setembro 27, 2015

La función social de la filosofía. POR Gabrel Baquero (NUESTRO TIEMPO)

PICICA: "En su escrito de 1940, el filósofo y sociólogo alemán Max Horkheimer, antiguo director del Instituto de Investigación Social de la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Fráncfort, hace una ardiente defensa de lo que considera que es la función social de la filosofía: la crítica de lo establecido."


La función social de la filosofía


Desde la izquierda, arriba: Zlavoj Zizek, Angela Davis y Beatriz Preciado. Abajo: Enrique Dussel, Michel Foucault y Martha Nussbaum.
Desde la izquierda, arriba: Zlavoj Zizek, Angela Davis y Beatriz Preciado. Abajo: Enrique Dussel, Michel Foucault y Martha Nussbaum.
A la memoria de mi abuelo, Luis Manuel Baquero.


En su escrito de 1940, el filósofo y sociólogo alemán Max Horkheimer, antiguo director del Instituto de Investigación Social de la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Fráncfort, hace una ardiente defensa de lo que considera que es la función social de la filosofía: la crítica de lo establecido. Plantea un contraste entre ésta y la función social de las ciencias particulares, tales como la física, la química y la biología. Por más que en ellas existan puntos de controversia, se admite una orientación general. Los representantes de cada ciencia están más o menos de acuerdo en cuanto al objeto y al método. Las ciencias particulares abordan problemas que surgen del mismo proceso vital de la sociedad, lo cual no significa que toda investigación científica satisfaga una necesidad urgente. Para Horkheimer, la ciencia no es una excepción en cuanto al mal uso de energías en todos los dominios de la cultura se refiere.


La situación de la filosofía es otra. Si le preguntásemos a un profesor de filosofía qué es la filosofía, tendríamos suerte de encontrar un especialista que no rechazara por principio las definiciones. Pero si aceptásemos tal definición, no tardaríamos en comprobar que ésta no es, de ningún modo, la que se reconoce en general y en todas partes. Una miríada de filósofos y filósofas han dado sus propias definiciones de lo que es la filosofía, y una multitud de corrientes tienen sus propios criterios sobre lo que constituye a la filosofía como tal. En filosofía, la refutación de una escuela por otra implica su rechazo total, el negar como radicalmente falsas sus teorías fundamentales.


Por ende, podemos ver que la situación de la filosofía es diferente a la de las demás actividades intelectuales. La praxis social no ofrece ninguna pauta a la filosofía, ésta no puede conducir a éxitos de ninguna especie. Los filósofos, por su parte—dice Horkheimer—muestran una empecinada indiferencia frente al juicio del mundo exterior. Desde el proceso a Sócrates se comprueba que sostienen una tensa relación con la realidad tal cual ella es, sobre todo con la comunidad en la que viven. Esa tensión a veces aparece como abierta persecución, y otras veces se presenta simplemente en que su lenguaje no es comprendido.


Sin embargo, también los científicos a veces han entrado en conflicto con la sociedad de su tiempo. Pero, argumenta Horkheimer, las causas de la persecución en el caso de los científicos tenían más que ver con sus concepciones filosóficas que con sus teorías científicas. Los enemigos de Galileo, por ejemplo, hubiesen aceptado su teoría heliocéntrica con tal de que la incluyera en el contexto filosófico y teológico adecuado. Pero el carácter específicamente refractario de la filosofía respecto de la realidad se debe a sus principios inmanentes.


La filosofía insiste en que las acciones y fines humanos no deben ser producto de una ciega necesidad. Ni los conceptos científicos, ni las costumbres prevalecientes, ni la forma de la vida social, ni el modo de pensar dominante deben ser adoptados como hábito y practicados sin crítica. La filosofía es el intento metódico y perseverante de introducir la razón en el mundo, por lo cual su posición siempre es precaria y cuestionada. La filosofía es incómoda y obstinada y, además, carece de utilidad inmediata. Todo esto la convierte en fuente de contrariedades. Su auténtica función social es desarrollar el pensamiento crítico y dialéctico. “La enseñanza de la filosofía es una herramienta imprescindible para la emancipación humana y para la concreción de la justicia social”.
 
La meta principal de ese pensamiento crítico, considera Horkheimer, es impedir que los hombres y las mujeres se abandonen a aquellas ideas y formas de conducta que la sociedad en su organización actual les dicta. El objetivo es enseñar a las personas a discernir la relación entre sus acciones individuales y aquello que se logra con ellas, entre sus existencias particulares y la vida general de la sociedad, entre sus proyectos diarios y las grandes ideas reconocidas por ellas. Los grandes filósofos de la historia aplicaron este pensamiento dialéctico a los problemas concretos de la vida; siempre apuntaron a la organización racional de la vida en sociedad. Sin embargo, ni Platón ni Aristóteles consideraban, como Antístenes y los cínicos, que la razón pudiera alcanzar un desarrollo superior estable en hombres que llevan una vida de perros, ni que la sabiduría pudiera andar de la mano con la miseria.


Para estos grandes filósofos, una situación de justicia era imprescindible para el desarrollo de las capacidades intelectuales del ser humano, y esta idea es la que está en la base de todo el humanismo occidental. Desde Platón, la filosofía nunca abandonó el ideal de que es posible instaurar la razón entre los hombres y las naciones. La filosofía moderna comparte con la antigua su optimismo con respecto a las conquistas potenciales de la humanidad. En la Edad Moderna, la utopía ha sido reemplazada por una descripción científica de las relaciones y tendencias concretas que pueden conducir a un mejoramiento de la vida humana.


Tal como lo plantea el mismo Horkheimer al final de su escrito: “Nuestra misión actual es, antes bien, asegurar que en el futuro no vuelva a perderse la capacidad para la teoría y para la acción que nace de ésta, ni siquiera en una futura época de paz, en la que la diaria rutina pudiera favorecer la tendencia a olvidar de nuevo todo el problema. Debemos luchar para que la humanidad no quede desmoralizada para siempre por los terribles acontecimientos del presente, para que la fe en un futuro feliz de la sociedad, en un futuro de paz y digno del hombre, no desaparezca de la tierra”.


Podemos constatar, entonces, la importancia crucial de la filosofía en la lucha por la formación de individuos y de sociedades autónomas, en su sentido originario de capaces de dictarse sus propias leyes. La enseñanza de la filosofía es una herramienta imprescindible para la emancipación humana y para la concreción de la justicia social. Con el Plan Decenal de Educación implementado en el 2008 por el gobierno de Leonel Fernández, la filosofía fue eliminada del currículo escolar dominicano. Es hora de reinsertarla.


Gabriel Baquero

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Estudiante de Humanidades y Filosofía en el Instituto Filosófico Pedro Francisco Bonó.

Fuente: Nuestro Tiempo

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