PICICA: "Cuando Althusser, para abrir su discurso1 durante el coloquio organizado por Il Manifesto,
en Venecia en 1977, para de la constatación de que "algo se ha roto",
no piensa (más bien excluye) que esta ruptura pueda ser remitida lisa y
llanamente al análisis de la multiplicación de los efectos perversos que
produjo el estalinismo en el movimiento obrero internacional a partir
de los años treinta. La desviación estalinista es evidente, trágica y
considerable: En 1986, Althusser definirá el estalinismo como la fórmula
"encontrada" ("no premeditada") por el imperialismo en vista de la
explotación de los pueblos en el interior del mundo socialista2. En su intervención de 1977, la tensión que conducirá en 1986 a este ajuste de cuentas ya está presente3.
Ésta es la razón que impide atribuir, sin más, la "crisis actual" y la
"ruptura" al estalinismo. El problema de las crisis recurrentes del
movimiento obrero es mucho más profundo porque es el resultado de la
propia naturaleza de ese movimiento, que se compone de luchas y de
contradicciones. El problema no es la crisis sino la ruptura, es decir,
el hecho de que tales crisis no producen efectos constructivos sino
destructivos. Por tanto, además de a la denuncia del estalinismo, el
análisis teórico debe aplicarse al proceso de formación del pensamiento
comunista, a la función creativa, constructiva, de la crisis que
experimenta."
Antonio Negri / Para Althusser: Notas sobre la evolución del pensamiento del último Althusser
"Algo se ha roto"
Cuando Althusser, para abrir su discurso1 durante el coloquio organizado por Il Manifesto,
en Venecia en 1977, para de la constatación de que "algo se ha roto",
no piensa (más bien excluye) que esta ruptura pueda ser remitida lisa y
llanamente al análisis de la multiplicación de los efectos perversos que
produjo el estalinismo en el movimiento obrero internacional a partir
de los años treinta. La desviación estalinista es evidente, trágica y
considerable: En 1986, Althusser definirá el estalinismo como la fórmula
"encontrada" ("no premeditada") por el imperialismo en vista de la
explotación de los pueblos en el interior del mundo socialista2. En su intervención de 1977, la tensión que conducirá en 1986 a este ajuste de cuentas ya está presente3.
Ésta es la razón que impide atribuir, sin más, la "crisis actual" y la
"ruptura" al estalinismo. El problema de las crisis recurrentes del
movimiento obrero es mucho más profundo porque es el resultado de la
propia naturaleza de ese movimiento, que se compone de luchas y de
contradicciones. El problema no es la crisis sino la ruptura, es decir,
el hecho de que tales crisis no producen efectos constructivos sino
destructivos. Por tanto, además de a la denuncia del estalinismo, el
análisis teórico debe aplicarse al proceso de formación del pensamiento
comunista, a la función creativa, constructiva, de la crisis que
experimenta.
Para abordar esta cuestión, habremos de examinar algunos aspectos
esenciales del discurso de Marx. Examinemos, primero, la teoría del
plusvalor y la explotación y, después, la teoría del Estado y de la
relación dialéctica entre lucha económica y lucha política. En relación
con lo primero —dice Althusser— Marx construyó una teoría esencialmente
"cuantitativa" del plusvalor de la que extrajo consecuencias políticas
completamente inadecuadas para la comprensión y la crítica de la
explotación, la función de la ideología y la complejidad de los procesos
de sumisión de la sociedad al capitalismo. En relación con el segundo
asunto, la teoría de Marx, y con mayor motivo la de Lenin, es claramente
insuficiente; y no, por cierto, en el sentido indicado por los
eurocomunistas y por otros, como Bobbio, de imposibilidad de aplicar
elementos de la crítica del Estado burgués a la construcción del Estado
de la socialdemocracia. Por el contrario, dice Althusser, la crisis de
las enseñanzas de Marx y de Lenin acerca del Estado se relaciona con el
hecho de que la crítica radical del Estado burgués no se acompaña de una
perspectiva de reconstrucción del poder en la práctica de las masas, de
una crítica preventiva de las desviaciones de la dictadura del
proletariado, de una hipótesis creativa referente a las prácticas
constituyentes de masa que tienen lugar entre la destrucción del Estado y
la construcción de un nuevo orden social. Por tanto, sobre estos
aspectos, en los clásicos del marxismo la crítica está abierta.
No obstante, incluso en momentos como ése, la crisis resulta provechosa
para el concepto. Una concepción cuantitativa de la explotación permite
reunir masas considerables en una lucha revolucionaria a propósito del
salario; una concepción destructiva del Estado permite acentuar el
proceso insurreccional. Pero ahora no sucede así. Decir ahora que "algo
se ha roto" es otra forma de expresar que no existe la posibilidad de
utilizar la crisis positivamente. ¿Por qué? Porque un elemento
diferente, aleatorio, un "afuera", un "detrás", "algo no esperado"
interviene masivamente. La filosofía marxista de la práctica social no
puede sino sufrir esta irrupción de lo real en el ámbito del concepto4. Porque, a partir de ese momento, debe renovar sus instrumentos para seguir contribuyendo a la lucha.
¿Cuál es ese elemento nuevo, aleatorio y sin embargo muy real, que rompe
la continuidad de la práctica filosófica? De momento no podemos
nombrarlo; sólo sabemos que el sentido de la crisis está invertido: de
encontrarse al servicio de la revolución pasa ahora a convertirse en
negación de su posibilidad. ¿Cómo?, ¿por qué? La filosofía no puede
reemplazar lo real. Lo real habla y la filosofía interpreta lo real
interpretando las prácticas. ¿A qué se debe entonces la inversión del
sentido de la crisis? Ante esta formulación radical, Althusser no
proporciona de momento ninguna respuesta. ¿Tal vez por razones de
oportunidad política, puesto que la respuesta sólo puede nacer en el
seno del movimiento obrero organizado? No. En 1977 ha madurado ya en
Althusser la conciencia de la incapacidad de los diferentes partidos
comunistas para dar respuesta a esta pregunta. Su escrito, aparecido en Le Monde
en 1978, acerca de la política del PCF y de su incapacidad estructural
para abrirse a la crítica de lo real, es ya implícitamente claro5.
Y Althusser no se hace ilusiones a propósito del movimiento
izquierdista: no es, desde hace mucho, un movimiento subversivo y
radicalmente innovador, porque durante los años que siguen
inmediatamente a 1968 ya no tiene ni la fuerza ni una ideología
suficientemente articulada para resistir al chantaje de las
corporaciones obreras organizadas por el PCF6. Desde ese momento, será demasiado tarde.
Así, en una situación de vacío de la práctica, y por tanto de la teoría,
es como se debe abordar la cuestión de saber qué se ha roto. La
respuesta a la ruptura y la definición del elemento aleatorio que la ha
producido constituyen el hilo conductor de una nueva formulación
filosófica llevada al extremo. Una última observación a propósito de
esta radicalidad extrema en la formulación: el pensamiento de Althusser
revela aquí de nuevo su naturaleza esencial de pensamiento sintomático,
de análisis intempestivo que se desarrolla por medio de saltos
cualitativos. Discontinuidad e intempestividad inspiran la práctica
teórica, del mismo modo que la crisis es la clave de la dinámica real.
Aunque no exista por el momento una respuesta sustancial a la pregunta
formulada, la metodología está preparada para la radicalidad del
tránsito real —y, por tanto, teórico. ¡Qué cerca se encuentra este
Althusser de Benjamin!
La soledad de Maquiavelo
El hecho de que la crisis comprometa la realidad de la revolución
mundial no excluye la necesidad de la práctica teórica. La crisis sigue
siendo el presupuesto del pensamiento crítico, con el fin de que pueda
convertirse nuevamente en el motor del movimiento revolucionario. Pero
"algo se ha roto"; y no sólo en lo real, sino también en nosotros, en la
filosofía, considerada como actividad, que nosotros trazamos y
organizamos, entre práctica y concepto. Es en la soledad donde podremos,
en adelante, continuar produciendo teoría y proyectando la práctica. A
partir de 1978, Althusser recupera, repasando, reelaborando análisis y
conceptos, su trabajo sobre Maquiavelo7. Maquiavelo, el
político y el filósofo, el siempre solitario. En un primer momento,
Maquiavelo aparece para Althusser con los rasgos de lo político; a
continuación, el análisis tenderá a adentrarse progresivamente en el
aspecto filosófico. En el comienzo de esta continuación de la
investigación puede situarse una conferencia de 1978 en el Instituto de
Estudios Políticos: La solitude de Machiavel8. El
principio que sostiene el análisis es el descubrimiento de una paradoja:
"Pensar lo nuevo en ausencia de todas las condiciones". Ése es
Maquiavelo. Su elección política es una elección de campo, una
singularidad intempestiva, un pensamiento del poder que resulta
enigmático en la medida en que no alcanza a resolver prácticamente los
problemas generados por su participación en la vida política de un país.
Examinando el análisis tradicional del pensamiento de Maquiavelo (que
se remonta a De Sanctis y a Gramsci), Althusser nos lo presenta como un
pensador ante litteram de la unidad italiana, como el teórico de
un Estado unitario, nuevo, libre de las trabas feudales que
caracterizaban las viejas estructuras del poder principesco o
republicano; un Estado capaz de permanecer, de crecer.
Pero lo más importante no es eso. Porque, después de haber recobrado la
interpretación tradicional de Maquiavelo, Althusser le da la vuelta: lo
que cuenta no es tanto el proyecto como el carácter radical que expresa
el pensamiento de Maquiavelo cuando tropieza con la imposibilidad de
realizar el proyecto; pensamiento de lo nuevo, por tanto, en ausencia de
cualesquiera condiciones para la novedad. O mejor dicho, en ausencia de
cualesquiera condiciones de posibilidad. El deseo de un Estado unitario
y de un Príncipe nuevo está ontológicamente presente en las masas, y el
proceso constitutivo de la imaginación revolucionaria y la práctica de
acumulación organizadora son muy activos en el pensamiento. Pero todo
ello no da lugar a las condiciones históricas efectivas; nada de eso
conduce al proceso constituyente más allá de las dificultades que la
situación internacional impone a la Italia del Renacimiento tardío. El
pensamiento científico de Maquiavelo, acrecentado por una potencia
constitutiva sin igual, se ve forzado a definirse en la separación (pero
la separación y la soledad constituyen ese máximo de radicalidad que el
pensamiento ofrece al carácter aleatorio del devenir, de la
historicidad, en un horizonte completamente ateleológico).
Lo que simbolizaría el pensamiento de Maquiavelo, su culto realista a la
fuerza, no sería la figura del "león" sino, más bien, la del "zorro";
el escándalo que supone la simulación de la revolución en ausencia de
todas sus condiciones y la provocación consistente en manifestar sin
tregua una verdad revolucionaria inaceptable en las condiciones dadas.
El "zorro" es la verdad prohibida y forzada, la violación de la
imposibilidad y, al mismo tiempo, la incesante redefinición teórica de
lo posible. En la ruptura de la continuidad histórica, la soledad se
convierte en intempestividad creadora. El marco estructural de este
análisis teórico althusseriano está completamente trastocado: la teoría
no indica las convergencias y las consecuencias, de manera estructural y
sistemática, sino que indica las rupturas y las paradojas, los vacíos y
los focos de crisis. La lectura de Maquiavelo comienza a tomar
distancias respecto de la interpretación canónica de Gramsci de la cual
había partido. Esa lectura vendría a decir que, en adelante, Gramsci y
Maquiavelo no serán considerados fundadores de partido, sino
descubridores de la hipótesis del carácter aleatorio, de la relación
intempestiva entre la radicalidad del proyecto de liberación y la
ausencia, el vacío de condiciones. En la parte inédita de la conferencia
de 19789, Althusser menciona las "sorpresas" y los
"encuentros imposibles" que permitiría la profundización en esta lectura
de Maquiavelo. Se tratará de construir la imagen de un Maquiavelo
filósofo, "el más grande de todos los tiempos", que anticipa y prefigura
a Spinoza y Heidegger, a Freud y a Derrida, a quienes se sumarán muy
pronto Nietzsche y Deleuze.
¿Por qué? Porque en este caso, por primera vez en la historia del
pensamiento revolucionario, la historicidad es descrita en tanto que
punto de vista constitutivo, cargado de la desesperación que produce la
derrota y carente de cualquier prefiguración que no sea puro deseo,
universalidad de un deseo aleatorio. Algún tiempo después, en el curso
de la redacción de L’Avenir dure longtemps, Althusser vuelve sobre Maquiavelo. El texto, así como otro sobre Spinoza, no se publican en la Autobiografía. Althusser los reserva para un "pequeño libro" separado y dedicado a ambos autores10.
En esas páginas inéditas, la distancia con respecto a la interpretación
gramsciana de Maquiavelo se establece plenamente. Las "sorpresas" y los
"encuentros imposibles" se materializan. El alejamiento respecto de las
"utopías infantiles" de Gramsci es total. Por otra parte, el
pensamiento del "zorro" adquiere una consistencia nueva: "ser zorro", en
tanto que condición para convertirse en "león", significa, en lo
sucesivo, ocuparse de la potencia del cuerpo, de los cuerpos, de la
multitud, más que del poder y de lo "político". El "poder" y lo
"político" aparecen como si estuvieran privados de cualesquiera
determinaciones que no sean las de la violencia y, por tanto, como lo
opuesto a una potencia que reside en el pueblo, en lo social, en las
articulaciones microfísicas de los cuerpos y las resistencias.
La referencia a Foucault y a Deleuze se desenvuelve, sin embargo, en un
terreno ontológicamente distinto. A Althusser no le interesan sólo la
intempestividad y la discontinuidad de la potencia social, ni la
microfísica y la difusión rizomática de las resistencias. Pretende
revelar esta multiplicidad en tanto que signo de una multitud de
trayectorias ontológicas, de subjetividades basadas en la estabilidad de
una tendencia comunista. La intempestividad maquiaveliana, el vacío de
las condiciones con las que se mide el deseo, la ausencia de
determinaciones positivas, todo cuanto descansaba ayer en la
irreversibilidad de la definición ontológica del deseo, descansa ahora
en la definición de comunismo imposible de suprimir. ¿Un Maquiavelo
comunista? Ciertamente, no. Y, sin embargo, Maquiavelo, pensador de una
práctica que basa el deseo de potencia en el lleno de una ontología
positiva y en la nada de las condiciones históricas. Es evidente que la
formulación del problema de la crisis actual implica, esencialmente, la
necesidad de una nueva definición del comunismo, en tanto que horizonte
irreversible de la acción humana y de la práctica teórica.
Márgenes, intersticios
Entonces, ¿qué significa desarrollar una práctica revolucionaria "en
ausencia de todas las posibilidades"?; ¿Qué significa pensar lo nuevo en
el vacío de toda condición? En primer lugar, arremeter contra el punto
de vista tradicional de la filosofía, es decir, contra la pretensión de
pensar lo real11. El rechazo althusseriano de la
epistemología no es aquí más que la recuperación y la confirmación de
una actitud que forma parte de la base de la "práctica teórica". Y sin
embargo, tal rechazo de la epistemología y de todas las teorías
idealistas del conocimiento se ahonda y se carga de una intensidad
nueva, pues lo que se precisa ahora es "razonar con el cuerpo". No basta
simplemente con rechazar el idealismo; es necesario también rechazar
cualquier modalidad de materialismo que no acepte un punto de vista
rigurosamente nominalista y, por añadidura, la corporeidad de la
adhesión a lo "verdadero" como "index et sigillum sui".
En segundo lugar, asumir la tarea de pensar lo nuevo en el vacío de
todas las condiciones significa pensar con el cuerpo. Es, pues, afirmar
una práctica teórica en la cual "corpus et mens" son la misma cosa, una
defensa inmediata contra cualquier práctica especulativa. Entre
Maquiavelo y Spinoza se afirma el "camino regio" del materialismo,
camino que también recorrerá Marx. Ya hemos hablado de Maquiavelo, de su
concepción de lo político, de su consideración radical del carácter
fáctico y aleatorio de cualquier coyuntura. Es Spinoza quien nos
permitirá avanzar ahora12, no sólo a causa de su
desmitificación de la teología (es, de hecho, el creador de la moderna
teoría de la ideología), ni sólo en virtud de su recuperación, en forma
de refundación, del nominalismo (y es quien niega a la epistemología
cualquier pretensión de formar parte de la filosofía), sino,
principalmente por su teoría, adecuadamente elaborada, del cuerpo y del
mundo inmediatamente vivido. En las obras anteriores de Althusser,
Spinoza aparece sobre todo como el fundador de un horizonte materialista
estructuralista, como el principal ejecutante de la teoría del "proceso
sin sujeto"13. Aquí, la interpretación de Spinoza es más
profunda y el antihumanismo de Althusser, copiado del pensamiento de
Spinoza, se refuerza y agiliza, porque en la teoría del cuerpo en
Spinoza, Althusser encuentra la unidad ligada al proyecto del cuerpo y
el alma, una potencia sin condiciones, una imponente anticipación de una
libido positiva que nos conduce a una aprehensión del mundo en
el cual la relación entre singularidad y universalidad se produce en el
seno de la práctica teórica.
Para respaldar su punto de vista, Althusser expone una amplia discusión
acerca del "conocimiento del tercer género" en Spinoza. Su
interpretación es, posiblemente, muy discutible desde el punto de vista
de la filología espinosista y, en cualquier caso, no explica
completamente ese concepto tan misterioso. No obstante, arroja algo de
luz sobre el concepto althusseriano de "pensar a través del cuerpo";
pensar que, en la aprehensión de lo real, extiende al máximo la potencia
de la subjetividad en el horizonte de una universalidad nominal y, sin
embargo, fundamentalmente real y, por ello, siempre productora de un
límite en el cual ser real y concreto y no-ser abstracto se encuentran,
en una proximidad y una distancia reconstruidas en cada ocasión. Nos
encontramos otra vez en presencia de la "metodología del zorro": en el
conocimiento del tercer género "spinoziano" teorizado por Althusser, el amor spinoziano deviene práctica y la inteligencia de Dios (intellectualis Dei)
deviene desplazamiento liminar del deseo, universalidad que nosotros
aprendemos en la práctica y que realizamos en la tendencia.
Pero volvamos a lo real, es decir, a Marx. ¿Cómo admitir esta nueva
lectura de la dinámica abstracto-concreto en el análisis teórico del
proyecto revolucionario? ¿Qué decir de la relación descrita por Marx (y
continuada por el Althusser de Lire le Capital y, singularmente,
por el de los Aparatos ideológicos de Estado) (AIE) entre la
singularidad del trabajo vivo y la dominación abstracta del Capital y el
Estado? Esa relación, considerada en otra época en su interacción, no
puede ahora pensarse de ese modo: "Ahora las cosas son muy distintas".
¿Qué ha pasado realmente? Que la ideología ha extendido su dominio a
todo lo real. Lo real se confunde en gran medida con la ideología. Si
los AIE engendraban el poder y lo singularizaban mecánicamente a través
de instituciones diversas, actualmente ese poder se asienta en el
conjunto del proceso social. Podríamos decir que el mundo se ha
subsumido en el capital. Althusser, sin extenderse mucho sobre ello,
secunda en este aspecto el pensamiento de su alumno y amigo Michel
Foucault. Pero, igual que para Foucault, esta expansión posmoderna del
poder de los AIE, esta sobredeterminación ulterior de la dominación que
provoca su unificación, no ocurre sin que haya resistencias. Resistencia
del cuerpo, de los cuerpos. Pero, ¿dónde y cómo, en el contexto de una
lógica de completa subsunción de la sociedad en el capital?; ¿Dónde, en
el interior de un tejido en el cual toda alternativa general ha
estallado ("el socialismo es la mierda")? Es al cuerpo, a lo que ha
vivido en lo inmediato, adonde, de forma completamente espinosista, debe
dirigirse el pensamiento; al lugar donde los cuerpos se organizan en
los intersticios del poder capitalista y donde sobreviven (como en otro
tiempo, durante la acumulación capitalista originaria) relaciones de
comunidad; al lugar donde la resistencia produce zonas en las que "no
imperan relaciones de mercado"14. De nuevo, lo que se opone,
lo que resiste y se recompone contra la totalidad de la dominación es el
tejido ontológico del comunismo.
En la actualidad, el comunismo no se presenta como proyecto sino como
resistencia, como contrapoder, como singularidad, que actúan, además, en
el corazón del sistema ("islotes de comunismo", "intersticios",
interpretaciones singulares del "clinamen" epicúreo que proceden
de grupos resistentes) o, allí donde el totalitarismo de la subsunción
capitalista de lo social aún no se ha producido, "al margen" del
sistema. Hay que tenerlo presente: contra el capital, contra los
partidos, los movimientos de masas, en la forma creativa de su expresión
(coordinaciones exentas de dominación jerárquica), son lo único capaz
de suscitar la liberación, de unificar resistencias aisladas y poderosas
marginalidades contra la lógica del poder. Nos alejamos nuevamente de
Gramsci y de los resabios de "tercera internacional" de su teoría. El
"pesimismo de la razón" y el "optimismo de la voluntad", nos dice
Althusser, no resultan de ninguna utilidad para conducirse en este
terreno. El voluntarismo, decididamente, no compensa. Por el contrario,
es el optimismo de la razón, en tanto que inteligencia de la resistencia
necesaria, es decir, del antagonismo inevitable, lo que producirá el
renacimiento en el "Holzweg der Holzweg", en el "camino de los
caminos que no conducen a ninguna parte" y que, a pesar de ello, nos
empeñamos en recorrer, sin programa, "tomando el tren en marcha",
aventurándonos constantemente en el territorio del ser desconocido.
El "Kehre" althusseriano
Para Althusser es una época, antes de la crisis vital que le conducirá a
un relativo aislamiento, en la que tiene lugar un giro decisivo en su
pensamiento. Como en cualquier "Kehre" filosófico, los elementos
de continuidad y los elementos innovadores se entremezclan, aunque estos
últimos conquistan la hegemonía. La continuidad del pensamiento de
Althusser se verifica también en el cambio, especialmente cuando se
examina su metodología. En efecto, continúa desarrollando una lectura
sintomática15 de lo real (tanto de los textos como de los
acontecimientos) o, lo que es lo mismo, una lectura que exalta menos los
elementos que constituyen lógicamente el concepto o el acontecimiento
que aquellos que desorganizan y debilitan su orden. Aplicado a Marx en Lire le Capital,
el "método sintomático" se extiende, en lo sucesivo (y de ahí la
novedad de la investigación), al análisis de la crisis del marxismo, de
la catástrofe del socialismo real y, especialmente, de la coherencia del
poder capitalista que se reafirma en el paso a la subsunción real de la
sociedad en el capital en tanto que totalidad del control ideológico.
La innovación es importante. Para resumir sus implicaciones, basta con
señalar que la propia definición de materialismo ha cambiado: desde el
énfasis en la crítica de las "relaciones de producción", la atención se
traslada a los procesos constitutivos de las nuevas "fuerzas
productivas", no sin consecuencias muy importantes. En primer lugar, una
consideración abierta (que ha dejado definitivamente de ser
estructural, hermenéutica) de las relaciones que tienen lugar entre
"fuerzas productivas" y "relaciones de producción". En segundo lugar,
una atención cada vez mayor por los factores subjetivos del desarrollo
histórico, considerados según una lógica "esquizo" de fragmentación de
los procesos objetivos. En tercer lugar, un énfasis en el tratamiento de
lo "aleatorio", de lo "fortuito", de lo acontecimental, que, en
consecuencia, se adivinan en tanto que posibilidad abierta a la
intervención constitutiva de la subjetividad. Es inútil y una pizca
cruel poner el acento en el hecho de que Althusser necesitara mucho
tiempo y de que perdiera, quizá, algunas ocasiones históricas decisivas
antes de aceptar lo que Rancière (discípulo siempre apreciado, según
testimonia la autobiografía16) le proponía desde principios de los años setenta.
Es mejor insistir en la importancia de este tránsito desde una
concepción metodológica y hermenéutica de una teoría fragmentada (la
"lectura sintomática"), a una concepción ontológica de la crisis como
clave de interpretación del proceso histórico y de la potencia como
motor de transformación de lo real. Potencia: igual que "lo político"
maquiaveliano, que la "potentia" espinosiana, que la "Wille zur Macht"
nietzscheana. En adelante, el problema no será la lucha de clases en la
teoría. Ni tampoco la práctica teórica en la ideología. O, mejor dicho,
aún permanece todo eso, pero también la búsqueda de una subjetividad
abierta que pretende producir simultáneamente teoría y lucha, obtener un
concepto de práctica en el que se pueda acomodar la filosofía. La
filosofía como "Kampfplatz" tiene un presente reconocido.
Conviene extenderse un poco más sobre la importancia de este tránsito
para insistir en el hecho de que no se trata de un salto en el vacío, de
una elección arbitraria. Las continuidades son tan importantes como las
discontinuidades, incluso a pesar de que lo nuevo domine el conjunto
metodológico. En efecto, más allá del método, pero con consecuencias
decisivas sobre éste, la transformación conceptual se basa en la
profundización permanente en el tema de los AIE. En este aspecto,
Althusser considera fundamental su contribución a la teoría marxista. En
efecto, la relación "estructura-superestructura" está aquí
completamente alterada. Pero la unidad del cuadro reconquistado no
estará suficientemente asentada hasta que no se asocie con la
consolidación de una nueva situación histórica. Empleando su
terminología, durante la compresión de un proceso cuyos desarrollos
monstruosos rastrea, Althusser da su definición de lo "posmoderno" como
expansión continua y contigüidad totalitaria, siempre más intensa, del
funcionamiento de los AIE. En la continuidad y la contigüidad tiene
lugar, por tanto, un salto cualitativo. Si la antigua definición de los
AIE permitía definir la lucha de clases en la teoría, ahora la lucha de
clases, es decir, la lucha política por la democracia, por la expresión
de la potencia de la multitudo, debe desarrollarse enfrentándose
al nuevo adversario en su enraizamiento real, que equivale a su potencia
ideológica. La referencia a la subjetividad no es un escamoteo; por el
contrario, supone la identificación del terreno en que obligatoriamente
ha de producirse la réplica antagonista a la reestructuración
capitalista. Es evidente que el discurso, con una coherencia perfecta en
relación con la definición althusseriana de la nueva subjetividad,
podría aplicarse a la naturaleza nueva de las fuerzas productivas, a las
características inmateriales, abstractas, cooperativas del trabajo
social. Es ahí donde se forma efectivamente la nueva subjetividad, y es
ahí donde ésta tiene la posibilidad de reformular el deseo
revolucionario. Althusser, sin embargo, sólo se fija ocasionalmente en
este aspecto sociopolítico del discurso17.
Es en este punto donde finalmente se comprende el sentido de la
expresión "algo se ha roto", de donde parte toda la crisis del
pensamiento althusseriano. Se ha roto la posibilidad de luchar cara a
cara (frontalmente) porque el capitalismo ha allanado el terreno de la
relación entre Estado y sociedad hasta el punto de que ambos se
confunden (he aquí otro de los aspectos en los que la referencia a
Gramsci no es posible); porque el Estado se ha convertido, por tanto, en
un punto carente de contenido y sólo la sociedad se presenta
simultáneamente como terreno absolutamente incorporado al poder y
completamente apto para la explosión de lo aleatorio; y porque, en lo
sucesivo, la explotación, al no coincidir con las líneas de división
entre las clases, se insinúa más bien en las conciencias y las
dimensiones subjetivas de todos los actores sociales, careciendo de
sentido hablar de "transición" socialista. La crítica de este último
concepto permitiría, mejor que cualquier otro, desentrañar la
continuidad y la diferencia del pensamiento de Althusser en el "Kehre".
En la crítica del concepto de "transición" socialista se resume el
rechazo de cualquier perspectiva teleológica, lo que constituye una de
las características del pensamiento althusseriano desde el comienzo de
su periplo filosófico. Por otra parte, y éste sería un elemento nuevo en
el pensamiento de Althusser, aparece aquí una concepción del "paso a
otra cosa" o, con otras palabras, del proceso revolucionario como paso
aleatorio —repentino, y sin embargo muy real— al comunismo. La "tabula
rasa" que la práctica teórica impone frente a cualquier ideología
residual es el equivalente, adecuado a la nueva situación de dominación
social totalitaria, de la ideología a la que nos enfrenta el desarrollo
capitalista. Se rompe, pues, la última posibilidad del socialismo. Sólo
el comunismo es real. En eso consiste el "Kehre" en la práctica teórica de Althusser.
El materialismo aleatorio
Dos grandes tradiciones se oponen, pues, en la historia del pensamiento filosófico, siendo ese "Kampfplatz"
aquello en lo que consiste la filosofía. Pero esas dos tradiciones
antagónicas no son el idealismo y el materialismo sino el "materialismo
aleatorio" y todo lo demás18. Algunas formas de materialismo,
como las que el estalinismo elevó a los altares, forman parte de la
tradición "bendita" del pensamiento filosófico, es decir, de la
tradición que justifica el poder y exalta al Estado. En el lado opuesto,
hay filosofías idealistas o espiritualistas que rozan la tradición
"maldita" del pensamiento filosófico, tradición que se instaura sobre la
potencia y que sabe expresar la crítica práctica del poder y de la
ideología. Ambas tradiciones, la del materialismo aleatorio y la de la
justificación idealista del poder no han parado de oponerse a lo largo
de toda la historia del pensamiento occidental, a menudo de forma
disimulada y mistificada. Althusser reconoce aquí que él también
incurrió, durante su primera experiencia de filósofo marxista, en una
desviación idealista ("el teoricismo") al escoger, como enemigo a batir,
esa calamidad del pensamiento socialista representado por el "diamat" (Dialektische Materialismus),
permaneciendo dentro del movimiento obrero oficial. Pero ahora los
tiempos han cambiado y esas estrategias teóricas no sirven para nada. Es
ya a partir de Maquiavelo cuando resulta explícita la larga tradición
que, desde Epicuro, alimenta la herejía y la lucha. Y es esta la base
sobre la que se abre el enfrentamiento ideológico en la filosofía y en
las ciencias.
En Maquiavelo, el materialismo aleatorio se erige sobre la modernidad.
En Spinoza, el materialismo aleatorio se presenta como punto de vista
global sobre la naturaleza, el hombre y la historia. La destrucción de
cualquier horizonte teleológico o, dicho de otro modo, la afirmación
positiva de una lógica del acontecimiento es una característica esencial
del materialismo aleatorio. Esta lógica aparece en Maquiavelo en el
momento en que la concepción del acontecimiento y de la historicidad se
realizan según el esquema "si... entonces...". La causalidad se somete
al carácter aleatorio de la superficie; y en Spinoza la causalidad se
produce totalmente en superficie, se suprime cualquier necesidad interna
y se ignora cualquier finalidad. Y todo ello por la simple razón de que
sólo el efecto califica la causa. Pero dejemos que sea Althusser, sin
intermediarios, quien nos diga qué es el materialismo aleatorio y cuáles
son sus principales características19.
Si se quiere ir más allá de las metáforas democríteas y epicúreas y si se anhela una metafísica del vacío, de los átomos y del "clinamen",
el sentido de la práctica filosófica en la modernidad (que se inspira,
sin embargo, en tales metáforas) se define, según Althusser, por medio
de la crítica más radical de la dialéctica, del humanismo y del
historicismo. La filosofía materialista (y la que Marx haya podido
inspirar después de su obra queda sujeta también a esta crítica) se
organiza como práctica teórica que, en el campo de batalla entre
ideologías que es la filosofía, mantiene e impone un punto de vista
antidialéctico, antihumanista, antihistoricista. La dialéctica no es
otra cosa que una de las modalidades del idealismo, y el historicismo es
sólo un disfraz del relativismo. Por lo que se refiere al humanismo, es
un producto típico de la cultura burguesa; esa es la razón por la que
debe ser destruido. Luchando contra estos adversarios, el materialismo
aleatorio nos muestra la historia como historicidad concreta y nos
presenta también al hombre no como sujeto de la historia, sino como
sujeto en la historia.
Así pues, en primer lugar, el materialismo aleatorio es un materialismo
"totalmente desnudo", algo que no sólo se concibe ya "en última
instancia", sino también como horizonte de la presencia, como algo que
existe siempre, cualquiera que sea el orden o el desplazamiento de los
dominantes estructurales. En segundo lugar, el materialismo aleatorio
aparece en tanto que afirmación de la historicidad: "Geschichte" contra "Historia", "res gestae" contra "historia rerum gestarum".
Y en tercer lugar, completaríamos el cuadro: el hombre en la historia,
como sujeto en la historia, en esa apertura sin finalidad ni necesidad,
pero simplemente disponible ante todo lo aleatorio y ante todos los
acontecimientos para construir en ese terreno las prácticas adecuadas.
Establecer, en filosofía, "posiciones" ("Tesis"); recorrer, en la
práctica, caminos que se reabren sin descanso, tendencias que se
bifurcan continuamente... En el materialismo aleatorio todo está
determinado, pero determinado "fuera de tiempo".
Llegamos de este modo a una magnífica definición filosófica que nos hace
volver a la explicación del vínculo existente entre crisis, contenido
ontológico comunista e indeterminismo absoluto de la superficie. En el
materialismo aleatorio, "cualquier determinación en acto se muestra como
variable aleatoria de una invariante tendencial existente"20.
Esta afirmación althusseriana resulta perfectamente comprensible si la
determinación en acto se concibe como práctica teórica, es decir, como
enunciación de tesis; la variable aleatoria como el acto histórico de
afirmación en la libertad abierta de la superficie, y la "invariante"
tendencial como el contenido ontológico comunista que alimenta la
libertad de los sujetos en la historia. Es en el seno de esta maraña
teórica donde podemos afirmar el primado de la filosofía y la política,
después de haber realizado, amparándonos en el materialismo aleatorio,
en sus métodos, en sus aperturas, una revisión "desgarradora" de la
dialéctica, del concepto de mediación, de la perspectiva de la
transición y, por tanto, de la concepción del socialismo ("un montón de
conceptos bastardos y perniciosos"). Y es en el seno de nuestra apuesta,
completamente antiteleológica y aleatoria, donde podemos entender la
importancia del movimiento ideológico y político, intersticial y/o
marginal, de las masas. Liberémonos de los mitos, de todas las
concepciones lineales de la transición, sujetémonos al primado de la
existencia (que es el primado del comunismo, que existe en tanto que
práctica). El camino de la práctica teórica es posible si comprendemos
que la ruptura de la continuidad del proceso revolucionario se produce
en torno a un hecho fundamental: el desplazamiento, que es definitivo,
de la lucha de clases hacia fuera de la economía y de la política y en
dirección a la ideología. En la lucha de clases en la ideología es donde
se decidirá la lucha de clases en general, la lucha contra la
explotación. El "giro lingüístico" que, con Wittgenstein y después de él
(y que los filósofos franceses, salvo, parcialmente, Derrida y Deleuze,
no han entendido) nos propone la filosofía, es un giro histórico, pues
expresa el paso de los dominantes de la estructura productiva desde la
producción material a la producción inmaterial (que es donde hay que
luchar). Existe la posibilidad de lograr, como lo hizo Marx, que los
márgenes se conviertan en el centro21.
La potencia de lo negativo
En el desarrollo de la teoría del materialismo aleatorio, Althusser va,
sin embargo, más allá de las anteriores intuiciones vagas a propósito de
la función de los "márgenes" y los "intersticios" en la organización
del ser real. Althusser intenta también definir una perspectiva general
de liberación o, mejor dicho, las condiciones de una práctica adecuada.
Poco a poco su atención se va concentrando en un asunto que el estudio
de Maquiavelo había suscitado ya y que va ocupando cada vez un lugar más
importante: la potencia de lo negativo, es decir, el lugar y la
dimensión que lo negativo, que el vacío, alcanzan en la actual
fenomenología del ser real y las determinaciones prácticas que resultan
de ello. Como ya hemos indicado, la totalización posmoderna del poder
despoja a la dialéctica de cualquier posibilidad. En consecuencia, el
lleno del poder se relaja en tanto que pura negatividad exaltada, en
tanto que simple superestructura del vacío. Al convertirse la ideología
en el único ámbito de racionalidad económica, social y política,
concentra en sí la totalidad de la insignificancia y conduce a cualquier
experiencia de resistencia a la irracionalidad.
Esta es la situación en la que nos encontramos y en la que el
materialismo aleatorio debe mostrar su capacidad. Se trata de una
situación en la que la práctica teórica, la resistencia, la potencia,
sólo pueden expresarse en el umbral del ser, en los límites del vacío.
No es ya en el margen, en el intersticio, sino en la extremidad de una
totalidad vacía, en el límite, donde debe emplearse la práctica teórica
para construir las condiciones de la subversión. Como en la gran
mística, cualquier contacto y, con mayor motivo, cualquier compromiso
con el mundo, con el poder, resultan aquí definitivamente suprimidos.
Además de a la dialéctica, a la mediación, al socialismo, el lenguaje
mismo debe sustraerse a la tentación de reproducir lo real. Esta mística
de la subversión y este nuevo lenguaje serán materialistas y
aleatorios. ¿Cómo resolver, no obstante, la paradoja de una percepción
del vacío que subvierte su insignificancia y que se expresa de manera
materialista y práctica? ¿Cómo establecer un pensamiento de la práctica
decididamente materialista como fundamento de esa negatividad? ¿Cómo
reconstruir el valor de la lucha de clases? ¿De qué modo puede surgir de
la negatividad la potencia en la práctica? La respuesta a estas
preguntas, y a ellas se refiere el pensamiento de Althusser (en los años
ochenta, los años de mayor retroceso de la práctica y del pensamiento
revolucionarios), sólo puede ser teórica22. En el ámbito de
la teoría, intentaremos formularla en el párrafo siguiente. Pero a pesar
de ello, Althusser realiza un esfuerzo muy grande para dar a todas esas
preguntas una respuesta que sea también práctica. Para ello, recurre a
un ejemplo único y privilegiado: al estudio de la teología de la
liberación suramericana23, donde se encuentra con la puesta
en práctica de ciertas hipótesis teóricas que forman parte de la
perspectiva de la potencia de lo negativo.
¿En qué consisten, en relación con el ejemplo indicado, esas hipótesis
práctico-teóricas? Habría que concentrarse en algunos puntos que
conviene resumir. En la teología de la liberación, Althusser percibe,
ante todo, un materialismo puro, un materialismo "totalmente desnudo"
que se articula en torno a ciertos verbos (comer, beber, vestirse) que
son tan propios del marxismo como del lenguaje del "Juicio universal".
Podríamos hablar, más que de una teología materialista (este concepto,
como en otro tiempo ocurrió con el de materialismo dialéctico, produce
la misma impresión cómica que se experimentaría al oír hablar de un
"logaritmo amarillo"), de un materialismo de origen cristiano, de una
práctica materialista con influencia religiosa. Hasta aquí lo que se
refiere a los contenidos. En segundo lugar, la hipótesis práctica se
articula en torno a una definición de la pobreza como sujeto que reclama
con urgencia la acción. "El choque de la miseria sin nombre es el
primum movens de esta teología. Los teólogos de la liberación han
acudido lo más aprisa posible. Cristo ha acudido lo más aprisa posible".
Esa es la razón por la cual la teología de la liberación se fija en el
sujeto, haciéndolo —desde la perspectiva de Althusser, que es una
perspectiva no metafísica o, mejor dicho, posmetafísica en tanto que
posburguesa— al margen de la connotación metafísica del sujeto propia
del racionalismo burgués. El nuevo sujeto se define, sobre todo, a
partir del lugar irracional de sus necesidades y de su práctica.
Finalmente, por lo que se refiere al método, la práctica de ese pueblo
de pobres se define, no tanto en el marco de una teoría de la redención,
como en una perspectiva práctica de liberación (que es una práctica
crítica, concreta, revolucionaria).
En este punto, señala Althusser, la práctica puede expresarse de nuevo,
en el seno de nuevas condiciones de aplicación, como establecimiento y
desarrollo del "vacío de una gran distancia conquistada" con respecto a
cualquier concepción idólatra —contra la idolatría del dinero o contra
la superstición de un Dios fundador y garante del orden social. El
vacío, o como aparece mencionado en otros textos de todo ese último
Althusser24, "el vacío infinito de una distancia conquistada"
frente a todas las concepciones dialécticas y, en general, idealistas;
un sentimiento de vacío que presenta todas las características de la
aprehensión negativa y mística del ser (las referencias de Althusser van
desde Eckhart a Silesius y de Nietzsche a Heidegger) —pero se trata de
un "distanciamiento" que, precisamente en su extremidad, hace emerger
nuevamente un emplazamiento capaz de un máximo de posibilidades, el
espacio de la potencia. No es casualidad que Althusser discuta aquí
acerca de las fuentes de la interpretación cristiana (agustiniana,
franciscana) del concepto aristotélico de potencia en tanto que
posibilidad creativa; pero también acerca de las posiciones vitalistas
que, criticando ásperamente el positivismo, destruyen el oropel
cientificista y describen el horizonte de la necesidad por medio de las
imágenes del caos y del acontecimiento. Así pues, el materialismo
aleatorio queda explicado a partir de otro punto de vista, no sólo en
tanto que establecimiento de una alternativa teórica, sino como
establecimiento práctico de una totalidad subvertida; en tanto que
máxima tensión de una distancia y una pobreza que son, no sólo en lo
paradójico sino en el ser real, el único foco de acción potente.
Maquiavelo filósofo o el lanzamiento del ser
Feuerbach escribió que cualquier filosofía nueva se anunciaría por medio
de una palabra nueva. Para él la nueva noción era la de hombre; para
Althusser la palabra nueva es "azar [aléa]". Llegados a este punto, puede aparecer la dimensión filosófica de Maquiavelo25.
Una dimensión filosófica que crea lo político nuevo, que lo organiza en
general como figura del ser. El "azar"; pero un "azar" que "ninguna
tirada de dados" podrá abolir nunca ("la tirada de dados que nunca abolirá El azar")
(sic). Mallarmé, con su tirada de dados, podía pensar aún que
determinaba el ser: Se trataba de una operación dialéctica. Dialécticas
aparte, la tirada de dados sólo determina el ser en la medida en que lo
muestra como ser negativo, como vacío. En ese juego, lo que ocupa el
papel principal no es la determinación sino el simple "lanzamiento del
dado". "El lanzamiento" es un "azar" (la determinación es aleatoria, no
dialéctica; y si el "lanzamiento" determina el ser lo hace sólo en tanto
que vacío de predeterminación, de finalidad, de fijeza). La
determinación es lo indeterminado: "’tirada’ para acercarse a la tirada
del ser de Heidegger o a la apertura del vacío". En el interior de este
vacío se abren las infinitas posibilidades de intervención
desconstructiva de la fijeza de lo real, de la ideología dominante, y
también innumerables posibilidades para la práctica revolucionaria, tal y
como ha sido definida desde Epicuro, pasando por la "revolución
permanente" y el maoísmo. La filosofía es siempre, pura y simplemente,
política. El materialismo dialéctico, y también todas las demás formas
bastardas de materialismo, sólo pueden superarse llevando hasta sus
últimas consecuencias la definición de la filosofía como "Kampfplatz",
como terreno en el cual actúan los diferentes caracteres aleatorios de
las posiciones. Pero la única posición verdaderamente filosófica es la
que asume el lanzamiento del Ser, el "lanzarse" en el ser en tanto que
exclusiva. La filosofía del materialismo aleatorio se parece a algunos
héroes del Oeste americano que suben al tren en marcha y se dejan
conducir a donde el tren les lleva. Ese héroe filosófico no tiene nada
que ver con el materialista que, burocráticamente, consulta el horario y
decide el destino de su tren. El filósofo del materialismo aleatorio es
un nuevo agitador IWW26* que lleva la revolución a donde le
conduce el ser. Si nos trasladamos, de manera maquiaveliana o marxista,
desde la metáfora a la imagen filosófica, podremos describir lo real, no
ya como una verticalidad que conduce desde una parte alta hasta una
zona baja, desde una cumbre hasta un valle, desde el Estado y el centro
capitalista a la sociedad y a los circuitos de la producción, sino como
una superficie en la que tendríamos un centro, una circunferencia
compacta, y márgenes que se extenderían más allá de los límites de la
circunferencia. Si analizamos el centro descubriremos que es un espacio
vacío. En él se concentran el Estado, los partidos políticos, los
hacedores ideológicos del Estado, pero carece por completo de
consistencia; es un agujero vacío creado sólo por la ideología. Si
analizamos la circunferencia que rodea el centro vacío advertiremos la
existencia de esta sociedad posmoderna que la unificación continua y
contigua de los AIE ha producido. Este círculo es el todo, el todo de la
dialéctica, el triunfo de la filosofía hegeliana del espíritu objetivo
(la realización absoluta del espíritu, el "fin de la historia", como
Kojève comprendió perfectamente). La historia se resuelve aquí en la
administración; la realización eficaz de la obra de los AIE se muestra
como orden, regularidad, espesor insignificante de lo real. Y, por
último, tendríamos el tercer espacio, el espacio situado más allá de lo
real, el espacio que aparece allá donde el todo burocrático sitúa su
límite: "traspasado este límite, los billetes no son ya válidos", como
decía Queneau a propósito del metro de París. Ese tercer espacio es el
margen, el único lugar vital, porque está constituido por los
"lanzamientos del Ser". Este margen descansa en el círculo de la
totalidad y le inyecta las resistencias y los islotes de comunismo a
través de los intersticios. Pero, sobre todo, de este margen proceden
los movimientos libres de reconstrucción cultural, además de momentos de
existencia colectiva comunista al margen de la explotación y de la
opresión política. La filosofía se introduce en el pueblo, construye
nuevos sujetos y se extiende agresivamente contra el vacío del centro y
su círculo; vacío el primero, ideológico el segundo e insustanciales
ambos. He aquí la enseñanza de Maquiavelo, el filósofo; y he aquí que de
este modo se recomponen todos los hilos que se habían tejido en la
última etapa del pensamiento de Althusser en torno a la imagen de una
refundación de lo político que encontró en Maquiavelo a su filósofo. En
la sociedad de lo posmoderno, que la acción de los AIE ha construido
como sociedad compactamente ideológica, no hay ya espacio ni siquiera
para la ficción de la dialéctica. En eso consiste la ruptura que hemos
sufrido y soportado, ruptura que el movimiento socialista es
orgánicamente incapaz de superar. Pero esta sociedad posmoderna,
compacta e ideológicamente organizada, esta sociedad del fin de la
historia, es vacía, insignificante y totalmente negativa. El
totalitarismo que la sostiene y la representa es frágil. Lo aleatorio es
la característica ontológica de esta estructura. Más allá de sus
límites, en sus fronteras y solamente en ellas, se desarrolla una
ontología nueva, una ontología de la resistencia y de la potencia. En el
interior de esos márgenes la subversión completa de la totalidad
central está dada, o mejor dicho, se construye como redescubrimiento
continuo de lo aleatorio de las estructuras del poder, de la vacuidad
del centro. En el terreno de la ideología, completamente afirmado ya, y
concentrando en sí las dimensiones del ser, se desarrolla la
resistencia, la búsqueda del comunismo. En resumen, Althusser lleva
hasta sus últimas consecuencias los principios críticos a partir de los
cuales cambió el análisis del pensamiento de Marx en los años sesenta, y
elabora una prolongación de este análisis en la sociedad capitalista de
la subsunción real, donde la lucha contra la ideología es también una
lucha contra la explotación en la producción. No resultará fácil
enterrar esta intuición del futuro, de la lucha comunista por venir.
Esta contribución no habría sido posible sin la ayuda fraternal de Yann Moulier-Boutang, autor de Louis Althusser. Una biografía, vol I, Grasset, París, 1992; tampoco sin la colaboración de los archivos del IMEC, donde están ya reunidos los papeles de Louis Althusser. Mi agradecimiento a Yann Moulier-Boutang y a Olivier Corpet, director del IMEC.
Esta contribución no habría sido posible sin la ayuda fraternal de Yann Moulier-Boutang, autor de Louis Althusser. Una biografía, vol I, Grasset, París, 1992; tampoco sin la colaboración de los archivos del IMEC, donde están ya reunidos los papeles de Louis Althusser. Mi agradecimiento a Yann Moulier-Boutang y a Olivier Corpet, director del IMEC.
Texto recogido y ligeramente modificado de este sitio.
1 L. Althusser,
Intervention au Colloque de Venise sur la crise du marxisme, noviembre
de 1977 (hojas manuscritas, archivos del IMEC. Ver también L. Althusser
Enfin la crise du marxisme, en Il Manifesto, Pouvoir et opposition dans
les sociétés post-révolutionnaires, Le Seuil, París, 1978, p. 242-253.
2 L. Althusser, Thèses de juin 1986 (hojas mecanografiadas, archivos del IMEC)
3 L. Althusser, L’avenir dure longtemps, Stock-IMEC, París, 1992, p. 217.
4 L. Althusser, Sur la philosophie marxiste (hojas manuscritas, archivos del IMEC)
5 L. Althusser, Ce qui ne peut durer dans le PCF, Maspéro, París, 1978.
6 L. Althusser, L’avenir
dure longtemps, cit., pp. 231 y 233; Thèses de juin, cit.; Postface à
l’interview de F. Navarro (hojas mecanografiadas, archivos del IMEC).
7 Cahiers Machiavelli, 1962-1963 (Archivos del IMEC)
8 L. Althusser, La solitude de Machiavel, in "Futur antérieur", París, L’Harmattan, nº1, p. 26-49, primavera de 1990.
9 L. Althusser, La solitude de Machiavel, (hojas manuscritas, archivos del IMEC)
10 L. Althusser, L’avenir dure longtemps, cit., p. 233.
11 Ibíd., p. 207 ss.
12 Ver el manuscrito Spinoza, parte integrante de los trabajos de la autobiografía, 1986 (mecanografiado, archivos del IMEC).
13 L. Althusser, Lire le Capital, Maspéro, París, 1965, volumen II, p. 50 y p. 171.
14 L. Althusser, L’avenir dure longtemps, cit., p. 217-218.
15 J.M. Vincent, La lecture
symptomale chez Althusser, intervención en el coloquio de la
Universidad París VIII-Saint-Denis sobre Althusser, noviembre de 1991.
16 L. Althusser, L’avenir
dure longtemps, op. cit., p. 226 y otras. Cf. J. Rancière, Sur la
théorie de l’ideologie. La politique d’Althusser, en "L’homme et la
société", nº 27, Editions Anthropos, 1973.
17 Es especialmente en el
Postface à l’interview Navarro, op. cit., donde Althusser introduce el
concepto de "sociedad de comunicación".
18 L. Althusser, Filosofía y marxismo. Entrevista por F. Navarro, Siglo XXI editores, Méjico, 1988.
19 L. Althusser, Entrevista
Navarro, op. cit.; Postface, cit.; Thèses de juin, cit.; Sur le
matérialisme aléatoire (hojas manuscritas, archivos del IMEC).
20 Thèses de juin 1986, op. cit. En este escrito, a continuación, podremos seguir el desarrollo del razonamiento de Althusser.
21 También se puede ver esto en las Thèses de juin y en el Postface Navarro.
22 L. Althusser, Thèses de juin 1986, op. cit., Tesis II.
23 L. Althusser, Sur la
théologie de la libération. Suite à un entretien avec le P. Breton, 28
de marzo de 1985 (hojas manuscritas, archivos del IMEC).
24 L. Althusser, Conversation avec le P. Breton, 7 de junio de 1985 (hojas manuscritas, archivos del IMEC).
25 L. Althusser, Machiavel philosophe, 11 de julio de 1986 (hojas manuscritas, archivos del IMEC).
26 IWW: International
Worlers of the World, o "wobblies", militantes sindicalistas
revolucionarios de los Estados Unidos que, a comienzos de siglo,
viajaban "clandestinamente" en los trenes.
* La nota anterior contiene
dos errores. El nombre de la organización cuyas siglas son IWW es
Industrial Workers of the World (N. del T.).
Fuente: ARTILLERÍA INMANENTE
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