“Vivimos un cambio social enloquecedor que genera pánico”
Vallisoletano
de Santiago del Arroyo, Cayo Sastre es un sociólogo tan cercano, tan de
andar por casa, que puede haber tentación de infravalorarle.
Sin embargo, fue el número dos del Centro de investigaciones
Sociológicas (CIS) entre los años 2000 y 2005, comodirector del
departamento de Investigación, lo que no está al alcance de cualquiera.
Profesor de Sociología en Económicas, en Valladolid, anteriormente dio
clases en la Universidad de Oslo. El último de sus libros publicados,
‘McMundo’, es una reflexión sobre la sociedad de consumo. Hay que
advertir al lector de que es culpable del imperdonable pecado de tener
una visión positiva y optimista de la sociedad y elmundo que nos han
tocado en suertes.
«Vivimos en sociedades cada vezmás decentes y que cada vez tratan mejor al hombre»
-Lo que mejor define el mundo actual es su condición de sociedad de consumo y de sociedad para el consumo. ¿Hay que celebrarlo?
–Sin lugar a
dudas. La sociedad de consumo es la sociedad moderna. Y no supone el
acceso de mucha gente a un montón de opciones de las que carecían antes:
la comida diversa, los automóviles, los tostadores…
–Entonces, ¿por qué suscita tantas críticas?
–Atacan lo
que la sociedad de consumo representa: el capitalismo. Estos movimientos
antisistema, anticapitalistas, tienen cierta fijación con McDonald’s, con
los Starbucks, y con las cadenas de este tipo, porque los consideran
sinónimos de la globalización. Con lo que ello supuestamente entraña de
homogeneización y desaparición de la identidad local. Pero no es cierto.
Junto a estos locales conviven los bares de toda la vida que venden los
boquerones, los callos y los calamares.
–Es
indudable que este es un mundo donde reinan las mercancías y en el que
vivimos fascinados por los objetos. ¿En qué lugar queda el hombre en
este escenario?
–Es una vieja
idea esta deque laproducción masiva de objetos, el consumismo en
general, los centros comerciales, los móviles, los iPad… han barrido al
hombre. George Simmel está convencido de que la tragedia de la cultura
moderna tiene que ver con los objetos. Según su visión, los objetos se
han independizado del hombre para terminar dominándolo. Es una reflexión
que está muy relacionada con la teoría de la mercantilización del mundo
y también con otra próxima, la del fetichismo de la mercancía.
–¿Comparte usted este diagnóstico? ¿Hay algo de verdad en esto?
–No lo
comparto. Lo que creo es que el hombre ha creado artefactos, objetos,
productos, fábricas que hacen que la vida sea más fácil y que exista un
mayor bienestar.
–Pero que también le hipotecan…
–¿En qué sentido le hipotecan?
–Como
cada vez son más sofisticados, requieren mayores atenciones. Los
ordenadores son un buen ejemplo: nos facilitan mucho la vida, pero nos
vuelven locos con sus constantes actualizaciones, compatibilidades,
virus…
-Claro.
Probablemente todo esto sea cierto y seamos esclavos de los objetos, del
ordenador y de muchas cosas más. Esclavos de la vida en general,
esclavos del tiempo, de todo. La idea de que la sociedad moderna ha
acabado con un mundomaravilloso, o en el que éramos más felices, o
mejores personas, está presente en George Ritzer (’La McDonalización del
mundo’) y en otros pensadores críticos de éxito. Y parece que la gente
necesita creerlo. Creer que antes éramos más humanos, más cercanos, más
espirituales, más calientes… es la idea de que el tiempo pasado era
mejor. Permítame una anécdota.No hace mucho coincidí en un autobús con
unas mujeres que hablaban del mundo y de la crisis. Su diagnóstico era
terrible: nos roban, son unos corruptos, el móvil nos destruye,
Internet, Twitter, y lo otro… Yo no creía nada de lo que estaba oyendo.
Ellas estaban sentadas tranquilamente y de vez en cuando respondían al
Whatsapp y se enseñaban las fotos de sus hijas o sus nietas. Tenían en
sus manos unas tecnologías fantásticas, pero habían decidido ver el
mundo en negativo. El autobús era cómodo, el conductor era correcto,
anunciaba el tiempo que faltaba para que llegásemos, la velocidad estaba
limitada, había seguridad, la carretera estaba en buen estado, y hasta
nos regalaron una botella de agua, pero ellas habían decidido
interpretar el mundo en otra clave.
–¿Nos gusta el victimismo?
–Creo que
nos gusta. Nos gusta creer que hay algo detrás que mueve el mundo y que
nos convierte en víctimas. Es que ser responsable todos los días de lo
que haces esmuy difícil. Por eso las personas transfieren constantemente
sus responsabilidades a otros, de modo que nadie se siente culpable de
casi nada. Y, sin embargo, el individuo es cada vez más protagonista, en
consumo, en política, a través de Internet, y en todas esas
organizaciones que protestan. Mire el caso de Amina Tyler, lamujer
tunecina que está revolviendo el mundo tras enseñar sus pechos en
Facebook. Los individuos son cada vez más activos, más atrevidos, cada
vez más críticos. La sociedad está constantemente reaccionando frente a
los excesos con movimientos de rebeldía y resistencia. Es una verdadera
revolución y unmotivo de optimismo. Creo que se necesita optimismo.
–Zygmunt
Bauman ha inventado el concepto demodernidad líquida para explicar la
sociedad en la que vivimos. Unmundo en el que todo es precario,
transitorio, volátil, espumoso… sin un suelo firme. No parece un gran
plan…
–En
realidad, el suelo comenzó a moverse hace mucho tiempo, con el
Renacimiento, la Reforma protestante y la Revolución Industrial. El
tiempo casi había estado detenido durante miles de años y de pronto, en
el siglo XVII, algo comienza a moverse y ya no ha parado. Lo que pasa es
que cada vez se mueve con más rapidez y esto produce vértigo y pánico.
La sociedad hierve constantemente. Y todo es fugaz. Bauman piensa que lo
que caracteriza a esta sociedad es que los vínculos que mantenían unida
a la gente se han disuelto, y que se ha perdido el gran proyecto de la
Ilustración, el proyecto de la revolución. Bauman lo describe como el
paso de un mundo sólido, firme, a unmundo líquido, e inestable, y
explica que la falta de proyecto ha sumido al individuo en la
incertidumbre. Te pone los pelos de punta leerle porque el amor es
líquido, el matrimonio es líquido, el miedo es líquido… como refleja lo
ocurrido en el maratón de Boston. Antes yo sabía quién me podía hacer
daño. Pero ahora no sé de dónde me puede venir la amenaza. No controlo
los riesgos. Todo esto coloca al individuo en una permanente
incertidumbre: ni el matrimonio dura, ni el puesto de trabajo dura, las
empresas aparecen y desaparecen… ¿Qué ha ganado el individuo? Ha ganado
autonomía y libertad. Pero a un precio costoso.
–Pero
la cuestión no es solo si el precio es caro, sino si es inevitable.
¿Hay que aceptar de buen grado tanta incertidumbre, tanta movilidad? ¿No
podemos frenar este proceso? Las personas necesitan un suelo firme para
pisar.
–Quizás
necesitamos otro tipo de suelo más flexible. Pensemos en ello. Las
relaciones de pareja son más flexibles, sí, pero sonmás equilibradas, no
son tan rígidas, hay más respiro para los individuos. Las
organizaciones, ya sean instituciones o empresas, tratan al individuo
mejor, le reconocen más, tiene más autonomía. Hay otras reglas de juego.
–Pero
de poco sirven todas esas ganancias de autonomía y de libertad personal
si el hombre carece de puntos de referencia y semueve en el mundo cual
náufrago.
–Esto es lo
que Bauman plantea, que somos naúfragos. Pero Bauman, como otros
sociólogos críticos, sobreactúa. Ni soy víctima de los grandes
almacenes, ni soy víctima de los objetos, ni del iPad, que lo apago
cuando quiero, ni soy un náufrago…
–De
nuevo con Bauman: «La estética del consumo gobierna hoy allí donde antes
lo hacía la ética del trabajo». Podría ser una explicación de cómo
hemos llegado hasta la crisis actual y también de por qué nos está
costando tanto salir…
–En cierta
medida es así. Y también es vieja la idea. Daniel Bell en su libro ‘Las
contradicciones culturales del capitalismo’, de 1976, explica que el
capitalismo se había sustentado en los valores éticos del calvinismo,
pero constata que esos valores han sido sustituidos por los valores del
hedonismo. Los antiguos individuos con sentido del deber, con sentido
del trabajo y con un proyecto personal, se habían convertido en personas
puramente hedonistas. Bell vaticinó que esto terminaría destruyendo el
capitalismo.
–¿Comparte esta idea?
–No la
comparto. Ese sentido del deber y esa ética del trabajo, que también
describe Max Weber, efectivamente se han perdido. Pero han sido
sustituidas por otra forma de trabajar, por otra forma de entender la
responsabilidad.
–Me
cuesta verlo… Lo ocurrido estos últimos veinte años parece dar la razón a
Bell. La ética del trabajo y de la responsabilidad eran sostenes que
aportaban una base de estabilidad al capitalismo. La sensación que
tenemos de que se ha vuelto incontrolable tiene mucha relación con la
pérdida de esos frenosmorales que, por otra parte, eran ajenos a su
naturaleza.
–Estamos en
un periodo de tránsito en el que lo viejo no sirve, y lo nuevo no ha
aparecido aún. Porque otra de las claves que hay que apuntar es que
vivimos en sociedades cada vez más complejas. Con cada vez más actores
en escena, que deben comunicarse con un nuevo lenguaje y establecer
nuevas reglas. Vivimos un momento de incertidumbre total y de cambio
social enloquecedor y en todas las direcciones que produce pánico.
Necesitamos nuevos puntos de anclaje.
–La
sociedad de consumo se basa en satisfacer necesidades, reales o
creadas, y en satisfacer o alimentar todos deseos imaginables. Quizás
estamos hipertrofiando a ese niño insaciable que todos llevamos dentro, y
luego será difícil pedirle que se sacrifique, que se esfuerce, y que
acepte la adversidad.
–La primera
fase de la sociedad de consumo se basaba en satisfacer necesidades con
objetos que no se tenían antes (el coche, el tostador, la lavadora, el
frigorífico…). Pero luego, cuando se cubrió esa etapa y esos objetos se
generalizaron, evolucionó y se fomentó la fantasía y lo ilusorio. Y hoy
el consumo que prima es el de sensaciones y experiencias. Cosa distinta
es que las sociedades ricas tienden a sobreproteger a los individuos y
cuando llega el momento de pedirles esfuerzo y sacrificios surgen los
problemas. Como ha ocurrido toda la vida con los ricos. Pero estoy
convencido de que los individuos terminan aprendiendo que hay límites:
que no todo es posible, que no eres el más listo, ni el más guapo, que
hay otros…
–Quizás por eso también somos más blandos…
–Más
blandos… Estoy de acuerdo. Pero esta es la gran paradoja: hay mucha
incertidumbre, pero nunca ha habido tantos colchones para que te dañes
lo mínimo posible si te caes: la educación, la sanidad, el bienestar
social, el seguro de desempleo… Nunca el mundo ha sido tan decente. Es
importante decirlo, porque la gente cree que vive en la guerra.
–La
paradoja es que hay menos incertidumbre que nunca en lo material, como
ha descrito, pero al mismo tiempo el individuo se siente más perdido que
nunca en lo espiritual, si me permite esta expresión que ayuda a
entendernos.
–Es que
antes las explicaciones eran muy sencillas y ahora ya no pueden serlo.
La racionalización y el desarrollo tecnológico han desencantado el
mundo, que ha dejado de ser un lugar mágico. Pero es verdad que hay un
agujero en el campo de lo espiritual que quizás explique por qué
retornan las religiones en el mundo. Pero hay que decir que la
espiritualidad vuelve, pero por un camino distinto al tradicional, con
una relación más personal. No tanto a través de las iglesias
establecidas, aunque también. Se trata de una forma de sujetar el mundo.
–Marc
Augé define el ‘no lugar’ como un espacio de tránsito, impersonal, en
el que no hay posibilidad de verdaderas relaciones, ni posibilidad de
diálogo con el pasado Ni, por tanto, posibilidad de construir una
identidad. La modernidad ha llenado el mundo de no lugares (centros
comerciales, cadenas de comida rápida, estaciones…) con todo lo que
supone.
–Augé es
otro autor de éxito que vuelve a tocar donde más duele. Cree que la
modernidad ha barrido el mundo, que se presenta como un espacio
desolado, sin referentes, sin lugares, ni tradiciones, ni anclajes. Creo
que es una forma exagerada de presentarlo. Porque incluso el ‘no lugar’
termina siendo un lugar. El aeropuerto es un ‘no lugar’, pero también
ahí puede nacer el amor, y surgen emociones, y el sentido de
trascendencia, porque ahí hay seres humanos conviviendo y tejiendo
relaciones.
–Hablaba
antes de la autonomía de los individuos, cada vez conmás capacidad de
decisión. Pero parece que la subjetividad que está más en boga es la
subjetividad de los gustos, y no tanto la subjetividad de los sujetos.
Le cito al teólogo Olegario González de Cardedal: «Para creer en Dios
hacen falta sujetos pero en nuestro mundo, la mayoría de las personas
son un manojo de sensaciones, deseos y apetencias».
–Tiene razón. El individuo ha sido reducido a esto.
–¿Debemos resignarnos?
–No, no
debemos. En España ha sucedido algo raro con la religión, y se ha
convertido en una de las sociedades más secularizadas. Y así,mientras mi
suegro era un hombre que se veía obligado a ir a la iglesia de vez en
cuando, las nuevas generaciones lo han tirado todo por la borda y se han
quedado sin nada. Y pueden darse casos como el de una sobrina mía que
un día me preguntó: «¿Qué es rezar?». Al principio me alarmé, pero luego
pensé: «Ya aprenderás ». Porque es consustancial a la condición humana
que en ciertas situaciones, ante el vértigo y ante el temor, comiences a
rezar y a pedirle ayuda a alguien.
–Daniel
Innerarity explica que uno de los grandes problemas de nuestro mundo es
el exceso de información. No sabemos gestionarla, y al ampliarse el
campo de posibilidades, y de posibles decisiones, nos encontramos
desbordados. Él plantea que el gran reto de la clase política es
canalizar adecuadamente la inteligencia social. Sin embargo, a día de
hoy, parece que hacemos justo lo contrario: ignorarla olímpicamente.
–Los
políticos están desbordados, asustados y atemorizados. Y no estoy
pensando en nadie en concreto. Uno de los problemas más difíciles para
gobernar es gestionar la diversidad. Y también hay una diversidad de
información. Cómo poner orden en todo esto es un problema. El auge de
los nacionalismos es un modo de volver para atrás en busca de
seguridades. Como el auge de los nuevos movimientos neoconservadores que
surgen en Europa.
–La
intuición de Sartre de que «el infierno es el otro» está hoy instalada
en la cotidianidad. Quizás por eso nos gusta tanto la prohibición.
Responde a un afán de ordenar de golpe el mundo.
–Porque el
mundo es tan diverso que tienes la sensación de que es ingobernable. Y
eso se refleja en todo. En el capitalismo, en las empresas, en los
medios de comunicación, en las universidades… y la gente lo quiere
parar; quiere parar el mundo. O tiene el impulso de hacerlo. Aunque no
esté convencido de que vayan a mejorar las cosas si lo para. Un ejemplo.
La Universidad de Harvard ha colgado en Internet cursos gratuitos y eso
ha provocado el pánico enmuchos en la universidad española. ¿Sabe lo
que están diciendo? Que Harvard lo hace como gancho para luego cobrarte
por las titulaciones. No, mire. Lo que ocurre es que hoy un tipo sentado
en una piedra en mi pueblo, en Santiago del Arroyo, se puede matricular
en Harvard a través de Internet. ¡Qué gran faena para usted, que debe
competir con Harvard! Y entonces ¿qué hacemos? Pues tratar de parar el
mundo y lamentarnos.
Artículo de VIDAL ARRANZ, visto en elnortedecastilla.es
Fonte: Ssociólogos - Blog de Sociología y Actualidad
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