PICICA: "Leopoldo María Panero
(Madrid, 1948) es un poeta desarraigado, un hombre desclasado que
trabaja con sus versos contra la sociedad y contra él mismo, un ser que
sufre del complejo de autodestrucción y que transforma ese complejo, esa
autodestrucción, en obra de arte. Un maldito, en definitiva. Leopoldo
María Panero, aquejado de malditismo, se suicida a cámara lenta y, de
esta manera, es capaz de hacer su obra con prisas, iluminada con
destellos e impulsada, paradójicamente, por ese descenso hacia el fondo
del abismo que, en realidad, busca truncar con violencia, dejar
inacabada, esa misma obra. Panero, que busca la poesía en la
abominación, reivindica como clave poética la máxima de Mallarmé: «La destruction fut ma Beatrice» (1).
En este caldo de cultivo, el poeta
maldito Panero vive de conjurar lo oscuro, lo telúrico, de atraer el
misterio, de investigar en el tarot y la alquimia. Persiguiendo lo
luciferino como fuente de inspiración. El maldito siempre se reconoce a
sí mismo en el área de influencia de Satán. Sin embargo, no es hasta
1987 (con treinta y nueve años) cuando aparece publicado en Poemas del manicomio de Mondragón (Hiperión) su “Himno a Satán”,
composición de profunda alabanza que ensalza la figura del ángel caído.
Una pieza de marcado carácter exaltado, bordeando cierta inocencia al
establecer relación tan íntima con tamaña fuerza maligna. El poeta,
ajeno, gozoso (“yo que nací del excremento/te amo”), vislumbra en Satán a ese ser con quien compartir la vida y el destino"
Leopoldo María Panero
(Madrid, 1948) es un poeta desarraigado, un hombre desclasado que
trabaja con sus versos contra la sociedad y contra él mismo, un ser que
sufre del complejo de autodestrucción y que transforma ese complejo, esa
autodestrucción, en obra de arte. Un maldito, en definitiva. Leopoldo
María Panero, aquejado de malditismo, se suicida a cámara lenta y, de
esta manera, es capaz de hacer su obra con prisas, iluminada con
destellos e impulsada, paradójicamente, por ese descenso hacia el fondo
del abismo que, en realidad, busca truncar con violencia, dejar
inacabada, esa misma obra. Panero, que busca la poesía en la
abominación, reivindica como clave poética la máxima de Mallarmé: «La destruction fut ma Beatrice» (1).
En este caldo de cultivo, el poeta
maldito Panero vive de conjurar lo oscuro, lo telúrico, de atraer el
misterio, de investigar en el tarot y la alquimia. Persiguiendo lo
luciferino como fuente de inspiración. El maldito siempre se reconoce a
sí mismo en el área de influencia de Satán. Sin embargo, no es hasta
1987 (con treinta y nueve años) cuando aparece publicado en Poemas del manicomio de Mondragón (Hiperión) su “Himno a Satán”,
composición de profunda alabanza que ensalza la figura del ángel caído.
Una pieza de marcado carácter exaltado, bordeando cierta inocencia al
establecer relación tan íntima con tamaña fuerza maligna. El poeta,
ajeno, gozoso (“yo que nací del excremento/te amo”), vislumbra en Satán a ese ser con quien compartir la vida y el destino:
Himno a Satán
«Ten piedad de mi larga miseria»
“Le fleurs du mal”, Charles Baudelaire
Tú que eres tan sólouna herida en la paredy un rasguño en la frenteque induce suavementea la muerte.Tú ayudas a los débilesmejor que los cristianostú vienes de las estrellasy odias esta tierradonde moribundos descalzosse dan la mano día tras díabuscando entre la mierdala razón de su vida;yo que nací del excrementote amoy amo posar sobre tusmanos delicadas mis heces.Tu símbolo es el ciervoy el mío la luna:que caiga la lluvia sobrenuestras facesuniéndonos en un abrazosilencioso y cruel en quecomo el suicidio, sueñosin ángeles ni mujeresdesnudo de todosalvo de tu nombrede tus besos en mi anoy tus caricias en mi cabeza calvarociaremos con vino, orinay sangre las iglesiasregalo de los magosy debajo del crucifijoaullaremos.
Antes de continuar con el análisis,
explicaré que no es azaroso que Leopoldo escoja la composición poética
del himno, pues el himno se ha utilizado fundamentalmente para ensalzar a
Dios, la Virgen o los santos, así como también a grandes hombres o
sucesos memorables; o sea, el poeta desea, ya desde el título, estrellar
lo consabido, las convenciones religiosas imperantes, con su visión de
Satán. Una visión formada en los momentos de exaltación por el
descubrimiento de la imponente figura de Lucifer. El maldito Panero
escribe estos versos enamorado (“desnudo de todo/salvo de tu nombre”). Incluso imagina, con cierto candor, fechorías que llevar a cabo en compañía de Satán (“rociaremos con vino, orina/y sangre las iglesias”).
El resultado, en mi opinión, es admirable: un gran poema de amor, un
amor sumiso y frágil, por supuesto, un amor fruto de la idealización del
poeta sobre un ente de enorme poder.
En cualquier caso, no debió quedar
totalmente satisfecho, o, mejor dicho, su filiación con Satán evolucionó
a lo largo de los siguientes años hasta que en 1994, dentro del
poemario Orfebre (Visor), vuelve a publicar otro “Himno a Satán” y, curiosamente, ofrece tres versiones del mismo:
Himno a Satán
Solo la nieve sabela grandeza del lobola grandeza de Satánvencedor de la piedra desnudade la piedra desnuda que amenaza al hombrey que invoca en vano a Satánseñor del verso, de ese agujeroen la páginapor donde la realidad cae como agua muerta.
Himno a Satán (2ª versión)
La grandeza del lobono es penumbrani airees solo el fulgor de una sombrade un animal herido en el jardínde noche, mientras tú llorascomo en el jardín de un animal herido.
Himno a Satán (3ª versión)
Los perros invaden el cementerioy el hombre sonríe, extrañadoante el misterio del loboy los perros invaden la calley en sus dientes brilla la lunapero ni tú ni nadie, hombre muertoespectro del cementeriosabrá acercarse mañana ni nuncaal misterio del lobo.
En estas tres versiones se observa que el poeta se posiciona a mayor distancia de Satán que en el Himno
de 1987. Una distancia más real, en este caso, pues antes la
idealización ya comentada hacía parecer próximo lo que sin duda estaba a
años luz. Se intuye también que esa extensión que Panero coloca entre
él y Satán nos quiere poner en aviso sobre la enormidad, y la fatalidad,
que acarrea la tarea de intimar con Satán. De ahí que en estos nuevos
versos Leopoldo introduce, principalmente, el concepto de “misterio”.
También es de destacar la presencia del lobo: el diablo, ahora lejano,
misterioso, es abordado mediante la identificación con el lobo. Lejos de
la seguridad anterior, del trato de cercanía autoimpuesta del primer
himno, reconoce el poeta su auténtico desconocimiento de Satán (“Solo la nieve sabe…”) a pesar del esfuerzo realizado para aproximarse (“ni tú ni nadie, hombre muerto/…/sabrá acercarse ni mañana ni nunca/al misterio del lobo”).
Es notorio el poso dejado por las batallas libradas en el alma del
poeta, las heridas sufridas. La exaltación es mucho menor en este himno,
las alabanzas a Satán son más veladas. El poema rezuma deshumanización y
dolor (“de noche, mientras tú lloras/como en el jardín de un animal herido”).
Además, no queda ni rastro de amor. El amor era imposible desde el
inicio. El diablo no ama. Eso sí, aún pervive la sumisión (“…Satán/señor del verso…”), la necesidad de Satán en su concepción de la poesía.
Panero acierta, en mi opinión, al
escribir estas tres versiones, ninguna de ellas perfectamente
trabajadas, pero que contempladas en conjunto, leídas con y sin orden,
ofrecen una composición no rígida, abierta a que cada uno de los
lectores compongan con los materiales sugeridos ese misterio que es
Satán.
No obstante, tampoco estas tres
versiones complacieron a Leopoldo, es decir, tampoco estos tres himnos
conservaron su validez con el transcurso de los años. El poeta no le
vuelve la cara a Satán, persiste, y así en 1998, en el poemario titulado Guarida de un animal que no existe (Visor), publica un nuevo Himno,
esta vez dedicado a Satanás. El cambio en el tratamiento de la figura
luciferina no es radical, el nombre se modifica muy escasamente. El
porqué trastoca el título me es desconocido. Aventuro que el poeta
quiere desmarcarse de los himnos precedentes, porque por fin ha
encontrado algo real y quiere evidenciarlo desde el inicio, pero sin
desconectarse de las anteriores composiciones para que podamos seguir el
hilo de su filiación satánica. Este hecho le da al “Himno a Satanás” cierto cariz de himno definitivo (2):
Himno a Satanás
A Belfegot, dios pedo o crepitusTú que modulas el reptar de las serpientesde las serpientes del espejo, de las serpientes de la vejeztú que eres el único digno de besar mi carne arrugada,y de mirar en el espejoen el que solo se ve un sapo,bello como la muerte:tú que eres como yo adorador de nadie:ven aquí, heconstruido este poema como un anzuelopara que el lector caiga en él,y reptehúmedamente entre las páginas.
* * *
Los pájaros vuelan sobre tus ojosy la calavera de un caballo dibuja la silueta de la mentirade la mentira de Dios en una habitación a oscurasdonde vuelan los pájaros
Como podemos comprobar, Leopoldo María
Panero retorna al plano de mayor cercanía que atisbó en su primer himno.
Además repite las fórmulas de 1987 para comenzar el poema y en un par
de versos: “Tú que…”/ “Tú que eres…” Sin embargo, en
contra de lo que pudiera parecer, este himno de 1998 se encuentra en las
antípodas del de hace doce años, pues donde antes Leopoldo le confesaba
su amor a Satán, ahora, en cambio, el poeta no adora a nadie
igualándose, en consecuencia, a Satanás (“tú que eres como yo adorador de nadie”)
y cayendo de esta forma, ineluctablemente, en la soledad. La soledad
que no es nombrada, pero que cohesiona toda la composición. Una soledad
abismal, absoluta, rotunda. La deshumanización se ha completado. La
alabanza a Satanás es meramente testimonial. En estos versos el poeta
nos habla mucho más de él mismo que de Satanás. El poeta toma el
protagonismo y se dibuja encerrado, centro único de un mundo saqueado.
Satanás no es ya un misterio. Tampoco es exaltado el diablo como una
figura poderosa. El tono al principio, en la dedicatoria, es más bien
burlón (“A Belfegot, dios pedo o crepitus”). Leopoldo, incluso, lo llama sin la más mínima ceremonia (“Ven aquí…”)
para que su presencia confiera vida al poema; poema que, en realidad,
es una astucia para atraer la compañía del lector a su destierro, para
existir como poeta desde tan lejos de todo (“…he/construido este poema como un anzuelo/para que el lector caiga en él”).
Ni rastro de amor, ni rastro de sumisión. Podría decirse que el poeta
maldito Leopoldo María Panero, tras tantos esfuerzos, lo ha conseguido.
Se trata con Satanás. El precio (que también es la consecuencia y aun el
motivo, el porqué) se describe en la coda del himno: la locura. O como
Panero la define, sintetizando con maestría,“la mentira de Dios”.
http://www.estanislaomorozco.blogspot.com.es
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NOTAS:
(1) «La destrucción fue mi Beatriz»
(2) Para este estudio sobre el “Himno a Satán” he utilizado la edición de Túa Blesa
publicada por Visor que recoge la poesía completa de Leopoldo María
Panero hasta el año 2000. Es por esta razón por lo que aclaro con esta
nota la palabra “definitivo” (sabiendo, además, que el carácter de
definitivo de cualquier hecho, excepto de la muerte, es relativo), pues
en este caso al haber Panero seguido publicando poemas tras el cambio de
milenio, al Panero aún escribir y aguantar el peso de la losa que la
vida impone tarde o temprano, bien pudiera faltar una nueva vuelta de
tuerca al “Himno a Satán” (ya fuese publicado posteriormente al 2000, ya
fuera que aún está por publicar). No habría problema en cualquiera de
los supuestos, este estudio tendría similar vigencia, la lectura debería
ser idéntica, tan solo habría que añadir al final un “Continuará…”.
Sobre el autor
Estanislao M. Orozco (Málaga, 1977) es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la UGR y posee un Máster en Gestión del Patrimonio Literario y Lingüístico Español. Actualmente prepara el doctorado en Literatura en la UMA. Es colaborador de la revista Manual de Uso Cultural que se edita en Málaga y de la revista Rocinante, de Quito (Ecuador). Ha publicado relatos en las revistas digitales Cinosargo, Pliego Suelto y Palabras Diversas.
Fuente: Revista de Letras
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