PICICA: "El forjador de la fórmula propagandista del surgimiento de una
supuesta “nueva clase media” fue el ex-presidente de Brasil, Luiz Inácio
Lula da Silva. Para la filósofa Marilena Chauí /4 “la supuesta creación
de una nueva clase media es una necedad sociológica ya que lo que hubo
fue una ampliación de la clase trabajadora”. Y agrega: “En el
capitalismo existen dos clases: burguesía y proletariado/clase
trabajadora.” Para ella la clase media no cumple una función económica
especial en el capitalismo, sino un rol ideológico “como correa de
transmisión de las ideologías de las clases dominantes”. Y afirma:
“hasta los intelectuales pertenecen hoy a la clase
trabajadora”...”técnica y ciencia no son hoy más que fuerzas
productivas”. Esta posición con matices es mayoritaria entre varios
cuadros intelectuales disidentes del PT e incluso en sus filas. Y es
contradictoria con la posición oficial del gobierno.
El gobierno
de Lula da Silva y sus políticas asistenciales de lucha contra la
pobreza y la miseria, aumento relativo del salario mínimo, alguna
protección social y créditos para los sectores de menores ingresos,
generaron un gran dinamismo económico y una ampliación del mercado
interno. Dinamismo muy oportuno en medio de la gran crisis económica
global del imperialismo. Todo ello se dio sin la ruptura de la
institucionalidad burguesa, como ya lo anunciara la Carta a los
Brasileños, firmada por Lula durante la campaña electoral de 2002. Estas
políticas que incluyeron la universalización de la electricidad, el
acceso a la universidad a través de cupos sociales y raciales y una
fuerte creación de empleo provocaron un relativo ascenso social de las
capas más pobres y excluidas históricamente de la sociedad.
Y
aquí es importante remarcar que esta orientación se hizo posible y se
apoya en algunos de los principales cambios económicos impulsados
durante los dos ejercicios de corte neoliberal de Fernando Henrique
Cardoso. En efecto, las privatizaciones de los servicios del Estado
(transporte, salud, educación, seguridad, limpieza, mantenimiento, obras
públicas, telecomunicaciones, energía, etc.) tanto crearon una nueva
burguesía de servicios hija de las privatizaciones -y sus coimas
correspondientes a la clase política-, como un nuevo proletariado
mayoritariamente de servicios, con puestos de trabajo de menores
salarios y menos garantías y derechos que los del anterior proletariado
industrial. Este proceso de privatización ni se frenó ni revirtió,
continuó ampliándose durante las presidencias de Lula y la actual de
Dilma Rousseff."
08-04-2013 |
Los tramposos delirios de los tecnócratas del Banco Mundial
En el Prólogo del nuevo documento del Banco Mundial para América Latina, se nos anuncia que han dejado de utilizar las categorías “demodé” sobre la pobreza. Los percentiles del nivel de ingreso, o la obtención de una vivienda adecuada con la posibilidad de acceder a servicios esenciales sirven como referencia, pero lo principal es clasificar a la población en función de un nuevo y ambiguo concepto: la seguridad económica: “entendida como una baja probabilidad de volver a caer en la pobreza”
Se nos adelanta que el documento en sus páginas “se propone una nueva definición de la clase media basada en la seguridad económica, que se aplica a la mayoría de países de la región.” /1
Esta categoría es algo que tiene más que ver con la “estabilidad económica futura” que con un dato objetivo del nivel real de la población en el presente. Nos dicen que por encima de determinado ingreso usted deja de ser pobre y pasa a una categoría intermedia aún amenazada por las oscilaciones económicas -los vulnerables- una condición que es preámbulo de su ingreso a la clase media. En el nivel “vulnerables” lo principal es que habría dejado de ser pobre.
Y que en perspectiva está su posibilidad de ingresar a la “nueva clase media”. Porque “la clase media en América Latina creció y lo hizo de manera notable: de 100 millones de personas en 2000 a unos 150 millones hacia el final de la última década.” Una afirmación que se basa en algo que todavía no han demostrado: la existencia de esa supuesta “nueva clase media”. Aquí lo importante es determinar entre que niveles de ingreso definen a esos tres sectores que abarcan al 98% de la población continental. Y no si esa situación será estable o no en un futuro indeterminado. Algo que los economistas del Banco Mundial no se han caracterizado por prever.
Para aquellos que buscan y no encuentran en su país esa nueva “clase media emergente” nos alertan que: “Desde luego, la clase media emergente varía de un país a otro, aunque hay un cierto número de elementos en común. Así pues, las personas que pasan a formar parte de la clase media tienen un nivel educativo superior al de los que han dejado atrás. También es más probable que vivan en zonas urbanas y tengan un empleo en el sector formal. En el caso de las mujeres de clase media, es probable que tengan menos hijos y que estén más integradas en la fuerza laboral que las mujeres de los grupos pobres o vulnerables.” En esta afirmación los términos claves son “más probable” y “probable” porque no afirman nada de manera taxativa. En la primera frase se subordina el “empleo en el sector formal” a vivir en “zonas urbanas”. En la segunda se somete la pertenencia a la supuesta “clase media” a que las mujeres “tengan menos hijos” y “estén más integradas en la fuerza laboral”.
De inmediato el entusiasmo sobre la situación continental se desborda y contradice todos los estudios económicos serios que analizan nuestra realidad: “... América Latina y el Caribe han emprendido el camino para convertirse en una región de clase media...” para luego hacer depender este promisorio futuro de la voluntad de los dirigentes políticos latino americanos: “...aún queda mucho por hacer. Los líderes regionales tendrán que seguir dedicando una atención especial en materia de políticas a esa tercera parte de latinoamericanos que siguen siendo pobres y, a la vez, trabajar en aras de la seguridad y la prosperidad de los vulnerables.” (negritas nuestras)
Para los “pobres” el Banco Mundial ya ha expresado sus recomendaciones: una política asistencial que, como ya se pudo evidenciar, retorna en beneficios electorales para los “progresistas” que la aplican, como “fome cero” o “bolsa familia” /2 en Brasil o el MIDES en Uruguay o los CCT (conditional cash transfers - transferencias condicionales de dinero) /3 en México, Jamaica, Honduras, Nicaragua, etc. Y sobre todo que descomprimen algo las tensiones sociales y disciplinan a los excluidos o empobrecidos y los hace más dependientes de la institucionalidad.
“Nueva clase media es una necedad sociológica”
El forjador de la fórmula propagandista del surgimiento de una supuesta “nueva clase media” fue el ex-presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Para la filósofa Marilena Chauí /4 “la supuesta creación de una nueva clase media es una necedad sociológica ya que lo que hubo fue una ampliación de la clase trabajadora”. Y agrega: “En el capitalismo existen dos clases: burguesía y proletariado/clase trabajadora.” Para ella la clase media no cumple una función económica especial en el capitalismo, sino un rol ideológico “como correa de transmisión de las ideologías de las clases dominantes”. Y afirma: “hasta los intelectuales pertenecen hoy a la clase trabajadora”...”técnica y ciencia no son hoy más que fuerzas productivas”. Esta posición con matices es mayoritaria entre varios cuadros intelectuales disidentes del PT e incluso en sus filas. Y es contradictoria con la posición oficial del gobierno.
El gobierno de Lula da Silva y sus políticas asistenciales de lucha contra la pobreza y la miseria, aumento relativo del salario mínimo, alguna protección social y créditos para los sectores de menores ingresos, generaron un gran dinamismo económico y una ampliación del mercado interno. Dinamismo muy oportuno en medio de la gran crisis económica global del imperialismo. Todo ello se dio sin la ruptura de la institucionalidad burguesa, como ya lo anunciara la Carta a los Brasileños, firmada por Lula durante la campaña electoral de 2002. Estas políticas que incluyeron la universalización de la electricidad, el acceso a la universidad a través de cupos sociales y raciales y una fuerte creación de empleo provocaron un relativo ascenso social de las capas más pobres y excluidas históricamente de la sociedad.
Y aquí es importante remarcar que esta orientación se hizo posible y se apoya en algunos de los principales cambios económicos impulsados durante los dos ejercicios de corte neoliberal de Fernando Henrique Cardoso. En efecto, las privatizaciones de los servicios del Estado (transporte, salud, educación, seguridad, limpieza, mantenimiento, obras públicas, telecomunicaciones, energía, etc.) tanto crearon una nueva burguesía de servicios hija de las privatizaciones -y sus coimas correspondientes a la clase política-, como un nuevo proletariado mayoritariamente de servicios, con puestos de trabajo de menores salarios y menos garantías y derechos que los del anterior proletariado industrial. Este proceso de privatización ni se frenó ni revirtió, continuó ampliándose durante las presidencias de Lula y la actual de Dilma Rousseff.
El 15 de agosto de 2012 -por ejemplo- la presidenta Dilma lanzó el Plan Nacional de Logística (PNL) para la construcción de autopistas y ferrovías por la forma de otorgar “concesiones” a empresarios y corporaciones. El PNL tiene los mismo objetivos y procedimientos que los Programas de Aceleración del Crecimiento (PAC I y II). Son planes privatizadores que favorecen en primer lugar a las grandes constructoras globalizadas del país. Todas las obras públicas han sido privatizadas y en especial la infraestructura de los Juegos Panamericanos de julio 2007 en Rio de Janeiro -con las sobre-facturaciones correspondientes- y las del Mundial de Futbol de 2014 en Brasil (en ejecución) y los futuros Juegos Olímpicos del 2016 en Rio de Janeiro. En las obras de los estadios a usar en el 2014, participan también los capitales delictivos. La constructora Delta que obtuvo la participación en la construcción de varios estadios tiene como socio oculto al “bicheiro”/5 Carlinhos Cachoeira relacionado amistosamente a todo el espectro partidario del Congreso brasileño y a varios gobernadores estatales.
Todo el sistema de transporte público en los municipios, estados y la Unión está estructurado en base a empresas concesionarias o permisionarias, así como los contratos del Estado con las empresas de energía eléctrica, de telefonía y telecomunicaciones. De igual forma se privatizaron (y extranjerizaron) la explotación del subsuelo por las mineras, la explotación petrolera con las aparcerías público-privadas o el sistema privado de radio y TV.
Es este nuevo subproletariado que asciende socialmente y se integra al proletariado el que ha dado los triunfos electorales al PT. Se trata de los brasileños más pobres -en general excluidos del mercado capitalista-, que tenían una relación distante con Lula (e incluso temían sus políticas por las campañas de los grandes medios contra el líder sindical) y no apoyaban al PT, cuya base se concentraba en los trabajadores organizados de grandes ciudades como San Pablo y entre los sectores medios progresistas /6.
Para el politólogo y ex-vocero de la Presidencia de la República André Singer, esta transformación en la sociología electoral del PT se relaciona con un cambio fundamental en el electorado y abre un ciclo político amplio. Singer hace un paralelismo de lo ocurrido en Estados Unidos en el gobierno de Franklin Delano Roosevelt en 1932, con Brasil en 2002, una típica elección de alternancia devino en una nueva mayoría. En el contexto de un nuevo ciclo marcado por una agenda asistencialista de “lucha contra la pobreza”, el lulismo sería el encuentro de Lula, en tanto líder, con una fracción de clase, el subproletariado. Mediante el empleo formal, el sub-proletariado alcanza la condición proletaria y así el lulismo constituye la ruptura real de la articulación anterior, al separar al subproletariado de la burguesía, y abre posibilidades inéditas a partir de esta novedad histórica, con lo que crea un “nuevo bloque de poder” /7. De acuerdo con Singer, ese subproletariado como fracción de clase, a pesar de ser mayoritario, enfrenta dificultades para crear sus propias organizaciones. Sin embargo, emerge con fuerza en la política con el gobierno de Lula y, por su tamaño, se torna decisivo en las elecciones, sobre todo en el Nordeste.
A diferencia de varios intelectuales del PT, la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República (SAE/PR) define como “clase media” a quienes alcanzan un ingreso per cápita mensual de entre 291 y 1.019 reales (entre 141 y 500 dólares o entre 5 y 17 dólares diarios). De esta forma, 54% de la población brasileña pertenecería a esta supuesta “clase media”, y 30 millones (15% de la población) pasaron en la última década a un ingreso mensual per cápita superior a 250 reales (125 dólares o 4 dólares diarios)/8. Esto se reitera en un estudio de la SAE, Vozes da classe média, realizado en colaboración con la Caixa Econômica Federal y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y con el apoyo de la Confederación Nacional de las Industrias (CNI) /9. Sobre la base de estos números la presidenta Rousseff se refiere de manera constante al objetivo de transformar Brasil en un país con una población de clase media /10.
El énfasis en la expresión «nueva clase media» y en su supuesto peso en la población -hoy estaría integrada por más de la mitad de los habitantes de Brasil- oculta que se trata de una supuesta “clase media” que tiene como ingresos entre menos de la mitad (36%) de un salario mínimo y uno y 1/2 salario mínimo que, para 2013, es de 678 R$ (unos 340 dólares), un valor incapaz de cubrir las mínimas necesidades de una familia tipo.
¿Por qué esa insistencia en la “nueva clase media”?
Por un lado los cuadros petistas y sus “intelectuales” anti-marxistas -o renegados del marxismo- pretenden borrar toda política de clase en los gobiernos del PT. Dándole el título de “clase media” a ese sector sumergido del subproletariado, ansioso por acceder a necesidades mínimas, fue fácil impulsarlos a un consumismo aturdido. Por otra parte la institucionalidad absorbió la mayoría de la militancia petista que hacía trabajo de esclarecimiento entre los trabajadores y el ascenso de ese subproletariado quedó huérfano de pensamiento y análisis político y no fue más allá de un “lulismo” primitivo, que le rinde electoralmente al PT. La fragmentación e institucionalización de las centrales sindicales acompañó el proceso de despolitización como clase.
Por otro lado con esa mistificación de “nueva clase media” no sólo se la desliga del proletariado también se pretende ocultar la desigualdad como un rasgo estructural del capitalismo brasileño, que continúa siendo muy acentuado. A pesar de los elogios de las “instituciones internacionales” a los gobiernos del PT por las mejoras a sectores populares, la más clara lectura de la situación social de Brasil se puede sintetizar en pocas cifras: mientras que por su PIB el país alcanzó el 6º lugar en la economía mundial, ocupa la 84º posición entre 189 países en el Índice de Desarrollo Humano mundial. El IDH, con limitaciones, mide relativamente el grado de desigualdad del país. En la atención de salud ocupa el lugar 72º y en atendimiento médico infantil ocupa el 35º lugar entre 161 países. El desempeño brasileño en salud es 40% más bajo que la media internacional. Así que ese sexto lugar en la economía mundial no se refleja directamente sobre el bienestar de la población.
Las “políticas compensatorias” de la pobreza no consiguieron evitar que la desigualdad se propague entre las futuras generaciones. Según la ONU, el 58% de la población brasileña mantiene el mismo perfil social de pobreza entre dos generaciones.”...” El 20% más rico de la población se queda con casi 60% de los ingresos, y el ingreso promedio del 10% más rico es 40 veces superior al del 10% más pobre, sin olvidarnos de la profunda desigualdad en la estructura agraria, en la cual 40.000 propietarios concentran 50% de las áreas cultivables /11. Su estructura agrícola es la misma desde que el Brasil era imperio. ”Brasil es, además, un país donde 30% de las viviendas no poseen ‘condiciones mínimas’: agua tratada, saneamiento por red o fosa séptica, recolección de residuos y electricidad”/12. Y donde se observa la continuidad de un arraigado racismo institucional: a pesar de la considerable mejoría en el ingreso de la población negra, en los últimos diez años la tasa de homicidios dentro de este grupo aumentó, mientras que entre la población blanca disminuyó/13. Y esa situación se agrava en las grandes ciudades con la deplorable “guerra contra las drogas”. Además, nueve de cada diez puestos de trabajo creados en el sector formal cuentan con una remuneración inferior a tres salarios mínimos. El rendimiento promedio real trimestral de los asalariados, volvió a crecer luego del desastroso resultado de la década de 1990, pero no acompaña la velocidad de las ganancias patronales en productividad.
Lo que permitiría cierta reducción a largo plazo de la desigualdad es especialmente el acceso a la educación de calidad. En Brasil, por cada 100 habitantes sólo 9 poseen un diploma universitario. En el otro extremo de la educación, está la baja escolaridad de la población relativamente pobre en el medio rural, donde el 35,7% de la población adulta que vive en el campo tiene menos de un año de estudio y 69,4% no completaron la antigua primaria (4to. año escolar). Pero no sólo en el campo se encuentran las deficiencias educativas: a fines de julio de 2012, IBGE divulgó un dato alarmante sobre la inclusión de niños y jóvenes en la educación: 3% del total de niños y niñas brasileñas de 6 a 14 años se encuentran fuera de la escuela lo cual representa casi 1 millón de excluidos de los bancos escolares. Si incluimos el contingente de 4 a 5 años y de 15 a 17, el porcentaje aumenta para 8% o sea 3,8 millones de niños y adolescentes. Ningún Estado del país consiguió hasta hoy incluir todos los niños de 6 a 14 en la escuela.
Pero quizá el principal freno a la superación de la desigualdad en Brasil ha sido el abandono por el PT de su consigna de Reforma Agraria, para favorecer los mono-cultivos de commodities para exportación. La reforma agraria es imprescindible para la transformación de la propiedad de la tierra, que garantice la soberanía alimentaria y la salud popular, evitando el éxodo rural y la favelización en los grandes centros urbanos.
En contrapartida de estos guarismos de desigualdad social hay sectores que progresaron. El número de millonarios alcanzó en Brasil/2011 los 165 mil, 10 mil más que en 2010, un crecimiento de 6,2 por ciento, el mayor en términos porcentuales registrado en esta materia en las principales economías del planeta. Brasil está a la altura de Italia en la cantidad de millonarios /14.
En Brasil la libre movilidad de capitales, los planes de crecimiento económico y desarrollo infraestructural con inversión estatal privatizada y el impulso mundializante a las empresas y bancos, es un excelente ambiente de desenvolvimiento del capital imperialista. Entre el año 2003 de inicio del gobierno del PT y 2011, se concretaron 4724 fusiones y adquisiciones de empresas en el país. Con una tendencia permanente a aumentar estas transacciones año a año y con una aceleración que se hace evidente al comparar el primer trimestre de los dos últimos años. Casi el 50% de estas operaciones implicaron capitales extranjeros (la mayoría de USA, Francia, Inglaterra y Alemania) comprando empresas brasileñas. Mientras, las transnacionales estadounidenses y europeas continúan el saqueo por medio de remesas de lucro y dividendos a sus matrices, del pillaje cambiario, la expoliación de la deuda pública y las diferencias de tasas de interés que aprovechan los capitales especuladores.
Estas impactantes realidades de la verdadera situación económica-social del país es lo que intenta encubrir esa algarabía oficial alrededor de una supuesta “nueva clase media” en Brasil. Y los tecnócratas del Banco Mundial comprendiendo la “pillería” del PT adoptaron la idea y la generalizaron para todo el continente.
Link para leer mas: Rebelión
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