PICICA: "En Spinoza flota un doble silencio filosófico, tanto en la cuestión del Racismo con en el de la Esclavitud."
02-08-2012 |
“Cierto negro brasileño leproso”: un sueño político-filosófico de Spinoza (I)
“Estos negros –dicen los holandeses– son feroces,
pérfidos, infieles a los tratados, e irreconciliables.”
(Barón de Bessner, ‘Mémoire sur les negres fugitifs de Surinam’, 1777)
“Spinoza, el primer judío liberal.”
(Carl Schmitt, ‘Der Leviathan in der Staatslehre des Thomas Hobbes’, 1934)
“Las contradicciones de un autor son significativas
porque contienen problemas que, ciertamente
no resuelve, pero que revela contradiciéndose.”
(Karl Marx, ‘Theorien über den Mehrwert’, 1861–1863)
Spinoza, el “hombre ebrio de Dios”, el “marrano de la Razón”, el “judío subversivo”, aquel que el filósofo cortesano Leibniz describió como “un hombre de tinte oliváceo y algo de español en su semblante”, fue sin dudas un pensador radical para su época, ligado a los ríos, a los canales y al océano. Su corta pero profunda reflexión se encuentra indeleblemente marcada por el surgimiento del nuevo imperialismo, la emigración, la persecución, la precariedad, las travesías inciertas, el riesgo mercantil de la desafiante burguesía y el cosmopolitismo más moderno.1 Sin duda impresiona su dimensión total, al mejor estilo de un hombre del Renacimiento: metafísico y moralista, pensador religioso y filósofo político, exégeta crítico de la Biblia, crítico social, pulidor experto de lentes, comerciante multinacional, físico y cosmólogo, hereje hasta el final de sus días. Podríamos decir que era español, ya que la familia de Spinoza, como su nombre lo indica, provenía de la ciudad castellana de Espinosa de los Monteros, provincia de Burgos, en el límite cantábrico, y porqué era costumbre en los judíos sefaradíes portugueses el hablar portugués pero escribir en español; hispano-portugués, porque sus padres fueron emigrantes forzosos de formación católica no-judía, los Anusim, o “marranos” (los antepasados judíos de Spinoza vivían ya en España en tiempos de Cartágo y Roma); era judío, porque fue recibido en la comunidad de Abraham y recibió estudios tradicionales talmúdicos, y contribuyó económicamente con su sinagoga; era portugués, ya que esa fue durante toda su vida su lengua materna y primigenia (tanto que los poetas ibéricos eran sus preferidos, tanto que firmaba con naturalidad con un “D’Espiñoza”); era holandés, porque nació en Amsterdam, en un barrio que se encontraba entre el río Amstel y el puerto, Vlooienburg (hoy se llama Waterlooplein), en una casa espaciosa alquilada, y porque murió en La Haya, porque estaba ligado a Rembrandt por la misma cultura, pero por destino Spinoza seguirá siendo un outsider, un intempestivo, un hombre póstumo, un inactual. Su situación es excepcional, generará una filosofía imposible de reducir a una religión, imposible de cooptar por la peste nacionalista, pero al mismo tiempo bien anclada en las relaciones materiales de su tiempo y atenta a la tradición política. Pero a pesar de sus esfuerzos, la Ideología holandesa de la burguesía vivirá a su pesar enroscada entre líneas, incluso entre sus sueños. Fueron varios los motivos de la emigración masiva de judíos de España y Portugal, y no fueron exclusivamente religiosos: el anacrónico imperio español (al que Marx calificaba de ser una forma tardía de “despotismo asiático”) estaba en decadencia económicamente desde su nacimiento, con unas relaciones de producción basadas en la conquista territorial, el privilegio fiscal y el monopolio real, mientras que Holanda ofrecía el inicio de una nueva forma de imperialismo militar&comercial centrado en el espíritu del capitalismo gracias a la mediación ideológica del Protestantismo (Calvinismo). Holanda fue el primer pueblo en toda Europa que realizó con éxito una revolución burguesa, al emanciparse del despotismo español. El Calvinismo, con toda su filosofía política liberal, es aquí el creador de una nueva forma de estado. La comunidad portuguesa en Amsterdam y en Rotterdam, unida por el idioma y el terruño, se consideraba a sí misma una nación exiliada, constituida por una élite comerciante e industrial, para quienes la religión no es una realidad sino un problema. Aquí entre los Sefardim no domina, como en el caso de los judíos del Este (Ashkenazíes) los dogmas absolutos, la intolerancia étnica y la Cábala, sino la gran tradición humanista del judaísmo ibérico: Crescas, Gebirol, Halevy, Hebreo, Herrera, Ezra y el gran Maimónides. La comunidad no lo tuvo fácil en su nueva patria: periódicamente los sectores más conservadores de la alta sociedad holandesa, los Predikanten, pedían la expulsión de los “mercaderes portugueses”.2 En primer lugar, sería un grave error suponer que antes de finales de siglo XVIII las ideas modernas acerca de la Igualdad entre razas había echado raíces en los Países Bajos. La Tolerancia, muy famosa en los Países Bajos, no se basa en los principios modernos, sino en consideraciones crematísticas&prácticas, que permitan a una población que era (y sigue siendo), profundamente escindida sobre asuntos religiosos, a convivir juntas. Las minorías religiosas, católicos y judíos, fueron discriminados y excluidos de los cargos públicos. Spinoza mismo se vio obligado a firmar su obra más política de manera anónima, tuvo que falsificar la ciudad de edición y temía por su vida, sus obras fueron prohibidas en 1674, junto con el Leviathan de Hobbes.3 Hay una exquisita anécdota sobre este falso climax tolerante narrada muchos años después por un destacado médico y profesor universitario holandés Herman Boerhaave: en 1693 en su período estudiantil, mientras viajaba a bordo de un barco de pasajeros, escuchó a un animado debate entre unos pasajeros acerca de Spinoza. Las opiniones expresadas eran la mayoría vehementemente negativas, entonces se acercó y le preguntó a uno de los críticos si en realidad había leído alguna obra de Spinoza, porque lo que afirmaba era falso; otro pasajero le preguntó su nombre, al que anotó, con el resultado que al llegar a puerto fue denunciado en Leiden como “spinozista” y perdió, aunque no le interesaba, toda oportunidad de hacer una carrera en la Iglesia pública.4 En Holanda se persiguió en ansias de una obsesión purificadora a homosexuales, gitanos, mendigos y prostitutas. No existía dentro de Holanda un sistema de trabajos forzosos para los “otros”, como sucedió en otros lugares (Francia, España, Portugal, Gran Bretaña) pero este excepcionalismo carcelario no estaba basado en una cierta actitud indulgente y anti-racista, como sostiene la fable convenue, sino en el simple hecho de que el mercado de trabajo en los Países Bajos estaba fuertemente impulsado por la oferta, como una constante afluencia de trabajadores inmigrantes de países vecinos, es decir: una fuerza de trabajo multinacional. Tal vez deberíamos concluir que los holandeses eran racistas como todo el mundo en ese momento, pero que tenían menos necesidad para practicarlo en su pequeña patria (circa 1650 su población no excedía los 2 millones de personas). No es casualidad que en Holanda el fuerte movimiento abolicionista europeo no tuviera ninguna relevancia, y es más: se abolió la Esclavitud en las colonias holandesas por presiones de Gran Bretaña. ¿Un déficit moral colectivo, una enorme bancarrota ética que pasó desapercibida en su filosofía práctica?
El padre del filósofo, Miguel D’Espinosa, entró de socio en el establecimiento comercial de su hermano Abraham, que parece haber sido muy importante según se deduce de los movimientos financieros registrados en el banco de Amsterdam. La empresa llevaba el nombre de fantasía portugués de “Manuel Rodrigues”, importaba frutas exóticas y frutos secos, hacia préstamos de dinero a comerciantes de armas, incluso el contrabando desde Málaga, y parece que fue una de las empresas más renombradas de la ciudad en la época. Casualidad o no, el padre de Spinoza morirá en 1654, poco después que los portugueses con nativos brasileños retomaran la ciudad de Recife y expulsaran a los holandeses definitivamente, una derrota que se tradujo en una enorme pérdida financiera para la comunidad Sefardim de Amsterdam y para los negocios de la familia Spinoza. Existe una fable convenue con respecto a la vida de Spinoza, cuyos dos mitos principales son su extrema soledad y su pobreza sempiterna, pero ambas no se corresponden con la verdad. Spinoza proviene de una familia de alto rango en la estructura de clases de la Holanda de la época.5 Por supuesto, puede considerarse un intelectual relativamente pobre si lo comparamos, en el otro extremo de la balanza, con el filósofo-cortesano derrochador de Leibniz. ¿Soledad? ¿Eremita? ¿Un Diógenes moderno? “Spinoza había vivido en al esotérica quietud del individuo aislado”, dice el jurista nazi-católico Carl Schmitt, siguiendo el mito historiográfico.6 ¿Individuo aislado? Spinoza estaba en contacto con toda la cúpula liberal de Holanda, los dirigentes claves que conducían al nuevo estado, y era amigo íntimo del Pericles de la Historia de Holanda, el principal estadista republicano de la época: Jan de Witt. Act est fabula! Pero existe otra dimensión de la fable convenue sobre Spinoza poco analizada, reprimida como en otros filósofos de la época del naciente Capitalismo europeo: la flagrante discrepancia entre pensamiento y práctica, entre teoría y praxis, que marcó a fuego el período de transformación de la forma mercantil del Capital en su forma cuasi moderna, protoindustrial y financiera. Es decir: ¿presenta Spinoza en la forma de una quimera delirante, la paradoja entre el discurso de la libertad y la democracia absoluta con la práctica de la esclavitud? Como dice Williams en su importante obra sobre el Capitalismo y el Esclavismo,7 la institución de la Esclavitud, promovida y organizada por los europeos en el hemisferio occidental entre los siglos XVI y el XIX, no fue un hecho “accidental”, ni un dérapage en la historia económica moderna. La Esclavitud fue, antes bien, una pieza crucial en los primeros momentos de la formación del capitalismo mundial y del arranque particular de la acumulación primitiva en Holanda. No se puede explicar el surgimiento del Capitalismo a partir del año 1500 sin los esclavos como fuerza de trabajo y sin el floreciente comercio de los esclavos en el Atlántico: hacia 1900 se calcula que por cada europeo llegado a las Américas le correspondían tres esclavos africanos. Se ha calculado que en la cuenta final llegaron vivos a las Américas 12 millones de africanos para trabajos forzosos, entre 1500 y 1640 788.000 esclavos. El trabajo forzado y casi gratuito impulsó lo que podríamos llamar la primera agricultura de exportación capitalista: el cultivo del azúcar, pero también del tabaco y del algodón.8 Holanda es el ejemplo más temprano a tener en cuenta, su esplendor desde el siglo XVI al XVII fue gracias a una política militar de agresión y al dominio del tráfico de esclavos,9 de hecho fueron los holandeses los primeros en trasladar mano de obra esclava de África al estado de Virginia en 1619 y a la isla de Manhattan en 1624, la futura New York. Incluso entre 1657 y 1663 cuatro barcos holandeses llegaron al puerto de Buenos Aires (un punto clave del contrabandismo continental de la época) repletos de esclavos, que fueron inmediatamente comprados por españoles y criollos.10 A partir de 1630 los holandeses comenzaron a suplantar en las plantaciones de azúcar a los indios Tupani por africanos (aunque los portugueses ya habían comenzado con el comercio de esclavos con anterioridad, y antes que ellos los reinos islámicos) por razones que ya habían descubierto los españoles: un negro productivamente valía como cuatro indios. La historia de “Brasil holandés”, muy relacionado con la familia Spinoza, se pueden dividir en tres actos: en primer lugar, conquista y la consolidación de un territorio importante para el cultivo de azúcar, seguido por una década de relativa paz y prosperidad bajo el gobierno ilustrado de Johan Maurits van Nassau, y, finalmente, la guerra interimperialista con los colonos portugueses locales y libertos brasileños que conducen a la rendición final de la colonia en 1654. Hasta ese año barcos bajo la bandera holandesa transportaron 23.000 esclavos de África a Brasil y de las seis colonias de ultramar que llegó a tener Holanda en su cénit como potencia mundial, cinco eran sociedades esclavistas, y en tres de ellas eran mayoritarios los esclavos de origen africano en los trabajos forzados.11 No es raro que nada menos que el padre del Constitucionalismo burgués, Montesquieu señalara que “El Azúcar sería demasiado caro si no se obligase a los Negros a cultivar la caña.” Porque el Azúcar era y es esencialmente una empresa capitalista compleja, que implica no sólo operaciones agrícolas sino también las etapas primarias del refinado final. La razón era crematística y económica, no racial; no tenía nada que ver con el color del trabajador, sino con los bajos costes de la reproducción de su fuerza de trabajo y la posibilidad de una explotación extensiva e intensiva. Comparado con el trabajo de los indios, el del esclavo negro era eminentemente superior desde la nueva óptica capitalista. Fue durante éste período en el que Spinoza se encarnó como su pensador más destacado y paradigmático. Pero veremos como su propia Filosofía práctica tiene el semblante bifronte de Jano, ya que como el legendario rey de Lacio, tiene el don de encarnar tanto el pasado que no termina de cancelarse como el porvenir que todavía no se cristaliza. En Spinoza flota un doble silencio filosófico, tanto en la cuestión del Racismo con en el de la Esclavitud.
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