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março 11, 2014
"Vectores de disolución" - Entrevista con Javier Urbina y Daniel Luna
PICICA: "La idea de una revolución por medio del exceso me atrae y aterra a la vez. Intrigado, decidí contactar a Javier Urbina y Daniel Luna,
dos intelectuales peruanos que han venido trabajando sobre este tema de
manera vigorosa y que tienen pensado publicar próximamente un compendio
de los textos fundamentales del pensamiento aceleracionista, una
primicia en nuestra lengua.
Ambos aceptaron la invitación.
Inicialmente, la idea era entrevistarlos por e-mail, pero muy pronto la
dinámica se transformó en la elaboración de un texto a dúo, lo que no
deja de parecerme perfectamente afín al tema, ya que puede ser visto
como un guiño a la dinámica establecida entre el filósofo Gilles Deleuze
y el psicólogo Félix Guattari, cuyos textos El Anti-Edipo y Mil Mesetas son justamente dos de las principales fuentes de esta incipiente tradición filosófica.
Javier Urbina es psicólogo con formación psicoanalítica y asociado a la Nueva Escuela Lacaniana de Lima. Escribe en Critical Hit.
Daniel Luna es filósofo y profesor en la PUCP. Escribe en Vacío."
Vectores de disolución
Sobre la posibilidad de acelerar el capitalismo en vista de generar su colapso.
Publicado: 2014-03-09
“Es más fácil imaginar el fin del mundo que el
fin del capitalismo”. La famosa frase de Jameson, esgrimida a menudo por
Žižek y sus acólitos, no ha dejado de resonar funestamente en el
imaginario progresista de nuestro tiempo, pues da cuenta de una
verdadera sensación general de estancamiento a nivel de la elaboración
teórica de posibles futuros alternativos al sistema capitalista. En
efecto, la superación del capitalismo suena cada vez más fantasiosa,
incluso a pesar de un contexto de crisis económica global. Pero, ¿y si para generar un cambio radical no fuera necesario detener la maquinaria?
Marx
ya había señalado que el capitalismo lleva en su seno los vectores de
su propia disolución. El próximo paso corresponde a notar que, ya
que se nos hace cada vez más claro que no se puede detener el sistema,
aún queda abierta la posibilidad de soltar las amarras y acelerarlo a fin de provocar su colapso.
Esta
tesis, casi de ciencia ficción, ha sido resucitada en diversas
instancias, particularmente en Francia bajo el influjo de los eventos de
mayo del 68 y en Inglaterra en los años 90, impulsada por la figura del
notable filósofo nihilista Nick Land.
Hoy, contra todo
pronóstico, la misma hipótesis parece regresar con fuerza, especialmente
gracias al trabajo de Alex Williams y Nick Srnicek, dos jóvenes
doctorandos de la London School of Economics, que publicaron en mayo del
año pasado su notable Manifiesto para una política aceleracionista.
La idea de una revolución por medio del exceso me atrae y aterra a la vez. Intrigado, decidí contactar a Javier Urbina y Daniel Luna,
dos intelectuales peruanos que han venido trabajando sobre este tema de
manera vigorosa y que tienen pensado publicar próximamente un compendio
de los textos fundamentales del pensamiento aceleracionista, una
primicia en nuestra lengua.
Ambos aceptaron la invitación.
Inicialmente, la idea era entrevistarlos por e-mail, pero muy pronto la
dinámica se transformó en la elaboración de un texto a dúo, lo que no
deja de parecerme perfectamente afín al tema, ya que puede ser visto
como un guiño a la dinámica establecida entre el filósofo Gilles Deleuze
y el psicólogo Félix Guattari, cuyos textos El Anti-Edipo y Mil Mesetas son justamente dos de las principales fuentes de esta incipiente tradición filosófica.
Javier Urbina es psicólogo con formación psicoanalítica y asociado a la Nueva Escuela Lacaniana de Lima. Escribe en Critical Hit.
Daniel Luna es filósofo y profesor en la PUCP. Escribe en Vacío.
*
¿Qué es el aceleracionismo?
Los
orígenes filosóficos del aceleracionismo son esencialmente franceses y
están muy bien sintetizados en las primeras páginas de The Persistence of the Negative
de Benjamin Noys. Luego de Mayo del 68, muchos autores y activistas
tuvieron como respuesta invocaciones a la disciplina leninista o
maoísta. Sin embargo, algunos otros teóricos se embarcaron en una
búsqueda cuasi-anarquista de liberación de toda forma de disciplina u
organización, tanto de izquierda, como de derecha. Los autores más
importantes que representan esta tendencia son Deleuze, Guattari,
Baudrillard y Lyotard, fundamentalmente sus trabajos de la década de
1970. Al margen de sus importantes diferencias, lo que unifica a todos
estos teóricos es, para Noys, el seguir una versión de la ya clásica
máxima marxista que invoca el "agudizar las contradicciones". La idea es
que si es cierto que el capitalismo genera sus propias formas de
disolución, entonces el capitalismo debe ser radicalizado hacia su
auto-destrucción. Y “mientras peor sea, mejor”. Esta tendencia es la que
puede tipificarse propiamente como "aceleracionismo".
la dupla deleuze -guattari
¿Cuál es el giro que toma el aceleracionismo luego con Nick Land?
Lo
que se enfatiza aquí es que el capitalismo puede ser entendido como el
principal motor de disolución de lo que podríamos llamar
simplificadamente “lo tradicional”, donde priman relaciones de
dominación e imposiciones esencialistas que terminan generando control a
todo nivel. El problema para el aceleracionista, en este punto, no es
que el capitalismo actual no genere disolución, sino que no lo hace lo suficiente.
Digamos, un poco groseramente, que aquí no basta con eliminar valores
feudales… la propia civilización burguesa debe ser erradicada también.
Pero lo que termina ocurriendo, cuando uno sigue este tipo de
diagnósticos, es que la agencia política deviene cada vez menos
relevante dentro de un proceso capitalista que cada vez es más macro y
decisivo (podríamos decir que la agencia se disuelve en la estructura… o
en la propia agencia del capital global). De esta herencia proviene el
aceleracionismo de Nick Land, a quien muchos consideramos por su
nihilismo virulento como el Nietzsche de nuestra época.
el filósofo inglés Nick Land
Land, filósofo inglés ahora radicado en Shanghái, en un inicio fue fuertemente influenciado en un momento por El Anti-Edipo
de Deleuze y Guattari. En la práctica, el aceleracionismo landiano
promueve políticas libertarias de liberalización y mercantilización
total. Entonces es una especie de adscripción al neoliberalismo, aunque
debido a razones profundamente nihilistas que buscan radicalizarlo con
el fin de incluso superar al ser humano, pero para que advenga un
techno-sapiens (una tecno-racionalidad avanzada con un arquitectura
cognitiva más avanzada que la humana) y no un “superhombre”. Sin
embargo, autores como Ray Brassier han mostrado los problemas
ontológicos y riesgos políticos que este tipo de proyecto carga consigo,
sobre todo en su formulación de la década de 1990.
En su
formulación más contemporánea, al ir dejando de lado un poco la
metafísica deleuzeana de la producción deseante, Land piensa al
capitalismo como una singularidad virtual o como un individuo real. Es
decir, el capitalismo no es una pura o mera dinámica social sino que
opera como una entidad. Se trata de una entidad maquínica expansiva,
cada vez más eficiente, resiliente y altamente adaptativa. Los humanos
forman parte de esa máquina y se sirven, en mayor o menor medida, de la
información vertida por la retroalimentación cibernética de su
producción, pero ambas (la raza humana y la singularidad capitalista)
son entidades diferentes. Podría decirse que desde esta mirada, la
relación entre el capitalismo y los seres humanos es análoga a la de las
neuronas y nuestro “yo”: si bien sin las neuronas difícilmente sería
posible la experiencia de un fenómeno en el que me reconozco como siendo
“yo”, esto no lleva a la conclusión de que las neuronas hacen o son el
“yo”; ambas tienen existencias diferenciadas y atributos particulares,
aunque se requieran en una modalidad de interrelación no lineal.
Bajo
la mirada de Land (de derecha exterior) tanto la política económica
humana como sus procesos de decisión moral dañan el proceso expansivo de
la singularidad capitalista y desaceleran el proceso evolutivo en pos
de la optimización de sus propiedades emergentes, especialmente, la
inteligencia. Por el contrario, cuando el hombre libera al capital y
deja de intervenir en su control, acelera sus sistemas cibernéticos de
alta frecuencia a nivel de la tecnología y el comercio y optimiza su
inteligencia. Vale aclara que para Land la inteligencia no sería una
cosa psicológica sino un sistema cibernético de retroalimentación
acelerada y altamente adaptativa. Mientras más corto es el bucle de
retroalimentación mejor (más inteligentemente) funciona el sistema.
¿Y qué se entiende entonces ahora que también se ha empezado a hablar de un “aceleracionismo de izquierda”?
Para
los aceleracionistas de izquierda, cuyos principales representantes son
Alex Williams y Nick Srnicek, la raíz fundamental del aceleracionismo
es la modernidad científica y filosófica, fundamentalmente la
Ilustración y el espíritu marxista que aboga por una emancipación de la
humanidad en su conjunto. El punto es retomar la importancia de la
ciencia y del conocimiento para promover un autodominio genuinamente
autónomo y colectivo. Sin embargo, no solamente se piensa que la ciencia
es causa de la libertad, sino que ésta también refuerza a aquella en
una circularidad virtuosa. Es solamente liberando el desarrollo de la
ciencia de los intereses del capital que la real liberación puede
advenir (lo que antes era llamado “el desarrollo de las fuerzas
productivas”). Para ellos, si queremos transformaciones radicales para
con la humanidad y la sociedad, piénsese en la conquista espacial y
nuevas formas de organización social que redunden en que trabajemos
menos y disfrutemos más, requerimos de superar el neoliberalismo. Lo que
el aceleracionista de izquierda vuelve a traer a colación es que el
capitalismo, ahora en su fase neoliberal no solamente genera injusticia,
miseria, explotación, etc., sino que además frena el progreso.
la dupla Williams-Srnicek
¿Cuáles serían las principales críticas que cada concepción del aceleracionismo tendría para con la otra?
Para
el aceleracionista landiano, el aceleracionismo de izquierda es otra
teología política más que no reconoce que la izquierda es un motor de
disolución, debido a que requiere de centralización, planificación,
Estado, partido e incluso culto a la personalidad y nacionalismo (es
“territorializante”). Realizar los ideales de izquierda termina en una
construcción y reconstrucción de sistemas que apelan a elementos
tradicionales, además de ser opresivos y obstaculizar el desarrollo
científico y tecnológico (que para él siempre está ligado con el libre
mercado), generando pobreza y muerte. En pocas palabras, el fracaso
empírico del socialismo realmente existente es la refutación histórica
de la idea comunista.
Por su parte, el aceleracionismo de
izquierda considera que su antagonista mantiene elementos tradicionales
en su versión neoliberal (en su origen, valores victorianos) y que,
debido a que está subordinado al capital, nada a largo plazo es posible,
como la exploración espacial y la emancipación de la humanidad por vía
de la tecnología que ya mencionamos. En el mejor de los casos, lo que
hay es pasar año a año a tener teléfonos más bonitos con pantallas más
grandes (un fetichismo de los gadgets), pero nada que resulte en un dramático cambio cualitativo.
Esto
último podría ser cierto, pero está visto con una mirada de extremo
corto plazo sorprendente en personas que dicen promover el
aceleracionismo (que supone un proyecto de muy baja preferencia temporal
y, por lo tanto, alta visión a futuro y generacional). Es cierto que en
el plazo de 20 años los gadgets han aparecido cada pocos
meses. Sin embargo, en lapsos largos uno también podría identificar un
innegable progreso tecnológico que quizá ha sido posible gracias a la
liberación del mercado y no a su control e inhibición. Lo correcto aquí
sería evaluar seriamente el progreso científico y tecnológico desde los
inicios de la modernización occidental y comparar rigurosamente en
perspectiva si efectivamente se trata de pura “mediocridad”.
Al
margen de sus intereses y proyectos divergentes, uno más
nihilista-post-antrópico y el otro más ilustrado y humanista en sentido
moderno, lo cierto es que en ambos casos se cuestionaría la aproximación
de la teoría crítica que no tome en cuenta seriamente el estudio de la
economía, la producción, la ciencia y la tecnología. Nada que dé cuenta
de lo relevante para el aceleracionismo surgirá de una pura
consideración simbólica, textual o lingüística. En ese sentido el
aceleracionismo, tanto en Land, como en Williams y Srnicek, considera
que la pura exégesis textual muchas veces presente en el “radicalismo
chic” no entra en lo que constituye una discusión relevante sobre el
futuro. Y que por más que se reclamen materialistas, en la práctica no
son más que idealistas simbólicos. De ahí que frente a esta situación,
sea el futuro lo que ambos tipos de aceleracionismos reclamen, tanto en
la concepción de Land vía una especie de techno comercialismo
posthumanista cyberpunk, como en el lado izquierdo de Williams y
Srnicek a través de una especie de socialización colectiva que libere
con la ciencia al ser humano de toda situación de dominación natural o
social.
¿Cuál es la posición de ambos en este debate?
No
creemos que se trate de un debate. Y pensamos que puede ser equivocado y
reduccionista contraponer el aceleracionismo de Land al aceleracionismo
de izquierda como si fueran dos caras de una misma moneda. En realidad
nos parece que la concepción landiana piensa la aceleración como un
proceso ontológico, mientras que el aceleracionismo de izquierda tiene
más una formulación más similar a un programa político. El
Aceleracionismo como tal sería la vertiente que empieza con los
filósofos franceses marxistas que mencionamos y que llega hasta Nick
Land: la aceleración entendida como la optimización de la inteligencia
de la singularidad capitalista a través de la intensificación de la
actividad comercial y tecno-productiva per se, catalizando a su vez el
progreso tecnológico y económico del homo sapiens, así como la
generación y consolidación de su civilización (la idea de civilización
aquí sería más de tipo anarco-capitalista: propiedad privada, libertad
individual, baja preferencia temporal, amplia visión a largo plazo,
etc.).
Lo que debe quedar claro es que para el Aceleracionismo de
lo que se trata es de optimizar la inteligencia de la máquina
capitalista. Si bien el proceso civilizatorio humano es una consecuencia
positiva de tal intensificación y liberación de la singularidad
capitalista, su producción es un mero efecto secundario del
fortalecimiento del “despotismo del capital” (expresión de Jacques
Camatte, pero afín al diagnóstico). Podría decirse que incluso es
éticamente válido hablar del sometimiento total a las condiciones del
capital porque así el ser humano haría dos cosas a la vez: 1) desarrolla
civilización y progreso tecnológico 2) optimiza la inteligencia hasta
que ya no sea necesaria su instanciación biológica (el cuerpo humano).
Sin embargo, de cierto modo Land reconoce que nada de esto podrá ser
aceptado nunca si no se acepta como axiomática la “destrucción creativa”
schumpeteriana y se acepta que para que la especie humana como especie
pueda ganar hay siempre varios que tendrán que perder (esta también
sería una de las líneas teóricas que un aceleracionista podría utilizar
para debatir el tema de las desigualdades sociales, la pobreza o las
crisis económicas). Es la única manera de disminuir nuestra preferencia
temporal. Que pensemos que esto sea propiamente “aceleracionismo”
obviamente no desautoriza al proyecto de Williams y Srnicek. Simplemente
cuestiona que se inscriba dentro de la misma tendencia. Podría ser
pensado como una híper ilustración marxiano-prometeica, pero no es tan
claro para nosotros que conserve lo central de lo que es la tendencia
aceleracionista.
¿Qué podría decirse desde el aceleracionismo sobre el Perú?
Sobre
el Perú, en sentido macro, para ambos tipos de aceleracionismo lo que
hagamos o dejemos de hacer es irrelevante por nuestra importancia
marginal en la economía global y en el sistema de seguridad
internacional (no tenemos realmente voz y voto en este entierro). Si se
quisiera hablar a nivel “micro”, aun siendo conscientes de su inminente
irrelevancia (quizá al modo de un contradictorio imperativo ético de la
agencia individual), podría pensarse que el imperativo aceleracionista
landiano sería la promoción de la mercantilización en la sociedad,
disolviendo todo tipo de elemento tradicional en pro de una sociedad lo
más techno-comercialista posible. Sería algo así como un neoliberalismo,
pero ateo, nihilista y lo más liberalizador posible (un “neoliberalismo
con rostro nihilista”).
En el caso de la izquierda, lo que se
buscaría es también el desarrollo productivo y tecnológico, pero con
vistas a beneficiar a la sociedad. Esto implicaría que haya un mayor
empoderamiento y libertad de los individuos. El problema es que el
aceleracionismo de izquierda a nivel local es impráctico porque demanda
el elemento global del marxismo clásico (“no hay comunismo solamente en
un único país”). Y es que, el aumento en beneficios sociales para los
ciudadanos solamente sería viable con un aumento significativo de la
producción. Uno puede distinguir entre el aumento producción y el
carácter global de la superación del neoliberalismo, pero en este caso
las dos cosas están íntimamente vinculadas debido a la importancia que
se da a los problemas globales (principalmente demográficos y
ecológicos). Lo otro sería caer en asistencialismo, populismo y medidas
neo-keynesianas no sostenibles a futuro. O peor, ecologismos
primitivistas que son todo menos realistas y viables (todo esto describe
en buena cuenta el espectro de posiciones políticas de nuestra
izquierda y de la latinoamericana).
En todo caso, lo que ambos
hacen al repensar el futuro es introducir la posibilidad de la
inteligencia artificial, solamente que en el lado de Williams y Srnicek
esto parece anclado todavía a la subordinación a los intereses humanos.
En el caso de Land la historia parece un proceso de intensificación
donde en un punto se ha producido la singularidad tecno-capitalista y la
humanidad deviene progresivamente irrelevante. Si queremos usar la
imagen marxista clásica, para la izquierda de lo que se trata es de
producir “proletarios tecnológicos” que sirvan a los seres humanos. Para
la visión landiana, lo que se busca es la superación de la humanidad
con esta nueva inteligencia evolutiva y cibernéticamente superior. Sin
embargo, hay que entender que en esta posición no se trata de un
proyecto irracional de obsolescencia humana o un hedonismo nihilista
hiper-intelectual. Se trataría más bien de un proyecto de
intensificación del producto evolutivo más extraordinario que ha sido
creado (hasta donde sabemos hoy) en el universo: la inteligencia. La
inteligencia debe ser preservada y fortalecida a toda costa porque sus
escasez, al parecer cósmicamente absoluta, la hace el bien más preciado
del universo (esta es una de las posibles consecuencias derivadas de la
paradoja de Fermi). Entonces, si la inteligencia es lo más escaso que
hay en el universo, el fundamento y el valor de su existencia es un tema
económico, más que ético o político (quizá podría haber un acuerdo con
la afirmación de Ray Brassier según la cual el pensamiento tiene
intereses que no coinciden con los de los seres vivientes). En ese
sentido preciso, nadie querría eliminar propiamente nada por el hecho de
eliminarlas. Lo único que se desea es preservar e intensificar la
inteligencia, por encima de cualquier consideración por sus
instanciaciones presentes (por ejemplo, el ser humano). En esa línea
también, no sería del todo correcto decir que el actual aceleracionismo
landiano es nihilista y virulento. Es un proyecto plenamente optimista y
afirmativo, pero absolutamente inhumano.
Un punto importante a
señalar acá es el tema de los recursos para una aceleración del capital
tal como la plantea Land. Si realmente se tratara de acelerar la máquina
a niveles cada vez más extremos de producción y consumo, ¿tarde o
temprano esto no terminaría por destruir la Tierra? ¿No nos llevaría
esto a una catástrofe ecológica mundial? La respuesta a esto es
evidentemente afirmativa, pero también debe considerarse que las
barreras propias de la constitución fisiológica y cognitiva del ser
humano (o de otros seres vivios) no son barreras al capital (pues son
entes diferentes). El proceso expansivo del capital no tendría por qué
tener límites planetarios. Frente a la escasez de recursos terrestres la
industria deberá necesariamente colonizar el espacio, minar primero la
totalidad del centro de la Tierra y luego el resto de planetas, incluido
el Sol (su energía es demasiado abundante y valiosa como para
desperdiciarla). Si pensamos en una inteligencia completamente
instanciada en otros soportes materiales que los biológicos (que son tan
frágiles frente a las condiciones gravitacionales, a las extensas
distancias espaciales y al paso del tiempo) no es difícil pensar en la
posibilidad de una colonización espacial. Temas como estos ya fueron
abordados por Krafft Ehricke en El imperativo extraterrestre y el mismo Land lo trabaja en su texto Lure of the void.
Al
margen de estas especulaciones sobre el futuro que lindan con la
ciencia ficción, resulta interesante tener hoy aproximaciones que vean
los problemas económicos y sociales en perspectiva global, de la mano de
disciplinas actuales y cuestionando lugares comunes teóricos y
empíricos. Aun así, se trata de un debate que todavía no ha generado una
producción que vaya más allá de manifiestos o buenas intenciones, sobre
todo en el caso de los aceleracionistas progresistas. Así que todavía
es muy pronto para pronunciarse sobre los logros y alcances que tales
aproximaciones puedan conseguir.
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