outubro 26, 2013

"¿Qué significa hacer política? Poder constituyente y construcción del común. Un diálogo con Antonio Negri" (Diálogo)

PICICA: Aspectos biográficos, producción teórica y una reflexión sobre el activismo y el compromiso político de Antonio Negri, en que hay una articulación entre estas tres cuestiones: la vida, el pensamiento teórico y la acción política."



¿Qué significa hacer política?
Poder constituyente y construcción del común
Un diálogo con Antonio Negri
What means to do politics? Constituent power and
constitution of the common
A Dialogue with Antonio Negri
Mauro Cerbino, Isabella Giunta y Ana Rodríguez,
con la participación de Sandro Mezzadra.
diálogo
Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 46, Quito, mayo 2013, pp. 113-127
© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.
ISSN: 1390-1249

¿Qué significa hacer política? 
Poder constituyente y construcción del común 
Un diálogo con Antonio Negri 

What means to do politics? Constituent power and constitution of the common 
A Dialogue with Antonio Negri

Mauro Cerbino, Isabella Giunta y Ana Rodríguez, con la participación de Sandro Mezzadra.
 


Mauro Cerbino: Para empezar deseamos realizar un excurso, una reflexión que tenga presente tanto aspectos biográficos como rasgos de tu producción teórica y que incluya, obviamente, una reflexión sobre el activismo y el compromiso político. Se trataría, pues, de una articulación entre estas tres cuestiones: la vida, el pensamiento teórico y la acción política.

Antonio Negri:
Ante todo deberíamos distinguir la vida de la militancia y del estu- dio, que ya es bastante difícil…


Mauro Cerbino: Un aspecto concreto al respecto podría ser cómo se ha producido esta combinación entre la cátedra universitaria, al menos durante los años en los que enseñabas en Italia, y el compromiso político. No todos los catedráticos se caracte- rizan por conjugar docencia y activismo, y por ello creo que este es un aspecto en el que merece la pena profundizar.


Antonio Negri: Creo que ha sido posible gracias a la debilidad del control académico. En efecto, cuando he dado los primeros pasos como asistente para hacerme catedrático tuve que lidiar con la vieja academia, en la que la cooptación era un elemento absolutamente central del modelo. Tal sistema exigía una homogeneidad cultural importante, además de una cierta condición de clase predefinida. En otras palabras, era muy difícil que un pobre pudiese acceder a la carrera académica. El control del recorrido era fundamental, al igual que la ubicación política. ¿Cómo he logrado eludir el hecho de que provenía de una familia de clase media baja? ¿O el hecho de que fuese ya un militante socialista? Creo que ha sido la comunidad paduana la que me ha permitido llegar hasta allí, junto al hecho de que la academia no creía seriamente que pudiese haber revolucionarios a la izquierda del Partido Comunista Italiano. Mi superior, que era un hombre muy liberal, se divertía afirmando que yo no era peligroso, ya que criticaba al Partido Comunista, mientras me tachaba de anarco-trotskista. Además de todo esto, a ello se sumaba obviamente una cierta capacidad de trabajo y la circunstancia de haber escrito en un periodo relativamente corto algunos textos importantes. Pero en el fondo creo que mi promoción científica se ha producido de forma bastante cómica desde el punto de vista académico: me consideraban no peligroso y me percibían como una especie de cobertura por el lado de la izquierda de su conservadurismo. Se dieron cuenta de que yo era alguien peligroso solo cuando comencé a construir un instituto que en absoluto era liberal: reuní a los mejores, que eran inevitablemente de izquierda y, por decirlo con otras palabras, gente «malvada». 


En ese periodo, el Veneto –una extraña región italiana que hasta los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial era fundamentalmente campesina y caracterizada por una fortísima migración– se encaminaba hacia la industrialización, al tiempo que las fuerzas de la izquierda comenzaban a organizarse. Me había afiliado al Partido Socialista, que era la opción mayoritaria en el Veneto, y por consiguiente más fuerte que el Partido Comunista. Debo aclarar, sin embargo, que en esa época el Partido Socialista se definía como “morandiano”, esto es, inspirado por Morandi, quien junto a Nenni había gestionado el frentismo, o sea, la formación de coaliciones políticas entre este y el Partido Comunista, de acuerdo con las técnicas frentistas características de la década de 1930. Y he aquí que me encontré en esta formación, que bajo el falso nombre de Partido Socialista representaba, en realidad, la izquierda del Partido Comunista en el Veneto. Gracias al activismo y la vivacidad que me caracterizaban me convertí en el secretario de la Federación y, por lo tanto, asumí la dirección de un periodiquillo llamado el Progresso Veneto. En torno a esta publicación hice que se incrementara la intervención en las primeras fábricas de la zona. Téngase en cuenta, por ejemplo, que la Petroquímica de Marghera se creó en 1953 y que a finales de la déca- da de 1960 contaba con cerca de 30 000 trabajadores. A finales de la década de 1950 considero este polo químico como el punto de referencia fundamental y lo tengo por consiguiente como el corazón del proceso industrial del Veneto. Al mismo tiempo, logro aproximarme a través de las organizaciones sindicales del Partido Socialista a algunos de los cuadros obreros activos en las fábricas. 

Comenzamos desde un gran distrito situado a orillas del río Brenta, compuesto de pequeñas fábricas dedicadas a la producción de botas, para pasar después a los establecimientos de Marghera. Sobre todo a la Vetrocoke: una vieja fábrica dedicada a la producción de vidrio y de coque. Este último se utilizaba para calentar los hornos en los que se cocía un vidrio de calidad realmente excepcional. No es por azar que cuando más tarde llegaron los capitalistas belgas para comprar la fábrica a la Fiat, los obreros “profesionales” la destruyeran antes que se consumase la transacción… En esa ocasión, por primera vez, tuve la impresión de que comprendía lo que era verdaderamente la mutación de la composición de la fuerza de trabajo, concepto luego muy querido por mí. Podríamos ver cómo los artesanos comenzaban a soplar el vidrio para llegar posteriormente a controlar la cualidad de la producción industrial con la técnica del “tin” utilizando la cuchara, y así con otros muchos ejemplos. A continuación llegó la nueva industrial belga, que comenzó a producir vidrio sin prestar ninguna atención a la calidad, lo cual propició la revuelta de los obreros, que dijeron: “¡No, así no se hacen las cosas; nosotros somos nuestro trabajo y, por consiguiente, tenemos de él una altísima con- cepción!”. Y era increíble la fuerza que estos obreros podían ejercer mediante su capacidad de dirección –pensaban que la fábrica eran ellos– y la expresión de una altísima conciencia de su dignidad de trabajadores. Existían también otros sectores como, por ejemplo, los trabajadores portuarios de Génova o Venecia. Se trataba de esa vieja clase obrera con la que aprendías; o, más que aprender, lo que sucedía era que cogías las cosas que te había enseñado tu familia (el culto al trabajo y la dignidad, el progreso de la persona a través del trato con los trabajadores y la gente honesta) y los reintroducías en el seno de estos fenómenos colectivos. Acontecimientos que, por otro lado, se hallaban atravesados por una cierta continuidad pequeño-burguesa: los ideales de una estabilidad en la vida y de la dignidad del trabajo acompañaban a los comportamientos de clase que posteriormente se expresaban políticamente. El comunismo véneto era así; lo que hemos descrito era la primera fase, cuando existía “el norte” y “el sur” de la región. Al sur de Padua se encontraban las grandes propiedades de las que huían los campesinos. Recuerdo que como estudiantes obtuvimos una pequeña financiación para realizar una investigación sobre la transformación de la agricultura y, por lo tanto, visitamos la zona afectada por la reforma agraria promovida por la Organización Nacional de Combatientes a principios de la década de 1920. Cerca de Arquá Petrarca existía una zona de casitas sobre la cuales destacaba un cartel en el que se podía leer «ONC, Organización Nacional de Combatientes». Esas tierras habían sido expropiadas y distribuidas por los fascistas entre 1926 y 1927. Pero en esos momentos esa colonización se hallaba ya prácticamente abandonada: los pequeños propietarios habían huido en su totalidad, lo cual demostraba la insostenibilidad de este tipo de hacienda agrícola en un mercado en desarrollo. Hicimos una encuesta a petición de Andreatta –que en esa época era asistente de Sociología de la Universidad Católica de Milán y que después fue varias veces ministro– y los resultados fueron publicados en la revista Comunità di Olivetti. Teníamos veinte años y estábamos todavía en la universidad. Después hemos realizado otras encuestas, ya que a fin de cuentas se trataba de un compromiso investigativo absolutamente ligado al trabajo de Progresso Veneto y del Partido. 

Decíamos, pues, que en el sur de la provincia de Padua la situación era dantesca: casas sin pavimento y humedad hasta la mitad de las paredes, mientras que en el norte –de Padua, hacia Vicenza– se había difundido la cultura proletaria en el seno de un contexto de pequeñas fábricas metalmecánicas. Si después nos encaminábamos hacia Venecia, nos encontrábamos con la Petroquímica, acompañada por todo el resto de fábricas: se trataba de una concentración proletaria enorme, con la cual interactuaba otro eje que se estaba desarrollando hacia Udine y Pordenone. Se trataba de una zona constituida, por un lado, por enormes establecimientos dedicados a la construcción de muebles y, por otro, de la electromecánica para las neveras. En ese momento, entre 1958 y 1968, pusimos en pie una estructura de Autonomía Obrera organizada en pequeñas o grandes fábricas diseminadas por toda esa zona. Con nuestro compromiso uníamos, como puede comprobarse, actividad política autónoma (en esa época ya habíamos salido todos de los partidos oficiales y de los sindicatos), saber y capacidad de investigación. O mejor “coinvestigación”, investigación con los obreros: íbamos a las fábricas y realizábamos investigación con los obreros. De este modo, la investigación producía conocimiento, pero también ocasiones de lucha. Nunca fuimos a la Petroquímica para comprender únicamente cuál era el flujo de la producción. En realidad, intentábamos comprender cómo los obreros se colocaban en esa cadena para individualizar el punto débil donde golpear mejor a la fábrica y, por consiguiente, al patrón. O sea, para organizar la lucha. 

Para leer el texto completo, visite el link: Diálogo

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