PICICA: "El huracán Sandy ha sido considerado mayoritariamente como síntoma y
resultado del cambio climático. Lejos de constituir un fenómeno natural,
dicho cambio es una cuestión social, política y cultural: remite a la
cualidad de las relaciones sociales en las que vivimos, al tipo de políticas con las que somos gobernados y a las formas de vida en las que nos socializamos.
Cuando lo económico constituye la clave explicativa de lo social, de
lo político y de lo cultural, todo deriva irremediablemente en la
economía: el cambio climático también."
Cinco postales desde Sandy
Nuestro amigo Ángel Luis Lara, que vive hace cinco años en Estados Unidos y participa desde primera hora en Occupy Wall Street,
analiza en este artículo el "capitalismo del desastre" a partir de los
significados y los efectos del huracán Sandy a su paso por Nueva York.
1.
El huracán Sandy ha sido considerado mayoritariamente como síntoma y
resultado del cambio climático. Lejos de constituir un fenómeno natural,
dicho cambio es una cuestión social, política y cultural: remite a la
cualidad de las relaciones sociales en las que vivimos, al tipo de políticas con las que somos gobernados y a las formas de vida en las que nos socializamos.
Cuando lo económico constituye la clave explicativa de lo social, de
lo político y de lo cultural, todo deriva irremediablemente en la
economía: el cambio climático también. Aunque el famoso Informe Stern
reveló en 2006 que dicho cambio provocará una caída del PIB mundial
que puede llegar hasta el 20% en las próximas décadas, la actual
imposición de la austerity y el secuestro
dictatorial de la moneda imposibilitan el desarrollo de las inversiones
necesarias para impedir el desastre. El capitalismo se parece cada vez
más a una pescadilla que se muerde la cola. Al Gore, paladín de la
concienciación sobre el cambio climático, es una buena prueba de ello.
El tipo es dueño de tres mansiones y vive en una casa
con dos decenas de habitaciones y una piscina privada: se calcula que
la forma de vida de su familia consume veinte veces más energía
eléctrica que un hogar medio de su país. Aunque los estadounidenses
constituyen menos del 5% de la población del planeta, gastan el 26% de
la energía mundial. Además, generan ellos solos el 24% del total de
emisiones de dióxido de carbono que se producen en el mundo. El Informe
Stern apuntaba hace seis años que ese tipo de emisiones estaba
generando un incremento en la velocidad del viento que amenazaba con
desatar violentos huracanes e inundaciones en Estados Unidos.
Definitivamente, una pescadilla que se muerde la cola.
2.
Sandy ha puesto encima de la mesa muchos de los asuntos que la carrera
electoral estadounidense ha ignorado: el primero de ellos, el cambio
climático. La reciente campaña se ha caracterizado por los silencios y
los vacíos generalizados. La lógica electoral suele convertir la
política en vacua retórica o, como se dice ahora, en simple ejercicio ideoléxico:
mero juego semántico y construcción ideológica. Lo cierto es que en su
condición ideoléxica, las élites del mundo se dividen entre las que
niegan el cambio climático y las que lo admiten pero se empeñan con
todas sus fuerzas en que la humanidad no pueda combatirlo. Romney forma
parte de las primeras y Obama de las segundas. En 2009 se celebró en
Copenhague la XV Conferencia sobre cambio climático de la ONU. Días
antes de su inicio, Obama firmó un acuerdo con las autoridades chinas
para bloquear la conferencia e impedir un acuerdo mundial vinculante que
permitiera la reducción de emisiones de dióxido de carbono. Como
sabemos, el Informe Stern vinculó directamente dichas emisiones con los
huracanes en Estados Unidos: alguien podría pensar en una producción
política de Sandy. Lo cierto es que en las
recientes elecciones a la Casa Blanca los estadounidenses se han visto
obligados a elegir entre un político que niega la realidad y otro que
se empeña no sólo en que esa realidad no cambie, sino en que incluso
empeore. Ese será nuestro sino mientras sigamos atrapados en
los círculos concéntricos de las élites y de lo instituido. El
capitalismo no sólo es una pescadilla que se muerde la cola, también es
un laberinto.
3.
La producción política de las causas de Sandy es simétrica a la
producción política de sus consecuencias. Antes de Sandy, Nueva York
había sufrido la intensa gestión neoliberal de sus últimos cuatro
alcaldes. Giuliani y Bloomberg han resultado particularmente virulentos
en ese sentido: sus políticas municipales han erosionado
considerablemente las infraestructuras de la ciudad, desatando una
manifiesta obsolescencia en los transportes, multiplicando la
infravivienda y extendiendo la pobreza. En su libro La doctrina del shock,
Naomi Klein definía esa ingeniería socioeconómica como “capitalismo
del desastre”. En Nueva York existía ya un desastre previo a la llegada
del desastre: el abandono neoliberal de las infraestructuras locales
ha favorecido notablemente el envite de Sandy. Los más de cuarenta
muertos en la ciudad, la suspensión del transporte urbano, los hogares
destruidos y la caída del servicio eléctrico ilustran mínimamente la
materialidad de un shock plagado de nombres propios y de historias.
Elisabeth, por ejemplo, vive en Long Island y ha perdido su yate.
Además, su lujosa residencia en la playa ha sufrido numerosos daños en
su estructura. Ella le contó su historia a la cadena Fox. Estaba
profundamente conmocionada y no podía dejar de llorar. María, sin
embargo, atendió al canal Univisión en Coney Island. Estaba muy seria y
tranquila. Al igual que su esposo, ella es una persona migrante
indocumentada. Ambos habitan con sus tres hijos en un sótano sin apenas
luz y con escasa ventilación. Mientras María achicaba agua, una
reportera trataba sin éxito de sacarle un testimonio.
Aburrida de la periodista, le soltó finalmente: “mire señorita, esto
no es de ahora, aquí nos pasa cada vez que llueve. Yo llevo sufriendo a
Sandy toda mi vida”.
4.
Sandy no sólo ha sacado a la luz en Nueva York la erosión neoliberal
de las infraestructuras, también ha subrayado el abandono de las
personas: miles de neoyorquinos continuaban sin luz, ni agua, ni
calefacción, ni acceso a alimentos días después del paso del huracán.
Entonces ocurrió el milagro: una marea de gente
común y anónima comenzó a autoorganizarse para tejer una tupida red de
cooperación que ha llevado miles de voluntarios, agua, medicinas, ropa y
toneladas de alimentos a las zonas más golpeadas por el huracán.
Se trata de una experiencia verdaderamente bella y profunda impulsada
por dos motores fundamentales. El primero de ellos posee una naturaleza
cultural y se conecta con el comunitarismo que, a diferencia del
modelo intervencionista europeo, ha caracterizado la vida urbana en las
grandes ciudades de Estados Unidos: la ausencia de intervención
pública ha favorecido una cultura de la community y de los tejidos locales activos. Es un fenómeno contradictorio y complejo
del que dio cuenta hace diez años el sociólogo francés Jacques
Donzelot, en un interesantísimo libro que fue pasto de una crítica
despiadada por parte de la izquierda (Faire société: la politique de la ville aux États-Unis et en France). El segundo motor de la potente experiencia de cooperación social que ha desatado Sandy posee una naturaleza política: Occupy Wall Street.
Fueron sus activistas los que dieron el primer paso, lanzaron el
llamamiento y organizaron las redes digitales sobre las que se ha
extendido la materialidad de la experiencia. Occupy Wall Street ahora es Occupy Sandy.
5.
Pese a que desde sus inicios el movimiento Occupy
ha funcionado como un espacio de encuentro entre diferentes, la
hegemonía paulatina de una componente activista tradicional, cargada de
gestos y lenguajes que resultan generalmente excluyentes, fue restando
potencia a la experiencia y despoblándola de personas comunes y
desconectadas de los registros estéticos y formales de la izquierda. El
pasado mes de septiembre, algunos leímos en el rito de conmemoración de
la ocupación de Zuccotti Plaza una escenificación del deceso irremediable de la potencia del movimiento. Sin embargo, como nos pasa la mayoría de las veces, nos equivocamos. Sandy ha generado la segunda resurrección de Occupy.
La primera se produjo en sus inicios, cuando la brutalidad policial
afectó a la opinión pública y movilizó la sensibilidad común de gran
parte de la ciudad a favor del movimiento. La segunda ha llegado con un
huracán que ha logrado dislocar momentáneamente la terrible
disfuncionalidad que arrastramos muchos de los que venimos del
activismo tradicional: cuando dejamos de entender
la acción política como el proyecto de construcción de un sujeto y una
identidad, somos capaces de articular el movimiento como
infraestructura y agencia al servicio del común, de la inteligencia
colectiva y de las formas de subjetivación y de vida en red.
Entonces, vuelve la gente y el movimiento de nuevo se hace de
cualquiera y la política es otra vez el estar juntos en torno a los
problemas que nos afectan y el sentido navega en una órbita
constituyente. Eso que ya conocimos en las plazas. La política que
necesita el presente. Occupy Sandy ha demostrado que los amigos y amigas del espacio Making Worlds
tenían razón cuando nos decían a los más cansados y agoreros que la
solución no era abandonar el barco, sino estar pese a todo y de alguna
manera en el movimiento. Eso es lo que toca ahora. A los cansados y
agoreros además nos toca escuchar y aprender, como siempre.
Brooklyn, noviembre de 2012.
Fonte: eldiario.es
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