PICICA: "Ponencia pronunciada en el
marco del Seminario Re-pensando a Michel Foucault: 30 años después el
día 30 de octubre del 2014 en la Universidad Autónoma de Santo Domingo"
Ponencia pronunciada en el
marco del Seminario Re-pensando a Michel Foucault: 30 años después el
día 30 de octubre del 2014 en la Universidad Autónoma de Santo Domingo:
Para Michel Foucault, el poder es una
trama que atraviesa a toda la sociedad. Sin embargo, su objetivo no es
analizar los fenómenos del poder, ni elaborar los fundamentos de tal
análisis. Más bien, lo que persigue el filósofo francés es elaborar una
historia de las diferentes maneras por las cuales, en nuestra cultura,
los seres humanos se convierten en sujetos. Pero aquí entra en juego la
doble significación de la palabra “sujeto”, según se la conjugue con el
verbo “estar” o con el verbo “ser”. En este sentido, se puede estar
sujeto a alguien por el control y la dependencia; o se puede ser sujeto
al permanecer ligado a la propia identidad por conciencia o
autoconocimiento.
Para descifrar este problema, Foucault
señala que el ser humano no está situado únicamente en relaciones de
producción y de significación, sino también en complejas relaciones de
poder. Se necesita entonces, dice el filósofo, una nueva economía de las
relaciones de poder que dé cuenta de la complejidad de las mismas.
Foucault prefiere enfocarse en el funcionamiento de las relaciones de
poder, por lo cual podemos decir que el análisis foucaultiano de las
relaciones de poder constituye un proyecto de genealogía del Orden
Burgués.
Antes que nada, este novedoso análisis
foucaultiano del poder se erige en base a una serie de refutaciones de
algunos postulados típicos del marxismo clásico, tal como los señala
Gilles Deleuze, amigo y compañero pensador del filósofo que aquí nos
ocupa. El primer postulado es el de la propiedad, según el cual el poder
es algo que posee la clase dominante. Foucault va a afirmar que el
poder no es una propiedad, sino una estrategia; no es algo que se posee,
sino algo que se ejerce. El poder es algo que está en juego.
El segundo postulado es el de la
localización, según el cual el poder se entiende como poder del Estado.
Al contrario, dice Foucault, el Estado no es el lugar privilegiado del
poder, sino que su poder es un efecto de conjunto. Debemos atender a la
microfísica del poder, puesto que el espejismo del Estado nos puede
conducir a dos graves errores: 1) Plantear la toma del poder como toma
del Estado; y 2) Plantear un contra-Estado como forma óptima del
ejercicio del poder.
El tercer postulado que refuta Foucault
es el de la subordinación, para el cual el poder estaría subordinado a
un modo de producción que sería su infraestructura. El poder no es una
mera superestructura—va a decir nuestro pensador—ya que toda economía
presupone unos mecanismos de poder inmiscuidos en ella. El cuarto
postulado es el del modo de acción, según el cual el poder actúa por
medio de mecanismos de represión e ideología. Foucault sustituye la
imagen negativa del poder que proyecta al poder como algo que oculta,
reprime e impide; por una imagen positiva en la que el poder produce. Y
produce lo real, a través de una transformación técnica de los
individuos, que en nuestra sociedad recibe el nombre de normalización. “el
poder se aplica a la inmediata vida cotidiana que categoriza al
individuo, lo marca por su propia individualidad, lo adhiere a su propia
identidad y le impone una ley de verdad que él debe reconocer y que los
otros deben reconocer en él”.
Por último, el quinto postulado es
el de la legalidad, según el cual el poder del Estado se expresa por
medio de la Ley. Debemos entender la Ley, afirma Foucault, no como
aquello que escinde limpiamente dos dominios (legalidad/ilegalidad),
sino como un procedimiento por medio del cual se gestionan diferentes
órdenes de ilegalismos. La Ley no es un estado de paz, ni es la carta
otorgada por el nuevo soberano en el día de su triunfo—sino la batalla
perpetua: el ejercicio actual de unas estrategias.
Por ende, el poder se aplica a la
inmediata vida cotidiana que categoriza al individuo, lo marca por su
propia individualidad, lo adhiere a su propia identidad y le impone una
ley de verdad que él debe reconocer y que los otros deben reconocer en
él. El poder del Estado es a la vez una forma de poder individualizante y
totalizante. Por eso va a decir Foucault que, desde Kant, el papel de
la filosofía es impedir que la razón vaya más allá de los límites de lo
que es dado en la experiencia; pero a partir del mismo momento—es decir,
desde el desarrollo del Estado moderno y el manejo político de la
sociedad—el papel de la filosofía es también mantener una vigilancia
sobre los poderes excesivos de la racionalidad política.
Para Foucault, el Estado moderno
occidental ha integrado a sí mismo una vieja técnica de poder originada
en las instituciones cristianas y que él va a designar con el nombre de
poder pastoral. Esta técnica del poder se caracteriza por:
1) Ser una forma de poder cuyo propósito final es asegurar la salvación individual en el otro mundo.2) No es solamente una forma de poder que manda; debe también estar preparado a sacrificarse por la vida y salvación del rebaño. Por lo tanto, es diferente del poder real, que exige un sacrificio de sus sujetos para salvar el trono.
3) Es una forma de poder que no se ocupa solamente de la comunidad entera, sino de cada individuo en particular, durante toda su vida.
4) Como forma de poder no puede ejercerse sin conocer el interior de las mentes de la gente, sin explorar sus almas, sin hacerles revelar sus más recónditos secretos. Esto implica un conocimiento de la conciencia y una habilidad para dirigirla.
El poder pastoral está orientado a la
salvación, como opuesto al poder político. Es oblativo, como opuesto al
principio de soberanía. Es un poder individualizante, al contrario del
poder legal. También es coextensivo y continuo con la vida y está ligado
con una producción de verdad: la verdad del individuo mismo. Foucault
ve en el Estado moderno una nueva forma de poder pastoral, una matriz
moderna de individualización. “el proyecto
intelectual de Foucault es una crítica a la Ilustración, descubriendo el
sojuzgamiento de la imaginación y del cuerpo por debajo de sus
proclamas de libertad y derechos”.
Sin embargo, podemos observar
algunos cambios en el ejercicio de este poder pastoral a medida que se
seculariza con el fin de la era cristiana y el advenimiento del Estado
moderno. Ya no se trata de conducir al pueblo a su salvación en otro
mundo, sino más bien de asegurarla en este mundo. En este sentido, la
palabra “salvación” adquiere diferentes significados: salud, bienestar,
seguridad, protección contra accidentes. Una serie de objetivos
“mundanos” sustituyen a los fines religiosos del pastoreo tradicional.
De igual modo, aumentan los oficiales
del poder pastoral. A veces éste fue ejercido por el aparato del Estado o
por alguna institución pública, tal como la policía. En otras ocasiones
fue ejercido por empresas privadas, sociedades de asistencia social,
benefactores y filántropos. Pero también instituciones antiguas como la
familia fueron movilizadas a asumir funciones pastorales. Tampoco fue
ajena a este proceso la medicina, que incluía iniciativas privadas con
la venta de servicios sobre principios de economía de mercado, aunque
también incluyó instituciones públicas como los hospitales.
El panóptico es un modelo de prisión
diseñado por el filósofo utilitarista de los siglos XVIII y XIX, Jeremy
Bentham. Aunque nunca fue construido como tal, Foucault dirá que éste
sirvió de modelo para la escuela, el hospital, el cuartel, la fábrica y
todas las demás instituciones modernas que Foucault va a
llamar—siguiendo a la prisión—lugares de encierro. El panóptico consiste
en una edificación carcelaria circular con una gran torre en el centro,
desde la cual el observador puede mirar dentro de cada una de las
celdas que se encuentran a su alrededor. Debido a la iluminación, sólo
el guardián desde la torre puede ver a los prisioneros, pero éstos no
pueden ver al guardián.
Como resultado de esta situación, los
presos deciden comportarse como si los estuviesen vigilando en cada
momento, ya que nunca saben cuándo están siendo observados en realidad y
cuándo no. Esta metáfora de la alteración de la relación ver/ser visto
le servirá a Foucault para afirmar que nuestras sociedades son
sociedades disciplinarias, en las que la trama del poder atraviesa todos
los lugares de encierro que obedecen a la misma lógica del panóptico,
configurando de ese modo una tecnología del poder disciplinario que se
ejerce sobre los cuerpos y sus conductas, moldeándolos en cuerpos
dóciles.
Vemos entonces que el proyecto
intelectual de Foucault es una crítica a la Ilustración, descubriendo el
sojuzgamiento de la imaginación y del cuerpo por debajo de sus
proclamas de libertad y derechos. Como él mismo indica en Vigilar y
castigar:
“Históricamente, el proceso por el cual
la burguesía ha llegado a ser en el curso del siglo XVIII la clase
políticamente dominante se ha puesto a cubierto tras la instalación de
un marco jurídico explícito, codificado, formalmente igualitario, y a
través de la organización de un régimen de tipo parlamentario y
representativo. Pero el desarrollo y la generalización de los
dispositivos disciplinarios han constituido la otra vertiente, oscura,
de estos procesos. Bajo la forma jurídica general que garantizaba un
sistema de derechos en principio igualitarios estaban, subyacentes, esos
mecanismos menudos, cotidianos y físicos, todos esos sistemas de
micropoder esencialmente inigualitarios y disimétricos que constituyen
las disciplinas. Y si, de una manera formal, el régimen representativo
permite que directa o indirectamente, con o sin enlaces, la voluntad de
todos forme la instancia fundamental de la soberanía, las disciplinas
dan, en la base, garantía de la sumisión de las fuerzas y de los
cuerpos. Las disciplinas reales y corporales han constituido el subsuelo
de las libertades formales y jurídicas. El contrato bien podía ser
imaginado como fundamento ideal del derecho y del poder político; el
panoptismo constituía el procedimiento técnico, universalmente
difundido, de la coerción. No ha cesado de trabajar en profundidad las
estructuras jurídicas de la sociedad para hacer funcionar los mecanismos
efectivos del poder en oposición a los marcos formales que se había
procurado. Las Luces, que han descubierto las libertades, inventaron
también las disciplinas.”
Foucault, M. (1983). El sujeto y el poder. Bogotá: Carpe Diem Ediciones.
Foucault, M. (1981). Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones. Madrid: Alianza Editorial.
Foucault, M. (1976). Vigilar y castigar. Ciudad México: Siglo XXI.
Fuente: NUESTRO TIEMPO
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