PICICA: "Antes de entrar en materia quiero darles las gracias a todos por tan
caluroso recibimiento. Voy, a lo largo de mi plática, a poner en duda y
hasta atacar duramente la práctica de la psicología, la de la
psiquiatría y especialmente la del psicoanálisis tal y como lo conozco.
No es mi intención importar modelos antipsiquiátricos o
antipsicoanalíticos; no creo en la utilidad de este tipo de
importaciones culturales, como tampoco creo en la universalidad de los
conceptos en estos terrenos. Mis cuestionamientos irán dirigidos
específicamente contra lo que conozco de Europa. Pienso, por ejemplo,
que un nuevo tipo de práctica y de teoría psicoanalíticas se
desarrollarán ahora, tomo me parece que sucede en el seno de la
corriente argentina. Todas las alternativas quedan abiertas."
Félix Guattari / Revolución molecular y lucha de clases
Antes de entrar en materia quiero darles las gracias a todos por tan
caluroso recibimiento. Voy, a lo largo de mi plática, a poner en duda y
hasta atacar duramente la práctica de la psicología, la de la
psiquiatría y especialmente la del psicoanálisis tal y como lo conozco.
No es mi intención importar modelos antipsiquiátricos o
antipsicoanalíticos; no creo en la utilidad de este tipo de
importaciones culturales, como tampoco creo en la universalidad de los
conceptos en estos terrenos. Mis cuestionamientos irán dirigidos
específicamente contra lo que conozco de Europa. Pienso, por ejemplo,
que un nuevo tipo de práctica y de teoría psicoanalíticas se
desarrollarán ahora, tomo me parece que sucede en el seno de la
corriente argentina. Todas las alternativas quedan abiertas.
Las pretensiones de parte de los psi, tendientes a justificar su acción
de control social por medio de argumentos científicos, me parecen
sospechosas. Lo que hacen, de hecho, no es ciencia, sino la recuperación
de ella para negar la existencia de problemas políticos reales y
concretos a los que no quieren enfrentarse. Con esto no quiero decir que
no existan problemas de orden teórico que tienen que debatirse; muy al
contrario. Este tipo de problemas pertenecen, esencialmente, a los
campos político y social y únicamente después a un campo científico
específico. Opino que no se puede uno conformar con una división del
trabajo tal que confíe, por una parte, el cambio social político a los
políticos de profesión y, por la otra, los problemas del inconsciente de
la readaptación social de la salud mental a los especialistas psi. Hoy
día, estoy convencido de que no se puede hablar de inconsciente sin
hablar de política al mismo tiempo. En otras palabras, creo que
pertenece al militante, a los trabajadores ligados a los problemas de la
salud mental, vigilar que los conceptos y las prácticas relativos al
inconsciente no sean capitalizados por las formaciones de poder
dominante. En este sentido, trataré de reexaminar la noción misma del
inconsciente. Así, la nueva definición de inconsciente habrá de
responder a problemas reales políticos y sociales a los que nos
enfrentamos todos.
En cuanto a la destrucción del hospital psiquiátrico, por ejemplo,
pienso que no podremos hacer efectiva nuestra acción si nos basamos en
técnicas tradicionales, que de nada nos servirán para acabar con los
métodos de encuadramiento y control social que en Europa son
particularmente intensivos en lo que se refiere a la infancia. De la
misma manera, en el plano político, si no disponemos de nuevas armas
conceptuales, nada podremos contra el desconocimiento de numerosos
militantes para con problemas que día con día se agudizan y que
comprenden no sólo marginalidades tradicionales, sino también aquellas
nuevas que no cesan de aparecer, si tomamos en cuenta todas las
categorías sociales que son objeto de discriminación, entre ellas, los
enfermos mentales, los homosexuales y los drogados, para mencionar sólo
algunas.
El enfoque que propongo es muy personal; está ligado a mi práctica
profesional, a una práctica de militancia. No pretendo de ninguna manera
que sea científico ni pretendo imponerlo a nadie. Lo planteo aquí por
si a alguien le conviene y puede aprovecharlo en su propia práctica.
Creo que es importante señalar que el concepto de marginalidad no se
define siempre en los mismos términos. Si hacemos un poco de historia,
encontramos una cierta continuidad entre los mendigos, los vagabundos y
los tipos de población que han sido objeto de las grandes empresas de
confinamiento (renfermement), de los grandes encierros descritos
por Foucault. Me parece, sin embargo, necesario rebasar la visión
puramente axiológica del concepto; por ejemplo, en el dominio de la
marginalidad en relación al trabajo, no se puede aceptar la idea de una
categoría del desempleo siempre igual a sí misma, que atravesara la
historia. En cada época esta cuestión se plantea en términos diferentes.
Hoy día ciertos economistas consideran que un importante volumen de
desempleo es un elemento normal y hasta esencial de la producción
capitalista. La crisis económica mundial nos muestra que el desempleo
existente en el mundo es un problema que va más allá del mero estar al
margen de la fuerza colectiva de trabajo, creándose así una nueva forma
de marginación similar a la de los estudiantes de nivel superior en
Italia y Francia, los que, al no poder entrar a formar parte de las
elites, constituyen una especie de subproletariado.
Un concepto que me parece a mí muy importante es el de micropolítica.
Cualquier problema, sea individual o familiar, psicopatológico,
caracterológico, psicosexual o esté relacionado con la delincuencia, nos
remite siempre a intereses micropolíticos inseparables de la
problemática política a más grande escala. Es posible que la gente que
está afectada por ese tipo de problemas no tenga la menor idea de que
este problema se ubica a un nivel micropolítico. La cuestión es saber si
los especialistas van o no a reforzar los componentes enajenantes, si
van o no a reforzar el desconocimiento de problemas reales en virtud de
la posición de poder que ocupan. En la actualidad, las asociaciones de
profesionistas y en particular los especialistas de la psicología toman
un papel cada vez más preponderante en la sociedad. Mony Elkaïm señalaba
en Cuernavaca que el hecho de que trabajadores de la salud mental
salgan del hospital para trabajar en lo que en Europa se llama "el
sector" (visitas domiciliarias, equipo extrahospitalario o servicios de
salud mental comunitaria), no ha resuelto el problema.
De hecho los trabajadores de la salud mental en el sector no sólo no logran abolir el papel de enmarcamiento (encadrement)
y de control social, sino que lo refuerzan ampliándolo a poblaciones
nuevas. Eso no es debido ni a un concepto teórico erróneo ni a una mala
voluntad de los trabajadores de la salud mental sino fundamentalmente al
desarrollo de la política de integración al capitalismo mundial.
Actualmente el capitalismo tiende a funcionar cada vez más a nivel
internacional, tanto en el terreno de la producción como en el de la
explotación, así como en el de la generalización de la represión y del
control social. Dicho de otro modo: los poderes de estado tradicionales y
las formaciones de poder ligadas al poder del estado no desempeñan ya
el mismo papel que desempeñaban a finales del siglo XIX y principios del
XX. Este nuevo modo de producción, que llamaremos el capitalismo
mundial integrado, se desliga cada vez más del poder centralizado del
estado. Para reproducirse, sin duda necesita disponer de todo un
ejército de fuerzas represivas a pequeña y gran escala que controle.
También necesita, esencialmente, dominar el inconsciente por medio de
múltiples equipamientos colectivos y por la intervención de los mass
media, a fin de garantizar lo que yo llamaría el sujetamiento semiótico
de la fuerza de trabajo (este sujetamiento toma como objeto tanto la
moralización de la familia nuclear, la del pensamiento de lo imaginario,
como los procedimientos de la educación, del deporte, de la cultura,
etc.). Así, pues, no sólo necesita del ejército tal como lo está usando
en Nicaragua y en Irán, sino también de otro tipo de ejército, de un
ejército mucho más diferenciado, al que difícilmente se le puede
localizar dentro de las coordenadas políticas tradicionales; un ejército
que requiere de estados mayores (así es por lo menos en lo que se
refiere a Europa), que dependen siempre menos de la Iglesia y de los
partidos políticos, y siempre más de todo tipo de castas de
especialistas y tecnócratas.
Hoy, a través de los mass media y los equipamientos sociales, se explica
a una madre cómo criar a sus hijos; los psicólogos tienen bien puesto
el ojo sobre cualquier desviación que pueda presentarse en un niño en
edad escolar y hasta se calcula con computadoras, en función de tal o
cual posición social y en función de tal o cual disturbio, lo que se
volverá ulteriormente. En esta forma, se le puede orientar sobre tal
tipo de establecimiento especializado o consulta conveniente. De aquí se
entiende que el papel de los psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas,
trabajadores en general de la salud mental, educadores, reeducadores,
etc., no es de ninguna manera secundario en nuestra sociedad; día con
día se vuelve cada vez más indispensable en la formación y regulación
por categorías de la fuerza colectiva de trabajo.
Tenemos, entonces, un sistema que integra los problemas políticos a
nivel del estado, y otro que integra problemas micropolíticos a nivel
del individuo y de la familia. Debemos admitir que este último está
dando, al menos en los países capitalistas desarrollados, muchos frutos,
llegando, en un punto extremo, a una verdadera sumisión colectiva hada
el orden establecido. Esto significa que el capitalismo mundial
integrado llegará a producir una suerte de fascismo mundial (como el que
Orwell describe en una novela célebre: 1984), en virtud de que
este tipo de cosas no están en juego únicamente en los países
capitalistas desarrollados ni únicamente a nivel de las fuerzas
políticas tradicionales de dichos países. Muchos otros factores
decisivos intervienen y crean contradicciones que hacen, según mi
opinión, que la estrategia de la famosa Comisión Trilateral, la
estrategia de reestructuración del capitalismo mundial integrado, vaya
al fracaso pese a sus aparentes éxitos actuales. La primera de estas
contradicciones es la de que, al lado de las luchas obreras en los
países capitalistas desarrollados, aparecen nuevas luchas que
generalmente son mal entendidas por el estado mayor de los partidos y
los sindicatos. Estas luchas comprenden, entre otras muchas, las luchas
de emancipación femenina, las de los desempleados; las de los jóvenes
que rechazan el trabajo como lo conocen, por ejemplo la de los jóvenes
trabajadores italianos por un nuevo modo de vida; las luchas
antinucleares y contra la contaminación ambiental; contra un cierto
modelo centralista económico y cultural; las que surgen de regiones
completamente anegadas ecológicamente, y las luchas de las "minorías"
sexuales que culminan en la ilegalidad.
Con altas y bajas, se está gestando un nuevo panorama político, donde
ese tipo de luchas no constituyen ya una vanguardia, una minoría. En
Francia surgen luchas de masas considerables como la de las mujeres para
imponer la nueva legislación sobre el aborto y la contracepción; las
luchas en las regiones europeas como Córcega, Bretaña y los países
Vascos, que movilizan varias categorías sociales. El capitalismo mundial
integrado no tiene con qué dar trabajo, en su concepto de trabajo, al
conjunto del proletariado mundial y reduce a la marginalidad categorías
cada vez más amplias de la población.
La burguesía, desde siempre, ha intentado con lujo de cuidado formar sus
propias elites (la gente que será la encargada de dirigir las fábricas,
la justicia, la universidad, los periódicos, la literatura). Pero los
modelos elitistas no tienen ningún valor para la masa de la población.
¿Qué significan, hoy, para un joven marginado italiano los valores
familiares tradicionales paternalistas? ¿Qué significan para él los
valores de trabajo en un mundo en pleno desasosiego, con montones y
montones de desempleados? ¿Qué significa cursar una carrera
universitaria, cuando se sabe que ésta servirá solamente para enajenar a
otros? Hay dos parámetros objetivos: las materias primas y la energía,
que parecen amenazar particularmente las perspectivas del capitalismo
mundial. He aquí una especie de cuello de botella. Queda totalmente
excluido que en los países del Tercer Mundo se pueda desarrollar el
mismo tipo de burguesía que en los países desarrollados; paralelamente,
queda excluido que el mismo tipo de clase obrera se desarrolle en los
países del Tercer Mundo. Entre el norte y el sur se está dando,
esquemáticamente, una nueva lucha de clases. Este norte y este sur, hay
que entenderme bien, no son solamente geográficos. En el seno de cada
país existen, también, un norte y un sur; existe un capitalismo
periférico en los países del Tercer Mundo y existe un Tercer Mundo en
los países capitalistas desarrollados. Este fenómeno está a punto de
escapar del poder del estado, de la burguesía, de la burocracia política
y sindical de todo tipo.
Me parece, no obstante, que es necesario "dar al César lo que es del
César" y reconocer que el capitalismo en la última década fue capaz de
emplear un sistema relativamente congruente y relativamente coherente.
Si se espera una revolución socialista de parte del proletariado tal
como hasta hoy se ha concebido, que se extienda en el planeta y que
resuelva los problemas en los cuales se debate el Tercer Mundo, lo
siento mucho pero es una ilusión. El capitalismo mundial ha integrado
toda una franja de la clase obrera, trabajadores técnicos y científicos,
en los países desarrollados. En este sentido, el proletariado alemán,
por ejemplo, en lugar de ser revolucionario y trabajar por la revolución
mundial, entra en un consenso represivo que amenaza hundir a Europa
entera.
Existe un nuevo tipo de agrupación, un nuevo tipo de alianza que es la
que debe formarse y en cuyo seno ¡una cierta clase obrera! jugará un
papel muy importante, que no será necesariamente el dominante, pues en
este nuevo tipo de agrupación habrá que renunciar a un cierto tipo de
jerarquización.
Allí harán alianza la lucha de mujeres y todas las formas nuevas de
lucha mencionadas anteriormente. Este nuevo proletariado hay que
encontrarlo, hay que llegar a él porque no es un proletariado educado,
puro, como lo fue el de la Tercera Internacional. Entonces sí,
evidentemente, un nuevo proletariado. constituido por desempleados, por
obreros especializados, trabajadores emigrados, los marginados y los assistes,
etc., tendrá su lugar en la lucha y un lugar fundamental. Hoy existe,
innegablemente, una enorme distancia entre los aparatos políticos, los
aparatos sindicales y este proletariado. Hay que empezar por eliminar
del vocabulario la horripilante palabra "lumpenproletariado" porque
evidentemente no se trata de esto; el proletariado marginal está muy
lejos de ser un lumpenproletariado; más aún, es a veces un proletariado
aristócrata, que piensa, que lee, que escribe, que busca cambiar la vida
y las relaciones sociales.
No creo, por ejemplo, que la dirección del capitalismo mundial integrado
pueda fácilmente localizarse en el capitalismo germano-americano.
Existen centros de decisión múltiples dispersos en todos los ámbitos del
planeta, un capitalismo periférico cuyos objetivos son dobles. Cada
quien habla de sus propias fuerzas productivas para conservar una
economía de ganancia y de utilidad, siempre y cuando se mantenga una
segregación de clases. El capitalismo mundial integrado tiene que
establecer alianzas y compromisos entre fuerzas completamente
heterogéneas al no disponer de fuerzas sociales homogéneas, como podría
ser la burguesía francesa del siglo XIX; así, se hace posible la
coexistencia de un régimen de democracia burguesa, de regímenes
fascistas como el del Sha de Irán y regímenes pseudo-socialistas, entre
los que se dan diversas formas de alianza. El ejemplo más reciente es la
alianza entre el gobierno de la China Popular y el gobierno de Irán.
Ahora bien, es en relación con la nueva lucha de clases a nivel mundial
que se puede pensar y de hecho se dan nuevas alianzas entre las nuevas y
las antiguas marginalidades. Hago esta anotación porque pienso que los
problemas micropolíticos sólo pueden abordarse situándolos dentro del
marco de la política mundial, que tiende a alterar cada sociedad
especialmente en el campo que nos interesa aquí. Nosotros debemos
admitir que el tipo de metabolismo inconsciente que aparece en las
nuevas luchas no corresponde ya en absoluto al modelo antiguo. Tenemos,
pues, necesidad de un nuevo concepto del inconsciente.
El inconsciente freudiano se forjó en Viena, en los días más o menos de
la gran burguesía; el psicoanálisis lacaniano en barrios que bien valen
los de Viena. Si hemos de atacar al psicoanalista freudiano, lacaniano,
junguiano, no es porque estemos en contra del análisis ni porque
neguemos la existencia del inconsciente, sino porque denunciamos a las
personas que no hacen análisis, puesto que ponen en circulación un
concepto del inconsciente que no sólo no sirve para nada en el campo
social, sino que va a crearnos las peores dificultades para resolver los
problemas relativos, precisamente, a la noción de revolución molecular.
Los problemas de salvaguarda de la vida de la gente de hoy; los
problemas del deseo que lleva a rechazar la fatalidad y la desesperanza a
las que están condenados cientos de millones, no son explicables a
través del esquema mecánico familiarista del freudismo, ni por las
eternas identificaciones con el padre, ni por el logro más o menos
completo de ese examen de graduación que es el complejo de castración.
Toda esta mecánica existe, sin duda, pero a nivel de una cierta elite
tradicional.
El inconsciente freudo-lacaniano está individualizado, es personológico y
familiarista; pone en juego imagos y componentes imaginarios; se dirige
hacia el pasado y se apoya en una psicogénesis, destacando la infancia,
no puede revelarse más que por la transferencia y la interpretación y
es, finalmente, significante. Con este inconsciente no podemos hacer
nada; no tenemos nada que ver con él. Necesitamos un inconsciente que
nos permita comprender no solamente lo que sucede a nivel de individuos
aislados, sino colectivamente; no sólo a nivel de grupos de individuos,
sino también de grupos de órganos, de grupos de funciones, de procesos
materiales, ecológicos, fisiológicos, etnológicos, económicos y
políticos de cualquier naturaleza. En otras palabras, este inconsciente
no está hecho sólo de palabras, sino de cadenas de significantes que
ponen en juego elementos de espacio, elementos de percepción, elementos
biológicos; cadenas semióticas y económicas que las intervenciones de
los medios de comunicación masiva ponen en juego. El inconsciente, me
espetarán, responderán ustedes, es todo lo que dicen: es imaginario,
espacial, económico. Pero diciendo esto, lo reducen a la categoría de lo
significante de tipo lacaniano y requieren de esa categoría que
explique el funcionamiento del inconsciente. Poco importa, entonces,
asociarlo con esto, a partir del momento en que socialmente se reduce a
significante de una subjetividad individualizada. La fórmula clave del
lacanismo está en decir que un significante representa a un sujeto para
otro significante; el inconsciente está, por lo tanto, ligado a una
especie de material transemiótico que es el significante y que es
inseparable del sujeto. A todo eso, contestaré que no tenemos necesidad
de especialistas de este tipo de inconsciente, funcionarios a los que se
les remunera muy bien y que, en Francia al menos, ya no pagan
impuestos. No necesitamos personas que pretenden ser neutras y se
benefician con los problemas del inconsciente. Los verdaderos problemas
del inconsciente no son neutros ni benefactores. No existe ni un solo
problema del inconsciente que no implique una problemática micropolítica
a nivel de la familia, de la empresa, de la escuela, del barrio o grupo
social en el que se halla inmerso. Esta micropolítica plantea problemas
políticos fundamentales.
Estando como estoy convencido de que existe un continuum
inevitable que necesariamente debemos asumir entre el problema del
capitalismo mundial integrado y el de la sintomatología relacionada con
el inconsciente, no es incongruente de mi parte decir que, hoy en día,
nuestra lucha contra la psiquiatría y el psicoanálisis dominante
involucra a todo tipo de personas: a los psiquiatrizados, a los
trabajadores de la salud mental, a todos los grupos sociales que están
ligados a este problema, e incluso, también, a aquellas personas que,
como los camaradas sandinistas de Nicaragua, luchan con las armas en la
mano en este frente contra el capitalismo mundial integrado.
Las sociedades en el seno de las cuales estamos implicados no ponen ya
en juego sujetos individuales sino lo que yo llamaría agenciamientos, es
decir, conjuntos en los que ciertamente hay individuos, pero donde
existen también componentes sociales sean éstos de la naturaleza que
sean; sistemas de intercambios económicos, de formación profesional,
etc. Lo que el capitalismo pone a trabajar no es nunca un individuo
total, sino una función u otra que entra en relación con sistemas de
máquinas o conjuntos sociales. Estos agenciamientos constituyen el
inconsciente, que no está habitado por imagos familiares ni por
formaciones del yo, como dicen los psicoanalistas anglosajones. El
inconsciente no es un pequeño teatro en el que se representan graciosas
escenas entre papá, mamá e hijo.
Un movimiento que lleva a la ruptura radical en el campo social
histórico trabaja en el inconsciente más individualizado. El sueño, el
fantasma y el símbolo ya no son el camino real del inconsciente. El
camino real del inconsciente no pasa por lo imaginario; pasa por la
práctica real social, individual o colectiva, que puede poner en juego a
multitudes enteras. De ninguna manera es lo que hicieron de él los
estructuralistas al reducirlo a juegos de significantes, a una especie
de matemática que no sirve más que de barrera para que el psicoanálisis
dependa únicamente de castas profesionales y se reduzca a una especie de
sistema de iniciación: usted aprende la lengua secreta de los
psicoanalistas y, si es bien disciplinado y suficientemente rico para
seguir un análisis durante muchísimo tiempo, entonces, quizá, un día
puede hacerse psicoanalista.
Este inconsciente es reductor y esta redacción es un golpe de estado
contra el inconsciente. No es más que una manera de imponer la formación
de poder constituida por los especialistas y que está asentada no en
las cámaras ni en el gobierno, sino en las fábricas, en las escuelas, en
las cárceles y en todos los lugares donde se presentan problemas de
producción y de control social. Lo importante ahora es saber si este
modelo de inconsciente reductor se va a reproducir en la práctica o si
va a encontrarse para cuestionarlo. ¿Se comportarán ustedes como
especialistas o como aliados de todo lo que en el campo social tiende a
cambiar este poder?
Para concluir diré, simplemente, que el modelo de inconsciente que
necesitamos no puede ser reducido ni a imágenes, ni a familias, ni a
lenguaje, ni a una técnica de lectura ni de interpretación a través de
la transferencia. El inconsciente real de hoy está hecho también de
problemas económicos, monetarios, de espacio; problemas del cuerpo,
biológicos; de problemas de represión social. Es un inconsciente
heterogéneo al que sólo puede tomársele colectivamente. Está delante de
nosotros, al alcance de la mano; no detrás, en los arquetipos, en la
estructura, en los complejos, cuya llave la tendrían sólo los
especialistas.
El análisis de este inconsciente es, a la vez, un problema político y un
problema micropolítico, que compromete a todas las estructuras
represivas con las que habrán de enfrentarse, allá donde ustedes
trabajen.
Félix Guattari en Cuernavaca; 1978. Intervenciones en el Cuarto Encuentro Internacional de Alternativas a la Psiquiatría.
Fonte: ARTILLERÍA INMANENTE
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