“Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. La famosa frase de Jameson, esgrimida a menudo por Žižek y sus acólitos, no ha dejado de resonar funestamente en el imaginario progresista de nuestro tiempo, pues da cuenta de una verdadera sensación general de estancamiento a nivel de la elaboración teórica de posibles futuros alternativos al sistema capitalista. En efecto, la superación del capitalismo suena cada vez más fantasiosa, incluso a pesar de un contexto de crisis económica global. Pero, ¿y si para generar un cambio radical no fuera necesario detener la maquinaria?  

Marx ya había señalado que el capitalismo lleva en su seno los vectores de su propia disolución. El próximo paso corresponde a notar que, ya que se nos hace cada vez más claro que no se puede detener el sistema, aún queda abierta la posibilidad de soltar las amarras y acelerarlo a fin de provocar su colapso.

Esta tesis, casi de ciencia ficción, ha sido resucitada en diversas instancias, particularmente en Francia bajo el influjo de los eventos de mayo del 68 y en Inglaterra en los años 90, impulsada por la figura del notable filósofo nihilista Nick Land. 

Hoy, contra todo pronóstico, la misma hipótesis parece regresar con fuerza, especialmente gracias al trabajo de Alex Williams y Nick Srnicek, dos jóvenes doctorandos de la London School of Economics, que publicaron en mayo del año pasado su notable Manifiesto para una política aceleracionista.

La idea de una revolución por medio del exceso me atrae y aterra a la vez. Intrigado, decidí contactar a Javier Urbina y Daniel Luna, dos intelectuales peruanos que han venido trabajando sobre este tema de manera vigorosa y que tienen pensado publicar próximamente un compendio de los textos fundamentales del pensamiento aceleracionista, una primicia en nuestra lengua. 

Ambos aceptaron la invitación. Inicialmente, la idea era entrevistarlos por e-mail, pero muy pronto la dinámica se transformó en la elaboración de un texto a dúo, lo que no deja de parecerme perfectamente afín al tema, ya que puede ser visto como un guiño a la dinámica establecida entre el filósofo Gilles Deleuze y el psicólogo Félix Guattari, cuyos textos El Anti-Edipo y Mil Mesetas son justamente dos de las principales fuentes de esta incipiente tradición filosófica.

Javier Urbina es psicólogo con formación psicoanalítica y asociado a la Nueva Escuela Lacaniana de Lima. Escribe en Critical Hit.

Daniel Luna es filósofo y profesor en la PUCP. Escribe en Vacío.

*

¿Qué es el aceleracionismo? 

Los orígenes filosóficos del aceleracionismo son esencialmente franceses y están muy bien sintetizados en las primeras páginas de The Persistence of the Negative de Benjamin Noys. Luego de Mayo del 68, muchos autores y activistas tuvieron como respuesta invocaciones a la disciplina leninista o maoísta. Sin embargo, algunos otros teóricos se embarcaron en una búsqueda cuasi-anarquista de liberación de toda forma de disciplina u organización, tanto de izquierda, como de derecha. Los autores más importantes que representan esta tendencia son Deleuze, Guattari, Baudrillard y Lyotard, fundamentalmente sus trabajos de la década de 1970. Al margen de sus importantes diferencias, lo que unifica a todos estos teóricos es, para Noys, el seguir una versión de la ya clásica máxima marxista que invoca el "agudizar las contradicciones". La idea es que si es cierto que el capitalismo genera sus propias formas de disolución, entonces el capitalismo debe ser radicalizado hacia su auto-destrucción. Y “mientras peor sea, mejor”. Esta tendencia es la que puede tipificarse propiamente como "aceleracionismo". 


la dupla deleuze -guattari

¿Cuál es el giro que toma el aceleracionismo luego con Nick Land?

Lo que se enfatiza aquí es que el capitalismo puede ser entendido como el principal motor de disolución de lo que podríamos llamar simplificadamente “lo tradicional”, donde priman relaciones de dominación e imposiciones esencialistas que terminan generando control a todo nivel. El problema para el aceleracionista, en este punto, no es que el capitalismo actual no genere disolución, sino que no lo hace lo suficiente. Digamos, un poco groseramente, que aquí no basta con eliminar valores feudales… la propia civilización burguesa debe ser erradicada también. Pero lo que termina ocurriendo, cuando uno sigue este tipo de diagnósticos, es que la agencia política deviene cada vez menos relevante dentro de un proceso capitalista que cada vez es más macro y decisivo (podríamos decir que la agencia se disuelve en la estructura… o en la propia agencia del capital global). De esta herencia proviene el aceleracionismo de Nick Land, a quien muchos consideramos por su nihilismo virulento como el Nietzsche de nuestra época. 


el filósofo inglés Nick Land

Land, filósofo inglés ahora radicado en Shanghái, en un inicio fue fuertemente influenciado en un momento por El Anti-Edipo de Deleuze y Guattari. En la práctica, el aceleracionismo landiano promueve políticas libertarias de liberalización y mercantilización total. Entonces es una especie de adscripción al neoliberalismo, aunque debido a razones profundamente nihilistas que buscan radicalizarlo con el fin de incluso superar al ser humano, pero para que advenga un techno-sapiens (una tecno-racionalidad avanzada con un arquitectura cognitiva más avanzada que la humana) y no un “superhombre”. Sin embargo, autores como Ray Brassier han mostrado los problemas ontológicos y riesgos políticos que este tipo de proyecto carga consigo, sobre todo en su formulación de la década de 1990.

En su formulación más contemporánea, al ir dejando de lado un poco la metafísica deleuzeana de la producción deseante, Land piensa al capitalismo como una singularidad virtual o como un individuo real. Es decir, el capitalismo no es una pura o mera dinámica social sino que opera como una entidad. Se trata de una entidad maquínica expansiva, cada vez más eficiente, resiliente y altamente adaptativa. Los humanos forman parte de esa máquina y se sirven, en mayor o menor medida, de la información vertida por la retroalimentación cibernética de su producción, pero ambas (la raza humana y la singularidad capitalista) son entidades diferentes. Podría decirse que desde esta mirada, la relación entre el capitalismo y los seres humanos es análoga a la de las neuronas y nuestro “yo”: si bien sin las neuronas difícilmente sería posible la experiencia de un fenómeno en el que me reconozco como siendo “yo”, esto no lleva a la conclusión de que las neuronas hacen o son el “yo”; ambas tienen existencias diferenciadas y atributos particulares, aunque se requieran en una modalidad de interrelación no lineal. 

Bajo la mirada de Land (de derecha exterior) tanto la política económica humana como sus procesos de decisión moral dañan el proceso expansivo de la singularidad capitalista y desaceleran el proceso evolutivo en pos de la optimización de sus propiedades emergentes, especialmente, la inteligencia. Por el contrario, cuando el hombre libera al capital y deja de intervenir en su control, acelera sus sistemas cibernéticos de alta frecuencia a nivel de la tecnología y el comercio y optimiza su inteligencia. Vale aclara que para Land la inteligencia no sería una cosa psicológica sino un sistema cibernético de retroalimentación acelerada y altamente adaptativa. Mientras más corto es el bucle de retroalimentación mejor (más inteligentemente) funciona el sistema.

¿Y qué se entiende entonces ahora que también se ha empezado a hablar de un “aceleracionismo de izquierda”?

Para los aceleracionistas de izquierda, cuyos principales representantes son Alex Williams y Nick Srnicek, la raíz fundamental del aceleracionismo es la modernidad científica y filosófica, fundamentalmente la Ilustración y el espíritu marxista que aboga por una emancipación de la humanidad en su conjunto. El punto es retomar la importancia de la ciencia y del conocimiento para promover un autodominio genuinamente autónomo y colectivo. Sin embargo, no solamente se piensa que la ciencia es causa de la libertad, sino que ésta también refuerza a aquella en una circularidad virtuosa. Es solamente liberando el desarrollo de la ciencia de los intereses del capital que la real liberación puede advenir (lo que antes era llamado “el desarrollo de las fuerzas productivas”). Para ellos, si queremos transformaciones radicales para con la humanidad y la sociedad, piénsese en la conquista espacial y nuevas formas de organización social que redunden en que trabajemos menos y disfrutemos más, requerimos de superar el neoliberalismo. Lo que el aceleracionista de izquierda vuelve a traer a colación es que el capitalismo, ahora en su fase neoliberal no solamente genera injusticia, miseria, explotación, etc., sino que además frena el progreso.

 la dupla Williams-Srnicek



¿Cuáles serían las principales críticas que cada concepción del aceleracionismo tendría para con la otra?

Para el aceleracionista landiano, el aceleracionismo de izquierda es otra teología política más que no reconoce que la izquierda es un motor de disolución, debido a que requiere de centralización, planificación, Estado, partido e incluso culto a la personalidad y nacionalismo (es “territorializante”). Realizar los ideales de izquierda termina en una construcción y reconstrucción de sistemas que apelan a elementos tradicionales, además de ser opresivos y obstaculizar el desarrollo científico y tecnológico (que para él siempre está ligado con el libre mercado), generando pobreza y muerte. En pocas palabras, el fracaso empírico del socialismo realmente existente es la refutación histórica de la idea comunista. 

Por su parte, el aceleracionismo de izquierda considera que su antagonista mantiene elementos tradicionales en su versión neoliberal (en su origen, valores victorianos) y que, debido a que está subordinado al capital, nada a largo plazo es posible, como la exploración espacial y la emancipación de la humanidad por vía de la tecnología que ya mencionamos. En el mejor de los casos, lo que hay es pasar año a año a tener teléfonos más bonitos con pantallas más grandes (un fetichismo de los gadgets), pero nada que resulte en un dramático cambio cualitativo.

Esto último podría ser cierto, pero está visto con una mirada de extremo corto plazo sorprendente en personas que dicen promover el aceleracionismo (que supone un proyecto de muy baja preferencia temporal y, por lo tanto, alta visión a futuro y generacional). Es cierto que en el plazo de 20 años los gadgets han aparecido cada pocos meses. Sin embargo, en lapsos largos uno también podría identificar un innegable progreso tecnológico que quizá ha sido posible gracias a la liberación del mercado y no a su control e inhibición. Lo correcto aquí sería evaluar seriamente el progreso científico y tecnológico desde los inicios de la modernización occidental y comparar rigurosamente en perspectiva si efectivamente se trata de pura “mediocridad”.

Al margen de sus intereses y proyectos divergentes, uno más nihilista-post-antrópico y el otro más ilustrado y humanista en sentido moderno, lo cierto es que en ambos casos se cuestionaría la aproximación de la teoría crítica que no tome en cuenta seriamente el estudio de la economía, la producción, la ciencia y la tecnología. Nada que dé cuenta de lo relevante para el aceleracionismo surgirá de una pura consideración simbólica, textual o lingüística. En ese sentido el aceleracionismo, tanto en Land, como en Williams y Srnicek, considera que la pura exégesis textual muchas veces presente en el “radicalismo chic” no entra en lo que constituye una discusión relevante sobre el futuro. Y que por más que se reclamen materialistas, en la práctica no son más que idealistas simbólicos. De ahí que frente a esta situación, sea el futuro lo que ambos tipos de aceleracionismos reclamen, tanto en la concepción de Land vía una especie de techno comercialismo posthumanista cyberpunk, como en el lado izquierdo de Williams y Srnicek a través de una especie de socialización colectiva que libere con la ciencia al ser humano de toda situación de dominación natural o social. 

¿Cuál es la posición de ambos en este debate?

No creemos que se trate de un debate. Y pensamos que puede ser equivocado y reduccionista contraponer el aceleracionismo de Land al aceleracionismo de izquierda como si fueran dos caras de una misma moneda. En realidad nos parece que la concepción landiana piensa la aceleración como un proceso ontológico, mientras que el aceleracionismo de izquierda tiene más una formulación más similar a un programa político. El Aceleracionismo como tal sería la vertiente que empieza con los filósofos franceses marxistas que mencionamos y que llega hasta Nick Land: la aceleración entendida como la optimización de la inteligencia de la singularidad capitalista a través de la intensificación de la actividad comercial y tecno-productiva per se, catalizando a su vez el progreso tecnológico y económico del homo sapiens, así como la generación y consolidación de su civilización (la idea de civilización aquí sería más de tipo anarco-capitalista: propiedad privada, libertad individual, baja preferencia temporal, amplia visión a largo plazo, etc.). 

Lo que debe quedar claro es que para el Aceleracionismo de lo que se trata es de optimizar la inteligencia de la máquina capitalista. Si bien el proceso civilizatorio humano es una consecuencia positiva de tal intensificación y liberación de la singularidad capitalista, su producción es un mero efecto secundario del fortalecimiento del “despotismo del capital” (expresión de Jacques Camatte, pero afín al diagnóstico). Podría decirse que incluso es éticamente válido hablar del sometimiento total a las condiciones del capital porque así el ser humano haría dos cosas a la vez: 1) desarrolla civilización y progreso tecnológico 2) optimiza la inteligencia hasta que ya no sea necesaria su instanciación biológica (el cuerpo humano). Sin embargo, de cierto modo Land reconoce que nada de esto podrá ser aceptado nunca si no se acepta como axiomática la “destrucción creativa” schumpeteriana y se acepta que para que la especie humana como especie pueda ganar hay siempre varios que tendrán que perder (esta también sería una de las líneas teóricas que un aceleracionista podría utilizar para debatir el tema de las desigualdades sociales, la pobreza o las crisis económicas). Es la única manera de disminuir nuestra preferencia temporal. Que pensemos que esto sea propiamente “aceleracionismo” obviamente no desautoriza al proyecto de Williams y Srnicek. Simplemente cuestiona que se inscriba dentro de la misma tendencia. Podría ser pensado como una híper ilustración marxiano-prometeica, pero no es tan claro para nosotros que conserve lo central de lo que es la tendencia aceleracionista.

¿Qué podría decirse desde el aceleracionismo sobre el Perú?

Sobre el Perú, en sentido macro, para ambos tipos de aceleracionismo lo que hagamos o dejemos de hacer es irrelevante por nuestra importancia marginal en la economía global y en el sistema de seguridad internacional (no tenemos realmente voz y voto en este entierro). Si se quisiera hablar a nivel “micro”, aun siendo conscientes de su inminente irrelevancia (quizá al modo de un contradictorio imperativo ético de la agencia individual), podría pensarse que el imperativo aceleracionista landiano sería la promoción de la mercantilización en la sociedad, disolviendo todo tipo de elemento tradicional en pro de una sociedad lo más techno-comercialista posible. Sería algo así como un neoliberalismo, pero ateo, nihilista y lo más liberalizador posible (un “neoliberalismo con rostro nihilista”).

En el caso de la izquierda, lo que se buscaría es también el desarrollo productivo y tecnológico, pero con vistas a beneficiar a la sociedad. Esto implicaría que haya un mayor empoderamiento y libertad de los individuos. El problema es que el aceleracionismo de izquierda a nivel local es impráctico porque demanda el elemento global del marxismo clásico (“no hay comunismo solamente en un único país”). Y es que, el aumento en beneficios sociales para los ciudadanos solamente sería viable con un aumento significativo de la producción. Uno puede distinguir entre el aumento producción y el carácter global de la superación del neoliberalismo, pero en este caso las dos cosas están íntimamente vinculadas debido a la importancia que se da a los problemas globales (principalmente demográficos y ecológicos). Lo otro sería caer en asistencialismo, populismo y medidas neo-keynesianas no sostenibles a futuro. O peor, ecologismos primitivistas que son todo menos realistas y viables (todo esto describe en buena cuenta el espectro de posiciones políticas de nuestra izquierda y de la latinoamericana).

En todo caso, lo que ambos hacen al repensar el futuro es introducir la posibilidad de la inteligencia artificial, solamente que en el lado de Williams y Srnicek esto parece anclado todavía a la subordinación a los intereses humanos. En el caso de Land la historia parece un proceso de intensificación donde en un punto se ha producido la singularidad tecno-capitalista y la humanidad deviene progresivamente irrelevante. Si queremos usar la imagen marxista clásica, para la izquierda de lo que se trata es de producir “proletarios tecnológicos” que sirvan a los seres humanos. Para la visión landiana, lo que se busca es la superación de la humanidad con esta nueva inteligencia evolutiva y cibernéticamente superior. Sin embargo, hay que entender que en esta posición no se trata de un proyecto irracional de obsolescencia humana o un hedonismo nihilista hiper-intelectual. Se trataría más bien de un proyecto de intensificación del producto evolutivo más extraordinario que ha sido creado (hasta donde sabemos hoy) en el universo: la inteligencia. La inteligencia debe ser preservada y fortalecida a toda costa porque sus escasez, al parecer cósmicamente absoluta, la hace el bien más preciado del universo (esta es una de las posibles consecuencias derivadas de la paradoja de Fermi). Entonces, si la inteligencia es lo más escaso que hay en el universo, el fundamento y el valor de su existencia es un tema económico, más que ético o político (quizá podría haber un acuerdo con la afirmación de Ray Brassier según la cual el pensamiento tiene intereses que no coinciden con los de los seres vivientes). En ese sentido preciso, nadie querría eliminar propiamente nada por el hecho de eliminarlas. Lo único que se desea es preservar e intensificar la inteligencia, por encima de cualquier consideración por sus instanciaciones presentes (por ejemplo, el ser humano). En esa línea también, no sería del todo correcto decir que el actual aceleracionismo landiano es nihilista y virulento. Es un proyecto plenamente optimista y afirmativo, pero absolutamente inhumano. 

Un punto importante a señalar acá es el tema de los recursos para una aceleración del capital tal como la plantea Land. Si realmente se tratara de acelerar la máquina a niveles cada vez más extremos de producción y consumo, ¿tarde o temprano esto no terminaría por destruir la Tierra? ¿No nos llevaría esto a una catástrofe ecológica mundial? La respuesta a esto es evidentemente afirmativa, pero también debe considerarse que las barreras propias de la constitución fisiológica y cognitiva del ser humano (o de otros seres vivios) no son barreras al capital (pues son entes diferentes). El proceso expansivo del capital no tendría por qué tener límites planetarios. Frente a la escasez de recursos terrestres la industria deberá necesariamente colonizar el espacio, minar primero la totalidad del centro de la Tierra y luego el resto de planetas, incluido el Sol (su energía es demasiado abundante y valiosa como para desperdiciarla). Si pensamos en una inteligencia completamente instanciada en otros soportes materiales que los biológicos (que son tan frágiles frente a las condiciones gravitacionales, a las extensas distancias espaciales y al paso del tiempo) no es difícil pensar en la posibilidad de una colonización espacial. Temas como estos ya fueron abordados por Krafft Ehricke en El imperativo extraterrestre y el mismo Land lo trabaja en su texto Lure of the void.

Al margen de estas especulaciones sobre el futuro que lindan con la ciencia ficción, resulta interesante tener hoy aproximaciones que vean los problemas económicos y sociales en perspectiva global, de la mano de disciplinas actuales y cuestionando lugares comunes teóricos y empíricos. Aun así, se trata de un debate que todavía no ha generado una producción que vaya más allá de manifiestos o buenas intenciones, sobre todo en el caso de los aceleracionistas progresistas. Así que todavía es muy pronto para pronunciarse sobre los logros y alcances que tales aproximaciones puedan conseguir.

Fonte: LAMULA.PE