março 01, 2014

"Transterrados", por Jesús de la Gándara

PICICA: "El Judío Errante, la poriomanía o fuga psicógena, los esquizofrénicos ambulantes o peripatéticos, el síndrome de Stendhal, el síndrome del sur y el del norte, el síndrome de Jerusalén, el síndrome del retorno, los crónicos obsesivos del Camino de Santiago, los abuelos maleta y golondrina, el viajero imaginario, el síndrome de Munchhaüsen, la maldición inmortal de Butadeo, de Cartáfilo y de Ahasver, el Conde Saint Germain, el Holandés Errante… todos ellos son trastornos del viajar y del viajero. Pero ahora les toca su turno a los que van y vienen por el doloroso camino del desplazamiento, por las afiladas cuchillas del camino. Es la hora de los “transterrados”[1]."

 

Transterrados

18 febrero 2014 

El camino es doloroso

El Judío Errante, la poriomanía o fuga psicógena, los esquizofrénicos ambulantes o peripatéticos, el síndrome de Stendhal, el síndrome del sur y el del norte, el síndrome de Jerusalén, el síndrome del retorno, los crónicos obsesivos del Camino de Santiago, los abuelos maleta y golondrina, el viajero imaginario, el síndrome de Munchhaüsen, la maldición inmortal de Butadeo, de Cartáfilo y de Ahasver, el Conde Saint Germain, el Holandés Errante… todos ellos son trastornos del viajar y del viajero. Pero ahora les toca su turno a los que van y vienen por el doloroso camino del desplazamiento, por las afiladas cuchillas del camino. Es la hora de los “transterrados”[1].

Todos esos apelativos designan diferentes sufrimientos que giran sobre un eje común: el de los padecimientos viajeros y migratorios. El efecto centrífugo del éxodo siempre reparte síntomas, limitaciones y necesidades. En unos casos se manifiestan como ansiedades ambulatorias, en otros como psicosis de los desplazados, en otros como depresiones de inmigrantes, etc. Todos son modos de expresión de los sufrimientos asociados al hecho migratorio. Son expresiones que dan fe de los efectos deletéreos que las presiones, exigencias, inadaptaciones, inclemencias e injusticias… producen cuando actúan sobre los seres inestables, inquietos, desasosegados y trans-humantes.


 
Otras veces las cosas son aun más crudas: es el hambre, la miseria, el peligro, la incultura, la marginación, el abuso, la violencia… lo que los hiere y espanta.

Ese es el paisaje de ese extraño e inhóspito país que llamaremos “Transtierra”, un país imaginario en el que viven esos seres “ulisíacos” que son los transterrados.

Está compuesto de idílicas colinas lejanas, que apenas se perciben entre las nubes de la nostalgia. Pasa por él un  río turbulento que nadie sabe a dónde va, aunque todos saben de dónde viene. Dejarse arrastrar por la corriente es arriesgado y azaroso, pero es la única opción. Después de llegados a algún punto, todos ansían regresar, pero ese es un incómodo sueño que pocas veces se hace realidad. Los que lo logran se convierten en “Ulises” que envejecen en su Ítaca natal al lado de los suyos. Los otros, los que nunca regresan, puede que perezcan víctimas de las turbulencias, o que logren llegar hasta un mar inmenso en el que vagar náufragos sin brújula ni destino, o, puede que logren llegar a ciertas islas extrañas, y encontrarse  con otros como ellos que tratan igualmente de sobrevivir aferrados a los restos del naufragio.



El destino es peligroso

Pero dejemos atrás noche y naufragio y tomemos tierra en el transtierro. Ese fenómeno se produce, en diversa manera y magnitud, todos los días en casi todo el mundo. La e-in-migración es un vaivén sin fronteras, sin papeles, sin patria, y cargada de riesgo, miseria y marginación. La psiquiatría, ciencia cotilla y esponjosa, también ha hecho de ello motivo de estudio. El objeto es la psico-pato-logia de la migración, el medio un mundo en marcha perpetua, donde el concepto de “Homo Viator” tiene más sentido que nunca, y las víctimas propiciatorias son los “transterrados”, gentes que van y se instalan, se empapan de lo que encuentran y ofrecen lo que llevan. Ese es el trasunto humano del “transterrrismo”.

[...] 

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