misma es de izquierda, asciende al nivel de tomadura de pelo.
La
confusión generalizada se refleja de nuevo en los ambientes de la
izquierda más combativa (o menos conservadora), que se presta al juego
ideológico sistémico. Por poner un ejemplo, este sector no duda en
calificar, con cierto desprecio, a la derecha con regusto progresista
como “social-liberal”, y a la izquierda social-liberal con “la
socialdemocracia”.
Podríamos
definir el social-liberalismo, o liberalismo de izquierdas, como una
propuesta política que consiste en mantener el capitalismo con un mayor
control o propiedad estatal para asegurar que parte de la plusvalía
arrebatada a las clases dominadas repercute en ellas a través del gasto
público. Ésta es la única izquierda electoral que existe hoy en día en
el Estado español, y su peso institucional es escaso. Llamar al PSOE
“social-liberal” no tiene sentido ninguno, y menos todavía hacerlo con
desprecio pues en realidad es un fantástico halago al partido con mayor
responsabilidad en el auge neoliberal español. En cuanto a la
socialdemocracia, recordemos que ésta es una escuela política que
defiende una transición pacífica, acorde con las leyes burguesas, al
socialismo, una sociedad basada en la libre asociación de los
productores. Nada remotamente parecido existe desde hace décadas más
allá, si acaso, de algunos partidos políticos –irrelevantes a escala
estatal- cuyo “socialismo” o “poscapitalismo” no parece ir más allá de
la mera retórica.
Darnos
cuenta de nuestro conservadurismo y confusión no significa que sea
fácil darles la vuelta. Y por supuesto, mejor una lucha conservadora
como clase que la inacción. Pero sí debemos ser conscientes de la
situación y, si de verdad no queremos volver a 2007, o incluso queremos
cambiar la sociedad, empezar a ver cómo lo hacemos.
Incorporar
las luchas defensivas y parciales a luchas ofensivas y coordinadas
debería ser una prioridad. Empezar a dibujar otro tipo de sociedad, un
proceso constituyente que no se quede en redactar otra Constitución
inútil, también.
Habrá
quien piense: “Con la que nos está cayendo, como para atacar”. Ya lo
dicen en el fútbol, “la mejor defensa es un buen ataque”. O, por acabar
con otro clásico, en este caso Mijail Bakunin: “Al buscar lo imposible
siempre se ha realizado y reconocido lo posible. Y aquellos que
sabiamente se han limitado a lo que creían posible, jamás han dado un
solo paso adelante”.
Fuente: Global - Economía para todos
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