dezembro 14, 2013

"La soledad del intelecto general", por Gigi Roggero

PICICA: "[...] “el futuro ya está aquí presente – quien tiene compañeros no morirá”."

La soledad del intelecto general

on

de GIGI ROGGERO

“Entre catástrofe y reconstrucción”: aquí es donde se sitúa Fabbriche del soggetto, l’“Archivio 1981-1986” de Toni Negri que ombre corte ha puesto a disposición en una nueva edición. En 1986, año de su publicación, la catástrofe asume la apariencia de la explosión del reactor nuclear de Chernobyl, imagen trágica de la unificación del mercado mundial capitalista. Sin embargo, su raíz está en la “derrota” del extraordinario ciclo de luchas del obrero social y multinacional del decenio precedente. Aquí comienza la contrarevolución neoliberal.

Virtualidad de la subsunción real

El libro toma nota de forma decisiva del paso hacia la subsunción real, anticipada por Marx en el Capítulo VI inédito. En este contexto Negri se replantea por un lado la crítica del derecho, coextensivo de la subsunción real, y, por otro, define las dos características principales de la nueva “esencia colectiva”: virtualidad, esto es relación históricamente determinada entre tendencias posibles y práctica de la decisión, e irreversibilidad, en cuanto modificación de la lógica de lo existente, a la luz de la que se reorganizan los elementos del contexto. En el paso a la subsunción real hay una especie de “acumulación originaria” de subjetividad, por la cual a la extorsión del plusvalor corresponde una transformación de la fuerza de trabajo. Se crea en definitiva una nueva naturaleza. Es más, naturaleza e historia son indistinguibles. En este sentido, escribe Negri, “podemos llamarnos jurisnaturalistas”.

En Fabbriche del soggetto se anticipa la “vida puesta a trabajar”, donde la abstracción deviene sustancia del sujeto y el mando único elemento del poder capitalista. El antagonismo se configura entonces como “alternativa del ser y del no ser”: un replanteamiento, en términos materialistas y spinozianos, del inmediato valor ético del rechazo. El rompecabezas de esta antinomia sólo puede resolverse en la práctica, dentro de la modificación del paradigma. De vuelta al problema sobre cómo se produce una nueva naturaleza, dentro y contra aquella históricamente determinada. Precisamente porque “no existe proceso sin sujeto”, las “fábricas” que lo producen no son de ninguna manera territorios neutrales, de las que baste simplemente reapropiarse para “reconstruir”. No hay que confundir el “comunismo del capital” con el movimiento real que destruye el estado de cosas presente. La tendencia es siempre una relación de tensiones antagonistas y rupturas: no nos podemos confiar a ella, dentro de la “virtualidad” es necesario organizarse para construir nuevos devenires. Es decir, forzar y destruir el devenir del capital, formidable máquina de producción de la subjetividad.

La soledad del intelecto individual

La relación entre composición técnica y política de clase ya no puede darse en los términos elaborados por el operaismo, escribía Negri a mitad de los años 80. Limitarse hoy a repetirlo no ayuda mucho a la innovación teórica, ni es signo de una discontinuidad constituyente. El problema es tratar de identificar los nuevos términos o, eventualmente, elaborar otras herramientas conceptuales. A no ser que nos contentemos con constatar la heterogeneidad del trabajo vivo contemporáneo, prefiriendo la descripción empírica a la apuesta política, o peor aún naturalizando dicha heterogeneidad y renunciando a la “virtualidad” de una composición común. Desde el punto de vista de la lucha de clases, común es lo contrario de homogeneidad.

He aquí la forma del rompecabezas en que llevamos inmersos hace tiempo. Si la solución está sólo en la práctica, una teoría revolucionaria no puede perder el tiempo complicándose continuamente las cosas: captar la complejidad de lo real sirve para aventurarse en las simplificaciones. Esta es la diferencia entre escribir para los intelectuales y escribir para los militantes. Negri, generalmente, ha buscado hacer lo segundo, asumiendo los riesgos teóricos. Y sin embargo, frente a los bloqueos y a los impases, teóricos y políticos, es recurrente la tentación de replegarse sobre el hechizo del método.

“No sé explicarme a mí mismo”, escribía el autor: Al borde de un posible salto sólo nos podemos explicar dentro de un proceso colectivo, porque colectivos son los saltos hacia adelante. De lo contrario, se salta en el vacío, destruyendo arduas acumulaciones organizativas y de subjetividad. Y la reconstrucción se precipita en catástrofe, o en farsa. Hay que poner atención para no trasformar el elogio de la “ausencia de memoria” en cancelación del conocimiento, especialmente de nuestros errores. La ausencia de memoria se conquista mediante la producción de genealogías partisanas, so pena de su transfiguración en reliquias vacías o remociones peligrosas. Y es sólo en esta constitución material, “a la altura de la experiencia hasta aquí realizada”, que maduran las necesidades de discontinuidad.

Especialmente en tiempos duros, el único intelecto en el que debemos confiar es en el general. Bastaría el genio individual y las grandes ideas, sería mucho más simple enviar a “Lenin a New York” y antes de nuevo hacerle llegar a Inglaterra. Pero fuera del común –como Negri nos enseña desde el punto de vista teórico– existe únicamente la profunda soledad del individuo y de los pequeños grupos, de activistas o de intelectuales. Sólo mediante una investigación militante colectiva, inmanente a la a veces inquietante materialidad de la composición de clase, la historia se reabre y podemos conquistar, spinozianamente, la eternidad. O, más modestamente, con la Internazionale de Fortini: “el futuro ya está aquí presente – quien tiene compañeros no morirá”.

Fonte:  Commonware

Nenhum comentário: