PICICA: "Aquel lunes 20 de
octubre, en la última semana de campaña, ocurrió el giro decisivo de la
elección presidencial brasileña de 2014. Viejos y nuevos militantes junto con
activistas se movilizaron para el empujón final que garantizó la victoria de
Dilma Rousseff con más de 54 millones de votos. De acuerdo con el discurso de
campaña, veríamos la continuidad de una inédita secuencia «progresista» en
Brasil a pesar de un nítido y generalizado enfriamiento en el último de los
tres periodos de gobierno del Partido de los Trabajadores y el primero de
Rousseff. Pero, por el contrario, el país viene recorriendo un camino
desesperante para muchos brasileños. En vez de «cambia más» (lema del primer
turno electoral), tenemos «un gobierno nuevo, ideas nuevas» (slogan del segundo
turno), solo que en el mal sentido de lo que podría significar el término
«nuevo».
Dos días después
de la victoria electoral, el Banco Central decretó un aumento de las tasas de
interés, repetido seis veces más hasta hoy. Recordemos que la política
monetaria y el papel del Banco Central fue una de las polémicas más distintivas
de la disputa electoral (en duros embates con los rivales Marina Silva y Aécio
Neves) y que Dilma Rousseff, en su primer mandato, había impulsado una
reducción significativa de las tasas de interés. Las ganancias de los bancos,
ya extremadamente altas, se dispararon: las principales instituciones privadas
(Itaú, Bradesco y Santander) ganaron 12.000 millones de reales (3.300 millones
de dólares) en el último trimestre, cifra casi 18% mayor que el año anterior[1]. Todo
ello, sumado a un ajuste fiscal violento y que lanzó a la economía a una
espiral recesiva. Dos errores de Dilma: la necesidad de ajuste fue negada
vehementemente durante la campaña y al ser ejecutado pareció olvidar el patrón
básico de izquierda: hacer que los ricos paguen más, especialmente en un país
de extrema injusticia tributaria, donde, por ejemplo, no se cobra impuestos de
renta para personas físicas por los ingresos recibidos de lucros y dividendos
de las empresas de las cuales son dueños o socios. Un universo de poco más de
70.000 personas que han ganado, en 2013, unos 55.000 millones de dólares que no
son sometidos a tributación (desde 1995 cuando esa tasa fue extinta en el
primer año del Gobierno Cardoso)[2].
Brasil vive ahora una situación de creciente desempleo conjugado con varios
aumentos de las tarifas de servicios públicos, una alta inflación de alimentos,
una disminución del ingreso real de los trabajadores y la desaceleración de la
redistribución progresiva de la renta que había marcado los años anteriores de
los gobiernos del PT.
Las clases
populares –base social del lulismo[3]–
reaccionaron y la popularidad de Dilma se desplomó y hoy es bajísima en todos
los sectores de la población brasileña, independientemente de la región, edad o
nivel de ingresos. Eso afecta incluso al Norte y Nordeste (un bastión lulista
donde hoy el apoyo a la presidenta se derrumbó al 10%) y los que ganan hasta
dos salarios mínimos (entre quienes el apoyo a la Jefa del Estado alcanza
proporciones similares). Ambos grupos eran considerados como un tipo de
“reserva de popularidad” para el gobierno petista[4].
Como es evidente, cualquier mandatario en un país democrático con un dígito de
opiniones positivas se vuelve extremadamente frágil. Si al final del segundo
gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva, nueve de cada diez brasileños aprobaba
su gestión, hoy se manifiesta un fenómeno inverso: solamente uno de cada diez
confía en su sucesora en el Planalto."
¿Fin de fiesta en Brasil?
Jean Tible y Alana Moraes
Para Vito
Giannotti, in memoriam
Tragedia
Aquel lunes 20 de
octubre, en la última semana de campaña, ocurrió el giro decisivo de la
elección presidencial brasileña de 2014. Viejos y nuevos militantes junto con
activistas se movilizaron para el empujón final que garantizó la victoria de
Dilma Rousseff con más de 54 millones de votos. De acuerdo con el discurso de
campaña, veríamos la continuidad de una inédita secuencia «progresista» en
Brasil a pesar de un nítido y generalizado enfriamiento en el último de los
tres periodos de gobierno del Partido de los Trabajadores y el primero de
Rousseff. Pero, por el contrario, el país viene recorriendo un camino
desesperante para muchos brasileños. En vez de «cambia más» (lema del primer
turno electoral), tenemos «un gobierno nuevo, ideas nuevas» (slogan del segundo
turno), solo que en el mal sentido de lo que podría significar el término
«nuevo».
Dos días después
de la victoria electoral, el Banco Central decretó un aumento de las tasas de
interés, repetido seis veces más hasta hoy. Recordemos que la política
monetaria y el papel del Banco Central fue una de las polémicas más distintivas
de la disputa electoral (en duros embates con los rivales Marina Silva y Aécio
Neves) y que Dilma Rousseff, en su primer mandato, había impulsado una
reducción significativa de las tasas de interés. Las ganancias de los bancos,
ya extremadamente altas, se dispararon: las principales instituciones privadas
(Itaú, Bradesco y Santander) ganaron 12.000 millones de reales (3.300 millones
de dólares) en el último trimestre, cifra casi 18% mayor que el año anterior[1]. Todo
ello, sumado a un ajuste fiscal violento y que lanzó a la economía a una
espiral recesiva. Dos errores de Dilma: la necesidad de ajuste fue negada
vehementemente durante la campaña y al ser ejecutado pareció olvidar el patrón
básico de izquierda: hacer que los ricos paguen más, especialmente en un país
de extrema injusticia tributaria, donde, por ejemplo, no se cobra impuestos de
renta para personas físicas por los ingresos recibidos de lucros y dividendos
de las empresas de las cuales son dueños o socios. Un universo de poco más de
70.000 personas que han ganado, en 2013, unos 55.000 millones de dólares que no
son sometidos a tributación (desde 1995 cuando esa tasa fue extinta en el
primer año del Gobierno Cardoso)[2].
Brasil vive ahora una situación de creciente desempleo conjugado con varios
aumentos de las tarifas de servicios públicos, una alta inflación de alimentos,
una disminución del ingreso real de los trabajadores y la desaceleración de la
redistribución progresiva de la renta que había marcado los años anteriores de
los gobiernos del PT.
Las clases
populares –base social del lulismo[3]–
reaccionaron y la popularidad de Dilma se desplomó y hoy es bajísima en todos
los sectores de la población brasileña, independientemente de la región, edad o
nivel de ingresos. Eso afecta incluso al Norte y Nordeste (un bastión lulista
donde hoy el apoyo a la presidenta se derrumbó al 10%) y los que ganan hasta
dos salarios mínimos (entre quienes el apoyo a la Jefa del Estado alcanza
proporciones similares). Ambos grupos eran considerados como un tipo de
“reserva de popularidad” para el gobierno petista[4].
Como es evidente, cualquier mandatario en un país democrático con un dígito de
opiniones positivas se vuelve extremadamente frágil. Si al final del segundo
gobierno de Luiz Inácio Lula Da Silva, nueve de cada diez brasileños aprobaba
su gestión, hoy se manifiesta un fenómeno inverso: solamente uno de cada diez
confía en su sucesora en el Planalto.
Eso lleva a serias
dificultades de gobernabilidad y a situaciones de inestabilidad política. Las
alianzas congresales hacen agua. Partidos “aliados” que cuentan con ministerios
votan contra el gobierno en el Parlamento. La articulación política fue
entregada al vicepresidente Michel Temer, del Partido del Movimiento
Democrático Brasileño (PMDB), que acaba de abandonar esa tarea. El PMDB es al
mismo tiempo el principal aliado del PT a nivel federal y casi un partido
opositor. Se trata de un partido sin programa claro pero llave para conseguir
mayorías gubernamentales desde la redemocratización y desde hace mucho tiempo
opera como un bloqueo para cambios progresistas. En ese sentido, el pemedebismo sería el “la
verdadera fuerza hegemónica de la política [institucional] brasileña”[5]. El presidente de la
Cámara de Diputados, Eduardo Cunha –también del PMDB–, rompió con el Poder
Ejecutivo después de ser acusado en la justicia de haber recibido millonarios
sobornos en el marco del escándalo de corrupción que involucra al gigante
Petrobras y la operación de la Policía Federal llamada Lava Jato. El
titular del Senado, Renan Calheiros, –del mismo partido– amenazó con seguirlo.
Pero luego cambió de rumbo y propuso un apoyo parlamentario al gobierno a
cambio de una «Agenda Brasil» cuyos objetivos serían mejorar el ambiente de los
negocios y la infraestructura, el equilibrio fiscal y la protección social[6]. Sin embargo, se trata
sobre todo de viejas propuestas de reducción de derechos, sea de los pueblos
indígenas o de los trabajadores, retrocesos en las políticas ambientales,
privatizaciones y ataque al sistema público de salud o al Mercado Común del Sur
(Mercosur) (esos dos últimos puntos fueran posteriormente retirados)[7]. Esa agenda fue acogida por
la Presidenta en un momento de particular fragilidad, pero queda en abierto en
que medida y intensidad ella será aprobada en el Congreso e implementada por el
Ejecutivo.
Además, el
principal partido de la oposición –el Partido da la socialdemocracia brasileña
(PSDB, centroderecha)- llegó a pedir elecciones anticipadas, un recurso no
previsto en la Constitución, antes de sugerir la renuncia de Dilma. Varios
analistas decretaron incluso el fin del gobierno de Dilma. Otros hablan de una
posible renuncia. El 16 de agosto se organizó el tercer domingo de
multitudinarias manifestaciones con centenas de miles de personas del año en
todo el país, después del 15 de marzo y 12 de abril. Esos actos, que reclaman
la salida de Dilma y el combate a la corrupción, están compuestos en su mayoría
por sectores sociales altos, blancos y de edad media o avanzada, lo que cambia
significativamente la composición de las grandes protestas de 2013. Concentran
también electores de la derecha, pero es un fenómeno más diverso que una
simples caricatura que algunos sectores progresistas hacen acerca de un tipo de
“tradicional fascismo” de las capas altas brasileñas. Hay, por supuesto, mucho
de eso en la total ausencia de protesta a cerca de los asesinatos de 19
personas cerca de San Pablo, en el odio y “anti-comunismo”, en los selfies
con policiales de “gatillo fácil”[8]
y en el hecho de que la personalidad más popular de esas manifestaciones sea el
diputado de extrema derecha Jair Bolsonaro (junto con el juez Sergio Moro,
responsable por las investigaciones de la Lava Jato). Esa misma encuesta
indica el (previsible) profundo rechazo hacia el PT, pero también al PMDB
(incluso al opositor Cunha) y hasta incluso, en parte, al PSDB (que por la
primera vez se sumó a la convocatoria de la mobilización). ¿Cómo caracterizar a
esa derecha que vuelve a la calle por primera vez desde el golpe de 1964?, ¿se
trataría de una nueva derecha? Existen señales contradictorios en la medida en
que quienes convocan esos actos asumen un discurso ultraliberal al estilo
estadounidense - “Menos Marx, más Mises”[9] - o en contra el sistema
público de salud, pero al mismo tiempo una mayoría de los presentes en San
Pablo dice defender los derechos de educación, salud y transporte públicos[10].
La ya mencionada
operación Lava Jato y su
investigación de corrupción a cerca de las operaciones de Petrobras –solamente
posible por la inédita autonomía dada por los gobiernos del PT a la Policía
Federal, al Ministerio Público y a la Procuraduría General de la República– ha
causado un terremoto en la casta política y, sobre todo, económica. Se trata
todavía de una investigación en curso pero que revela aún más los vínculos
explícitos y espurios entre los mundos político y económico (podríamos recordar
la fortísima concentración de pocos donadores de campaña en el financiamiento
electoral[11]). A pesar de los clamores
constantes por una reforma política (incluyendo al financiamiento público de
las campañas y la prohibición del privado), sea en el programa electoral
vencedor en 2002, después del escándalo conocido como “mensalão” en 2005 o tras
las protestas de junio de 2013, el PT utilizó masivamente ese condenado
financiamiento privado, tanto para las elecciones cuanto para el día-a-día del
funcionamiento partidario. Eso provocó que se esfumara el “capital moral” del
PT respecto del sistema político corrupto predominante en Brasil. El partido
tampoco ha dado una real explicación de su involucramiento en esos casos de
corrupción a sus militantes, simpatizantes y electores.
Todo esto pasó cuando
el país vivía su boom económico, de redistribución “material” y “simbólica” de
poder, pero ahora, dado el reflujo generalizado en la economía, el humor social
ha cambiado. Muchos brasileños y brasileñas tal vez deseen una menor distancia
entre retórica y práctica; eso explicaría el la inusual acogida a Pepe Mujica
en su visita a Brasil en esos días de fines de agosto, al que la BBC comparó
como una “estrella de rock”, recibida por miles de jóvenes entusiastas con su
figura de “presidente más pobre del mundo”[12]. Mujica, el materialmente
pobre-espiritualmente rico, es efectivamente una figura pop, y en Brasil se
entronca con el malestar generalizado acerca de las extendidas redes de
corrupción. Su transformación en personaje global, así como ocurrió con el del
Papa Francisco, atestiguan la fuerza de ese ethos de “simplicidad
transformadora”.
Hoy la prisión del
empresario Marcelo Odebrecht, entre otros, constituye un fuerte símbolo en un
país donde hasta hace poco «los ricos no iban a la cárcel». La Organización
Odebrecht es un gigante brasileño con presencia global (en más de veinte
países), que actúa en sectores como construcción, ingeniería o energía. Si la
profunda depuración de la corrupción y el castigo de los infractores es una
gran conquista democrática, esta operación no deja de levantar polémicas,
especialmente respecto de ciertos atropellos jurídicos, de su selectividad
política, de las cuestiones geopolíticas que implica (porque uno de los blancos
de espionaje de la Agencia se Seguridad estadounidense fue Petrobras y por el
papel considerable de Odebrecht en la nueva política externa y en la política
de defensa) y de los engranajes corruptos de las economías capitalistas.
El tema
omnipresente del momento son los posibles golpes o el impedimento a un mandato
presidencial que solo lleva un poco más de un semestre. Los riesgos de un golpe
(más o menos “blando”) no pueden ser descartados y muchos sectores conspiran
permanente y abiertamente. No obstante, en una posición solo en apariencia
sorpresiva, sectores poderosos de la gran burguesía, como las Federaciones de
las Industrias de Río (FIRJAN) y de San Pablo (FIESP), el presidente de
Bradesco, Luiz Carlos Trabuco, o del banco Itaú, Roberto Setúbal, tomaron
posición recientemente en favor de la gobernabilidad frente a los grupos
radicalizados. En un artículo publicado el 6 de agosto la FIESP y la FIRJAN
señalaran que «el momento es de responsabilidad, diálogo y acción para
preservar la estabilidad institucional del Brasil»[13]. El
conglomerado Globo (tanto el canal de televisión como el periódico) también se
posicionaron en ese mismo sentido al día siguiente. ¿Que pasó? Todo indica que
el “gran capital” no quiso abrir la
puerta al riesgo de sumar una cuarta crisis (institucional) a las tres en
curso, eso es la económica (recesión), política (falta casi total de
representatividad del Congreso y de los políticos en general para la gran
mayoría de la población, lo que se refuerza con el debilitamiento del PT, único
partido brasileño en un sentido fuerte) y social (enormes demandas y al debilitamiento
del modelo lulista de redistribución)[14]. No hay hoy tampoco un
liderazgo en Brasil capaz de representar las fuerzas de la oposición y los
sentimientos difusos de descontento.
Mirando al otro
lado, a pesar de que el gobierno sea «indefendible» (además de los puntos
mencionados más arriba, en medio de esta complicada coyuntura logró enviar y
aprobar un proyecto de Ley «antiterrorista», que como lo muestra la experiencia
siempre se vuelve en contra los movimientos sociales en algún momento[15]), una
parte importante –diríamos, incluso, mayoritaria– de la izquierda quiere
sostenerlo. Con ese fin fue organizada una contundente marcha el 20 de agosto
en defensa de la democracia, contra la ofensiva de la derecha, pero también en
oposición al ajuste fiscal y por una “salida popular” a la crisis[16].
Sin embargo, el “golpe”
ya fue consumado: el programa de Rousseff para su reelección fue abandonado. En
este contexto de extrema fragilidad, sin cambios de rumbo (sobre todo de la política
económica) parece difícil imaginar cómo puede terminar este gobierno, cómo
llegará a su término previsto para 2018. En medio de tales tensiones, en junio
de este año se realizó el Vº Congreso del PT. ¿Qué ocurrió allí? Nada. ¿Temor
de arriesgarse a los cambios?, ¿incapacidad para hacerlos?, ¿falta de
voluntad?, ¿espera por una calma (que no parece llegar), una economía
revigorizada después del «ajuste» y la vuelta de Lula en 2018? A pesar de todas
las adversidades, Lula mantiene cierta popularidad y hoy tendría chances
razonables de vencer en 2018[17].
Mientras tanto, la receta lulista (beneficios para “los de abajo” sin
confrontar a “los de arriba”), que trajo muchas conquistas al país, fue
sepultada por las circunstancias y difícilmente vencerá la continuidad de ese
«plan», en el sentido de un renovado combate a las desigualdades. El auge del
lulismo ya pasó; podríamos situarlo en el período, en aquellos momentos del
increíble acuerdo con Irán y Turquía, de la victoria del Brasil para ser sede
de la Copa del Mundo y de las Olimpíadas, de un Brasil que se encontraba
consigo mismo, capaz de distribuir ganancias, comenzar a reparar deudas
sociales y raciales, fomentar revoluciones simbólicas y construir una nueva
inserción internacional.
En junio de 2013 –en
el marco de la ola de protestas iniciada por el aumento del transporte público,
que desató junto un cúmulo de reivindicaciones– se selló el fin de ese proceso.
La popularidad de Dilma, entonces bastante alta, se desplomó (del 57% al 30%) y
nunca se recuperó totalmente (solamente, y en parte, aumentó durante las
elecciones). Lo mismo ocurrió con el alcalde del PT de San Pablo, Fernando
Haddad, cuyo porcentaje de opiniones favorables se diluyó del 34% al 18% en
tres semanas. Por eso tantos sectores del PT -que podríamos llamar
conservadores- «maldicen» Junio. No comprenden cómo aquel Junio disruptivo
representó un acontecimiento que
podía cambiar la correlación de fuerzas a partir del deseo expresado de
priorizar los servicios públicos, el derecho a la ciudad y lo común en
detrimento de lo privado o puramente estatal. La conexión PT-Junio falló,
dejando un esbozo de lo que podría haberse multiplicado a partir de los tímidos
pero importantes ejemplos del Programa más Médicos (que en dos años logró a
atender 63 millones de brasileños, gracias sobretodo a los médicos cubanos, en
municipios y en las periferias donde no habían médicos) y del 10% de los
royalties del presal para la educación. Este punto nos llama a una reflexión a
cerca de la «organización política» de la izquierda, a partir de una nueva
generación y también nuevos problemas.
Ciclos
La película Que
horas ela volta? de Anna Muylaert nos muestra los “pequeños movimientos
tectónicos [que] sacuden la estructura de clases de la sociedad brasileña”[18]. En la historia, Jéssica
llega de Pernambuco hasta San Pablo para intentar ingresar en la universidad,
después de diez años sin encontrar su madre, Val, que es trabajadora doméstica
y sometida a sus patrones (duerme en un cuartito de la enorme casa, está todo
el tiempo disponible, es considerada “de la familia”...). Ahí se desploma el
enredo, ya que Jéssica, venida de otra realidad (política) no puede encontrar
“su lugar” en ese ambiente, cuestiona a las leyes no escritas de un Brasil
todavía marcado por la esclavitud y las actitudes de su mamá. Jéssica rechaza
repetir la trayectoria de Val y quiere formarse como arquitecta en una
prestigiosa universidad. Como dijo la directora, “Jéssica no respecta las
reglas separatistas porque ella no las reconoce y se mira en otro lugar. Todo
eso tiene que ver con un nuevo Brasil, que es el Brasil post-Lula”. Hace quince
años, hubiera seguido otro rumbo, como la propia directora lo pensó; “yo mismo
estaba colocando la hija de la empleada en el mismo lugar (al final del primer guión, como su
madre Val, Jéssica se volvía niñera) (...) Para salir de esa
maldición, sacar la camera del salón y colocarla en la cocina, fue necesario un
cambio personal como artista y, también, ese cambio del país”[19]. Esa mirada desde la
cocina es una de las muchísimos señales de un país que cambió, incluso Jéssica
transformando a Val, su mamá, la oferencendo otra perspectiva, la de la
desobediencia. Nueva generación.
¿Cómo pensar la
revolución simbólica lulista, la irrupción de Junio y la entrada en escena de
una nueva generación y sus colectivos, y la posibilidad de que esa energía
desemboque en un proyecto político más “organizado”? Este también es un centro
neurálgico. La cuestión se encuentra justamente en escapar de la trampa de la
representación-síntesis, como si hubiera un lugar capaz de unificar esas
energías de resistencia. En España, Podemos no representa al 15-M, “porque éste
es políticamente irrepresentable”, como suele afirmar Iñigo Errejón[20]. Sin embargo, sin el 15-M
Podemos tampoco sería posible, así como no sería posible pensar un nuevo
activismo político y la crisis del desarrollismo sin el Junio brasileño.
Una especificidad
determinante del proceso brasileño en las últimas décadas fue la existencia de
entidades “englobadoras” que, en parte, consiguieron articular las diferencias:
un partido-red (PT); una central sindical que incluía oposiciones a la
estructura sindical oficial y organización desde las bases; movimientos
campesinos, negros y feministas fuertes; movilización de los barrios,
politización de la vida cotidiana a partir, por ejemplo, de la lucha contra la
carestía; un gobierno nacional oriundo de un ciclo de luchas desde abajo. Pero
el desplazamiento de las instituciones hacia las calles –¿sorprendentemente?-
golpeó al PT, que parece más un obstáculo que un vector para profundizar los
cambios para los cuales el partido fue un actor clave. Y las fuertes
articulaciones se mostraron como demasiado “tradicionales” en el post-Junio, al
no lograr abrir un verdadero diálogo con los múltiples nuevos sectores,
aquellos que hoy se hacen y son hechos por deseos de libertad, nuevos derechos,
y que producen modos de existencia desafiantes a un proyecto monocultural cuyo
sentido es hoy completamente hueco y estéril.
¿Cuáles serían
nuestros próximos “veinte centavos”, el desencadenante inmediato (junto con la
violencia policial) de las protestas de Junio de 2013? El Movimiento Pase Libre
(MPL) mostró “una notable combinación de valorización de proceso y orientación
a resultados”[21]. Junio y sus hechos
notables, como bajar los pasajes, reposicionar el debate sobre los servicios
públicos, el derecho a la ciudad y la crítica a la representación corrupta. Sin
embargo, todavía no conseguimos, a partir de la lucha contra un molinete (de
los ómnibus) desdoblarla con el cuestionamiento y subversión de los muchos
molinetes (policía, comunicación, agua, economía…). Nos parece, sin embargo,
que los caminos esten abiertos para pensar-hacer el proyecto de radicalización
democrática a partir de la gestión colectiva de los bienes comunes (de
bibliotecas, software, presupuestos, basura a medios de transporte, huertas
comunitarias, agroecología), en las luchas contra las barreras que marcan los
cuerpos que pueden ser matados y los que no pueden ser matados, actualizadas
por la violencia policial contra la juventud negra todos los días.
Hablamos tanto de
las protestas de los movimientos sociales cuanto las mayoritariamente de los
sectores medios y altos contra el gobierno y el PT. En ese contexto, cortando
ese polo en una línea transversal están Junio y sus continuidades descontinuas.
Como la ha colocado el historiador Lincoln Secco, “la apuesta es que después de
junio vivimos un nuevo ciclo político”. Así, “en el subterráneo de la política,
hay un espirito vibrante, todavía sin un cuerpo social. Como un espectro que
nos ronda”[22]. Nuestros desafíos
presentes exigen espacios políticos de conexión de las luchas. Es necesario
hacer del grito desencantador materia prima para construir nuestras tecnologías
políticas y sociales de pertenencia. ¿De qué forma estamos atados y cómo vamos
a producir los vínculos necesarios para sentirnos comprometidos con un proyecto
común?
Estas reflexiones
pueden quizá ayudarnos a escapar de la “ley de hierro de las oligarquías
partidarias”[23] y de la “tiranía de las
organizaciones sin estructura”[24].
No se trata de una cuestión únicamente brasileña, pero que habla respecto del
actual ciclo de las revueltas globales, esta fantástica irrupción, de Túnez a
Bahrein, de España a Nueva York, de Kobane y México a Turquía y Nigeria. Todos
esos procesos son ineludibles en el sentido de que producen no sólo
experiencias sino también reflexiones actualizadas sobre los lazos entre
“revuelta” y “organización”, “espontaneidad” y “día a día”, “horizontalidad” y “estructura”.
No podemos hacer de estos pares un conjunto de opciones infernales: pensamos
que el centro neurálgico de las transformaciones hoy habita esa tensión
permanente entre la energía del movimiento y el salto político de la
organización. Es justamente el mantenimiento de esa tensión productiva lo que
nos posibilitará pensar en horizontalidades estructuradas, organizaciones
descentralizadas, en suma, poder distribuido y desplazamientos de la fuerza del
Estado para la potencia de lo común. Es necesario no domesticar esa tensión,
experimentar esa cohabitación y hacer de ella la energía para la producción de
otras ecologías políticas.
Comprender los cambios, menos como proyectos de
crecimiento progresivo institucional y más en la acción de “romper la camisa de
fuerza de la política institucional” vía movilización popular, en vez de
“proponer demandas todavía más ‘realistas’, es decir, menos visionarias, menos
relacionadas con principios”[25]. Una nueva sensibilidad
estética-política está en curso[26] y pone la “la necesidad
de un cuidado de conexiones (…), de los lazos que ligan movimientos de tipos
diferentes, organizados a partir de intereses y problemas diversos”[27].
¿Cómo articular las diferentes luchas, cómo conectar los puntos de resistencia
de clase y feminismos, antirracismos y LGBT? Hacer funcionar estas luchas en
conexiones vinculantes: plataformas colaborativas, acciones en las redes y
calles, hacer de las diferencias posibilidades de influencias mutuas.
Necesitamos conectores. Y un nuevo vocabulario político.
Es bueno tener el “Frente Brasil Popular” que une a la
izquierda organizada, pero tal vez sea más potente caminar para una Federación
de luchas (¡viva Proudhon!). No tanto el “trabajo de base” en el sentido de una
transmisión verticalizada y a veces sin muchas experimentaciones entre los
lugares de experiencia y habla, y más plataformas de colaboración, creación
colectiva, inversiones en la producción de relaciones. Hacer red, como apoyo
mutuo (¡viva Kropotkin!). Ganar la población, ser “populista” en este sentido
fuerte, patear el tablero, contaminarnos de la misma sustancia. La nueva tarea
política requiere la voluntad de asumir riesgos. Para entender el deseo de un
nuevo Brasil debe se estar abierto a nuevas subjetividades políticas, caminando
con ellas, aún que sea en la dirección de un lugar que nadie sabe todavía lo
que es. En Brasil, fueran ganados tres importantes macro-debates en las últimas
décadas: democracia (fin de la dictadura), combate a las desigualdades
(elección de Lula), distribución política (Junio). Ahora llega el desafío, en
ese contexto de crisis, de profundizar y re-elaborar esas tres victorias,
creando colectivamente, imaginarios y prácticas que entusiasmen Jéssica y Val.
Para animar (o retomar) la fiesta.
[1]
ALINE BRONZATI, FERNANDA GUIMARÃES, CYNTHIA
DECLOEDT. Juntos, Bradesco, Santander e Itaú lucram R$ 12 bi no
trimestre. O Estado de São Paulo, 4/8/2015.
http://economia.estadao.com.br/noticias/geral,juntos--bradesco--santander-e-itau-lucram-r-12-bi-no-trimestre,1738200
[2]
André Barocal. Uma fortuna de 200 bilhões protegida do IR da pessoa física. CartaCapital,
10/8/15. http://www.cartacapital.com.br/economia/uma-fortuna-de-200-bi-protegida-do-ir-da-pessoa-fisica-3
229.html
[3]
SINGER, André. Os Sentidos do Lulismo:
reforma gradual e pacto conservador. São Paulo, Cia das Letras, 2012.
[4]
8% aprovam e 71% reprovam governo Dilma, diz Datafolha. G1, 6/8/15.
http://g1.globo.com/politica/noticia/2015/08/71-reprovam-governo-dilma-diz-datafolha.html
[5]
Marcos Nobre. O fim da polarização. Revista Piauí, n 51, dezembro de 2014. http://revistapiaui.estadao.com.br/edicao-51/ensaio/o-fim-da-polarizacao
[6]
Agência Senado. A 'Agenda Brasil', sugerida por Renan Calheiros. 10/8/15
http://www12.senado.leg.br/noticias/materias/2015/08/10/a-agenda-brasil-sugerida-por-renan-calheiros
[7]
Grazielle David e Alessandra Cardoso. A (des) Agenda Brasil desmonta o
Estado e
retira direitos dos brasileiros. INESC, 12/8/15.
http://www.inesc.org.br/noticias/noticias-do-inesc/2015/agosto/a-des-agenda-brasil-governabilidade-se-constroi-com-transparencia-e-participacao-social
[8]
Eliane Brum. Quando a periferia será o lugar certo, na hora certa?. El Pais,
19/8/15.
[9]
Por el economista austríaco
Ludwig von Mises, ideólogo de la escuela austriaca y ferviente defensor de la
libertad de mercado.
[10]
Marina Rossi. Perfil de quem foi à Paulista destoa de lideranças e não poupa
ninguém. El Pais, 18/8/15.
http://brasil.elpais.com/brasil/2015/08/18/politica/1439928655_412897.html
[11]
JOSÉ ROBERTO DE TOLEDO, LUCAS DE ABREU MAIA E
RODRIGO BURGARELLI. As 10 empresas que mais doaram em 2014 ajudam a eleger 70%
da Câmara. O Estado de São Paulo, 8/11/14. http://politica.estadao.com.br/noticias/geral,as-10-empresas-que-mais-doaram-em-2014-ajudam-a-eleger-70-da-camara,1589802
[12]
V. “Pepe Mujica
como ‘estrella de rock’”, en BBC en español, 28/8/2015. Disponible en
http://www.bbc.com/mundo/video_fotos/2015/08/150828_fotos_mujica_estrella_brasil_aw
[13]
«Nota oficial – FIRJAN e FIESP em prol da governabilidade do país», disponible
en http://www.fiesp.com.br/noticias/nota-oficial-firjan-e-fiesp-em-prol-da-governabilidade-do-pais/
[14]
João Pedro Stedile. “Faz 20 anos que a esquerda só pensa em eleição”. Sul21,
24/8/15.
http://www.sul21.com.br/jornal/faz-20-anos-que-a-esquerda-so-pensa-em-eleicao/
[15]
Patrícia Dichtchekenian. Projeto de lei antiterrorismo na Câmara ameaça
direito
de protesto e movimentos sociais. OperaMundi, 11/8/15.
http://operamundi.uol.com.br/conteudo/noticias/41295/projeto+de+lei+antiterrorismo+na+camara+ameaca+direito+de+protesto+e+movimentos+sociais.shtml
[16]
MTST. TOMAR AS RUAS POR DIREITOS, LIBERDADE E DEMOCRACIA! CONTRA A
DIREITA E O
AJUSTE FISCAL. 11/8/15
http://www.mtst.org/index.php/noticias-do-site/1252-tomar-as-ruas-por-direitos-liberdade-e-democracia-contra-a-direita-e-o-ajuste-fiscal-2
[18]
Luiz Zanin. Gramado 2015. Que Horas Ela Volta? e as panelas que batem.
http://cultura.estadao.com.br/blogs/luiz-zanin/gramado-2015-que-horas-ela-volta/
[19]
Marcelo Pinheiro. Retrato de um País em transformação. http://brasileiros.com.br/2015/08/retrato-de-um-pais-em-transformacao/
[20]
Verónica Gago, Diego Sztulwark y Diego Picotto. El intelectual orgánico y el
cartógrafo: ¿ o cómo
discutimos el impasse de lo político radical en un frente común contra el
neoliberalismo? http://anarquiacoronada.blogspot.com.br/2014/09/el-intelectual-organico-y-el-cartografo.html
[21]
Pablo Ortellado "Os protestos de junho entre processo e resultado”. En:
Elena Jusdensnaider et. al. Vinte Centavos. São Paulo,
Veneta, 2013, p. 237.
[22]
Lincoln Secco. O trabalho de base.
http://blogdaboitempo.com.br/2015/04/03/o-trabalho-de-base/
[23]
Robert Michels. Para uma
sociologia dos partidos políticos na democracia moderna. Lisboa : Antígona,
2001 [1925]
[26]
José Celso Martinez Corrêa, Balbucio grávido de arte política. http://www.universidadeantropofaga.org/#!z--celso/m2u22
Fuente: Lobo Suelto
Nenhum comentário:
Postar um comentário