PICICA: "En esta entrevista Michel Foucault
asume posición política acerca del movimiento gay y su relación con el
arte, el deseo y la construcción de nuevos placeres y usos del cuerpo.
Habla de las drogas buenas y malas, del sadomasoquismo y del sexo como
creación. Realizada en 1982 en Montreal, Estados Unidos y publicada en
1984, las respuestas del pensador francés pueden servir de referencia
para repensar los movimientos de liberación sexual surgidos en la
sociedad dominicana del siglo XXI."
La condición gay, entrevista a Michel Foucault
En esta entrevista Michel Foucault
asume posición política acerca del movimiento gay y su relación con el
arte, el deseo y la construcción de nuevos placeres y usos del cuerpo.
Habla de las drogas buenas y malas, del sadomasoquismo y del sexo como
creación. Realizada en 1982 en Montreal, Estados Unidos y publicada en
1984, las respuestas del pensador francés pueden servir de referencia
para repensar los movimientos de liberación sexual surgidos en la
sociedad dominicana del siglo XXI. Reproducida de
http://artilleriainmanente.blogspot.com
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En tus trabajos sugieres que la
liberación sexual consiste menos en la revelación de verdades secretas
acerca de uno mismo o su deseo que en un elemento del proceso de
definición y construcción del deseo. ¿Cuáles son las consecuencias
prácticas que se derivan de esta distinción?
Lo que quise decir es que, a mi juicio,
lo que el movimiento gay necesita ahora es mucho más un arte de vivir
que una ciencia o conocimiento científico (o pseudocientífico) de lo que
es la sexualidad. La sexualidad forma parte de nuestro comportamiento.
Forma parte de nuestra libertad en este mundo. La sexualidad es algo que
nosotros mismos creamos —es nuestra propia creación y no el
descubrimiento de un lado secreto de nuestro deseo. Tenemos que entender
que con nuestros deseos, a través de nuestros deseos, podemos
establecer nuevas formas de relaciones, nuevas formar de amor, nuevas
formas de creación. El sexo no es una fatalidad: es una posibilidad de
vida creativa.
Eso es básicamente lo que concluías
cuando sugerías que deberíamos tratar de devenir gays — no limitarnos a
reafirmarnos como gays.
Sí, así es. No tenemos ninguna necesidad de descubrir que somos homosexuales.
¿O incluso lo que eso quiera decir?
Exactamente. Más bien debemos crear una vida gay. Devenir gays.
¿Y esto es algo que no tiene límites?
Así es, por supuesto. Pienso que cuando
uno examina las distintas maneras en que la gente ha experimentado sus
propias libertades sexuales —la manera en que han creado sus obras de
arte— es preciso concluir que la sexualidad, tal como la conocemos en la
actualidad, se ha vuelto una de las fuentes más creativos de nuestra
sociedad y nuestro ser. Desde mi punto de vista considero que hay que
entender la sexualidad de manera opuesta: el mundo considera la
sexualidad como el secreto de toda vida cultural creativa; pero es más
bien un proceso que se inscribe en la necesidad de crear una nueva vida
cultural bajo el suelo de nuestras elecciones sexuales.
Hablando prácticamente, uno de los
efectos de este intento de revelación ha significado que el movimiento
gay ha permanecido en el nivel de la demanda de derechos civiles o de
derechos humanos alrededor de la sexualidad. Es decir que la liberación
sexual ha permanecido en el nivel de la demanda de tolerancia sexual.
Así es, pero se trata de un aspecto que
debemos respaldar. De entrada, es importante tener abierta la
posibilidad —y el derecho— de elegir tu propia sexualidad. Los derechos
humanos relativos a la sexualidad son importantes y siguen sin ser
respetados en muchos lugares. No podemos considerar que tales problemas
están resueltos ya. En efecto es cierto que ha habido un proceso de
liberación real en los años 70. Este proceso fue bastante bueno, tanto
en términos de la situación como en términos de las opiniones, pero la
situación no está completamente estabilizada. Considero que debemos dar
todavía un paso más lejos. Creo que uno de los factores de esta
estabilización será la creación de nuevas formas de vida, relaciones,
amistades en la sociedad, en el arte y en la cultura, así como a través
de nuestras elecciones sexuales, éticas y políticas. No solamente
tenemos que defendernos a nosotros mismos, o afirmarnos como una
identidad, sino como una fuerza creativa.
Mucho de lo que dices suena a lo que,
por ejemplo, el movimiento de las mujeres ha hecho, intentando
establecer su propio lenguaje y su propia cultura.
Bueno, no estoy seguro de que debamos
crear nuestra propia cultura. Debemos crear cultura. Debemos realizar
creaciones culturales. Pero, al hacerlo, nos encontramos frente al
problema de la identidad. Desconozco lo que debamos hacer para formar
estas creaciones, y desconozco las formas que estas creaciones tomarán.
Por ejemplo, no estoy del todo seguro de que la mejor forma de
creaciones literarias para la gente gay sean las novelas gays.
De hecho, jamás hubiéramos pretendido decir eso. Eso estaría basado en un esencialismo que debemos evitar.
Ciertamente. ¿Qué queremos dar a
entender, por ejemplo, con “pintura gay”? No obstante, estoy seguro de
que desde el punto de partida de nuestras elecciones éticas podemos
crear algo que en cierto modo tendrá una relación con la homosexualidad.
Pero no debe ser una mera traducción de la homosexualidad en el campo
de la música o la pintura o lo que sea, porque no creo que esto pueda
ocurrir.
Qué opinión tienes de la enorme
proliferación, en los últimos diez o quince años, de las prácticas
homosexuales masculinas: la sensualización, si así lo quieres, de
ciertas partes descuidadas del cuerpo, o la articulación de nuevos
placeres? Estoy pensando, evidentemente, en los aspectos más destacados
de lo que llamamos el gueto — cine porno, clubs para S&M,
fist-fucking, etc. ¿Se trata de una simple extensión dentro de otra
esfera de la proliferación general de discursos sexuales desde el siglo
XIX, o ves otros tipos de desarrollos que son peculiares a este contexto
histórico presente?
Bueno, creo que de lo que nos interesa
hablar más es de las innovaciones que llevan consigo esas prácticas. Por
ejemplo, consideremos la subcultura S&M, como nuestra buena amiga
Gayle Rubin insitiría. No creo que este movimiento de prácticas sexuales
guarde alguna relación con la revelación o el destape de tendencias
S&M escondidas en lo profundo de nuestro inconsciente, etc. Yo creo
que el sadomasoquismo es mucho más que eso; es la creación efectiva de
nuevas posibilidades de placer, de las cuales la gente no tenía ninguna
idea previamente. La creencia de que el S&M guarda relación con una
violencia profunda, de que su práctica es un medio para liberar esa
violencia o agresión es estúpida. Sabemos muy bien que todo lo que está
haciendo esa gente no es agresivo; están inventando nuevas posibilidades
de placer haciendo uso de ciertas partes desconocidas de su cuerpo — a
través de la erotización del cuerpo. Considero que se trata de una
suerte de creación, una empresa creativa, que tiene como una de sus
características principales lo que yo llamo la desexualización del
placer. La creencia de que el placer corporal procede siempre del placer
sexual como la raíz de cualquier placer posible — considero que eso es
algo completamente falso. Esas prácticas insisten que podemos producir
placer a partir de objetos raros, de partes desconocidas de nuestro
cuerpo, en circunstancias nada habituales, etc.
De modo que la equiparación entre placer y sexo está superada.
Exactamente. La posibilidad de usar
nuestros cuerpos como una fuente posible de numerosos placeres es algo
que resulta muy importante. Por ejemplo, si observamos la construcción
tradicional del placer, constatamos que los placeres corporales o
placeres de la carne tienen siempre su origen en la bebida, en la comida
y en el sexo. Y eso parece ser el límite de nuestra comprensión de
nuestro cuerpo, de nuestros placeres. Lo que me frustra, por ejemplo, es
que se enfoque siempre el problema de las drogas exclusivamente como un
problema de de libertad y prohibición. Pienso que las drogas deben
convertirse en un elemento más de nuestra cultura.
¿Como fuente de placer?
Sí, como fuente de placer. Tenemos que
estudiar las drogas. Tenemos que experimentar las drogas. Tenemos que
fabricar buenas drogas que puedan producir un placer verdaderamente
intenso, sin poner en peligro la vida del sujeto y sin perjudicar su
salud. Pienso que el puritanismo prejuicioso e ignorante, pudibundo que
nos pone en guardia de manera indiscriminada frente a las drogas —un
puritanismo que implica y obliga a estar a favor o en contra de ellas—
es una actitud errónea, un tratamiento equivocado de la cuestión. Las
drogas se han vuelto en la actualidad un elemento de nuestra cultura, y
de la misma manera que existe buena y mala música, hay buenas y malas
drogas. Y, del mismo modo que no podemos decir que estamos “contra” la
música, no podemos decir que estamos “contra” las drogas, sometiéndonos a
personas pudibundas que no toleran que otros disfruten.
El objetivo entonces es experimentar con el placer y sus posibilidades.
Exacto. El placer debe también formar
parte de nuestra cultura. Está en ella pero debe integrarse mejor en
ella y no de manera vergonzante. Es muy interesante observar, por
ejemplo, que, desde hace siglos, las personas en general —y también los
médicos, los psiquiatras e incluso los movimientos de liberación— han
hablado siempre de deseo, pero nunca de placer. “Debemos liberar nuestro
deseo” afirman. ¡No! Debemos crear placeres nuevos, y entonces acaso
surja el deseo y se engendren otros deseos.
¿Resulta significativo que algunas
identidades se constituyan alrededor de nuevas prácticas sexuales tales
como el S&M? Esas identidades favorecen la exploración de tales
prácticas y contribuyen también a defender el derecho a entregarse a
ellas. ¿Pero acaso no limitan también sus posibilidades de los
individuos?
Veamos. Si la identidad es sólo un
juego, si es sólo un procedimiento para favorecer relaciones, relaciones
sociales y relaciones de placer sexual que crearán nuevos vínculos de
amistad, entonces es útil. Pero, si la identidad se convierte en el
problema fundamental de la existencia sexual, si las personas piensan
que deben “revelar” su “propia identidad” y que su propia identidad ha
de volverse la ley, el principio, el código de su existencia; si la
pregunta que plantean continuamente es: “¿Esto está de acuerdo con mi
identidad?”, entonces pienso que regresarán a una especie de ética muy
próxima a la de la vieja virilidad heterosexual. Si debemos situarnos y
pronunciarnos respecto a la cuestión de la identidad, debe ser una
identidad de cada uno con nosotros mismos. Pero las relaciones que
debemos mantener con nosotros mismos no son relaciones de identidad,
deben ser más bien relaciones de diferenciación, de creación, de
innovación. Ser siempre el mismo es realmente aburrido. No debemos
descartar la identidad si a través de ella las personas encuentran su
placer, pero no debemos considerar esa identidad como una regla ética
universal erigiéndola en norma para todos.
Pero, hasta ahora, la identidad sexual ha sido muy útil políticamente.
Si, ha sido muy útil, pero nos limita, y pienso que tenemos —y podemos tener— un derecho a ser libres.
Queremos que algunas de nuestras
prácticas sexuales sean prácticas de resistencia, en el sentido político
y social. ¿Cómo es posible esto, sin embargo, cuando el control puede
ser ejercido mediante el estimulo de placer? ¿Podemos estar seguros de
que no se producirá una explotación de esos nuevos placeres a la manera
en que la publicidad utiliza el estímulo del placer como instrumento de
control social?
Nunca podemos estar seguros de que no
habrá explotación. De hecho, siempre podemos estar seguros de que
ocurrirá, y de que todo lo que se ha creado o adquirido, cualquier
terreno que haya sigo ganado será, en uno u otro momento, utilizado de
tal modo. Es consustancial a la vida, a la lucha y a la historia humana.
Y no pienso que eso sea una objeción a todos esos movimientos o a todas
esas situaciones. Pero usted tiene toda la razón al señalar que debemos
ser muy cuidadosos, y estar al tanto del hecho de que hemos de seguir
adelante, pasar a otra cosa, plantearse otras necesidades. El gueto
S&M de San Francisco es un buen ejemplo de una comunidad que ha
experimentado con el placer y que ha formado una identidad alrededor de
ese placer. Esta guetoización, esta identificación, este procedimiento
de exclusión, etc., todas estas cosas han producido también sus
contraefectos. No me atrevo a emplear el término dialéctica, pero no
estamos muy lejos de ello.
Escribes que el poder no es sólo una
fuerza negativa sino también una fuerza productiva; que el poder está
siempre ahí; que donde hay poder, hay resistencia; y que la resistencia
no se encuentra nunca en una posición de exterioridad frente al poder.
Si esto es así, ¿cómo podemos llegar a otra conclusión que la que
consiste en decir que estamos siempre atrapados en el interior de esa
relación, una relación a la que no podemos, en cierta manera, escapar?
En realidad, no creo que la palabra
atrapados sea la palabra correcta. Se trata de una lucha, pero lo que
quiero decir, cuando hablo de relaciones de poder, es el hecho de que
estamos en una situación estratégica unos respecto de otros. Por
ejemplo, siendo homosexuales, estamos en una lucha con el gobierno, y el
gobierno está en una lucha con nosotros. Cuando tenemos que vérnoslas
con el gobierno, la lucha, por supuesto, no es simétrica, la situación
de poder no es la misma; pero estamos juntos en esta lucha. Basta que
cualquiera de nosotros se ponga por encima de otro, que las
circunstancias o una determinada situación se lo permitan, y que esa
situación no se corte, se prolongue, para que esta situación pueda
determinar el comportamiento a seguir, o simplemente influenciar ese
comportamiento o no comportamiento del otro. Así que no estamos
atrapados, sino que más bien, a pesar nuestro, siempre estamos inmersos
en ese tipo de situaciones, derivadas de la disimetría, más o menos real
o imaginada, de las relaciones sociales. Lo cual significa que tenemos
siempre posibilidades, que siempre hay posibilidad de cambiar la
situación. No podemos saltar fuera de la situación, y no tiene sentido
ubicarnos en un lugar en que seamos libres de cualquier relación de
poder. Pero uno puede siempre cambiarla. Así pues, lo que he dicho no
significa que estamos siempre de algún modo atrapados, sino, por el
contrario, estamos siempre libres, siempre más libres de lo que podemos
creer. En fin, en pocas palabras, que siempre tenemos de algún modo la
posibilidad de cambiar las cosas.
¿La resistencia proviene pues del interior de esta dinámica?
Sí. Puede observar que si no hubiera
resistencia no habría relaciones de poder; éstas consisten en forzar la
resistencia del otro en el sentido en que le interesa al que detenta el
poder de algún modo en una situación determinada. En caso contrario todo
se limitaría simplemente a una mera cuestión de disposición y
obediencia. Desde el momento en que el individuo no se halla en
situación de hacer lo que quiere, está inmerso en, y se ve obligado a
tener en cuenta, relaciones de poder, y deberá pasar por ellas,
utilizarlas en sus actos. Así pues, la resistencia está primero, y
permanece como superior a todas las fuerzas del proceso; obliga, bajo su
efecto, a las relaciones de poder a cambiar. Así pues, considero que
resistencia es la palabra más importante, la palabra-clave, de esta
dinámica.
Políticamente hablando, el elemento más
importante, quizá, cuando se examina el poder, es el hecho de que, según
ciertas concepciones anteriores, “resistir” consistía simplemente en
decir no. Es únicamente en términos de negación que se ha
conceptualizado la resistencia. Tal como usted la comprende, sin
embargo, resistir no es simplemente una negación, sino un proceso de
creación; crear y recrear, cambiar la situación, participar activamente
en ese proceso.
Sí, así es como yo plantearía las cosas.
Decir no constituye la forma mínima de resistencia. Pero naturalmente,
en ciertos momentos, es muy importante. Hay que decir no y hacer de ese
no una forma de resistencia decisiva.
Eso suscita la cuestión de saber de qué
manera, y en qué medida, un sujeto —o una subjetividad— dominado pueden
crear su propio discurso. En el análisis tradicional del poder, el
elemento omnipresente a partir del cual se funda el análisis es el
discurso dominante, y las reacciones a ese discurso, o en el interior de
ese discurso, no son sino elementos subsidiarios. Sin embargo, si por
resistencia al interior de las relaciones de poder entendemos algo más
que una mera negación, ¿acaso no podría decirse que ciertas prácticas
—el S&M lésbico, por ejemplo— son de hecho la manera en que unos
sujetos dominados formulan sus propios lenguajes?
Bueno, verás, yo pienso que la
resistencia es un elemento de esa relación estratégica en que consiste
el poder. La resistencia siempre se apoya, en realidad, en la situación
contra la cual combate. Por ejemplo, en el movimiento gay la definición
médica de la homosexualidad constituyó un instrumento muy importante
para combatir la opresión de la homosexualidad a finales del siglo XIX y
a comienzos del XX. Esta medicalización, que era un medio de opresión,
siempre ha sido también un medio de resistencia, ya que las personas
podían argumentar: “Si estamos enfermos, entonces ¿por qué nos condenan,
por qué nos desprecian?”, etc. Por supuesto, este discurso nos parece
ahora bastante ingenuo, pero, en esa época, fue muy importante.
A mi entender, también, creo que en el
movimiento lésbico, el hecho de que las mujeres han sido, durante siglos
y siglos, aisladas en la sociedad, frustradas, despreciadas de muchas
maneras, etc., les ha proporcionado una verdadera posibilidad de
constituir una sociedad, de crear un cierto tipo de relación social
entre ellas, por fuera de un mundo dominado por los hombres. El libro de
Lilian Faderman, Surpassing the Love of Men, es muy interesante en este
sentido. Suscita una cuestión: ¿Qué tipo de experiencia emocional, qué
tipo de relaciones, eran posibles en un mundo en que las mujeres en
sociedad no tenían ningún poder social, legal o político? Y ella
argumenta que las mujeres han aprovechado ese aislamiento y ausencia de
poder.
Si la resistencia es el proceso que
consiste en evadir ciertas prácticas discursivas, parecería que el caso
que tiene un reclamo prima facie contestatario podría ser algo como el
S&M lésbico.¿En qué medida esas prácticas e identidades pueden ser
apreciadas como desafiantes al discurso dominante?
Lo que me parece interesante, en lo que
concierne al S&M lésbico, es que permite desembarazarse de ciertos
estereotipos de la feminidad que han sido usados dentro del movimiento
lésbico — una estrategia que el movimiento lésbico ha erigido desde el
pasado. Esta estrategia ha estado basada en su opresión, y el movimiento
la utilizaba para luchar contra esa opresión. Pero ahora, es posible
que esas herramientas, esas armas estén obsoletas. Podemos ver que el
S&M lésbico trata de desembarazarse de todos los viejos estereotipos
de la feminidad, de las actitudes antivarón, etc.
¿Qué te parece que es posible aprender
sobre el poder, y, a propósito, sobre el placer desde la práctica del
S&M — esto es, la erotización explícita del poder?
Puede decirse que el S&M es la
erotización del poder, la erotización de las relaciones estratégicas. Lo
que me sorprende con respecto del S&M es cómo ese poder difiere del
poder social. Lo que caracteriza al poder es el hecho de que constituye
una relación estratégica que ha sido estabilizada a través de
instituciones. De modo que la movilidad al interior de las relaciones de
poder está limitada, y existen reductos que son ciertamente muy, muy
difíciles de surprimir porque han sido institucionalizados, y son
protegidas por todo el aparato del Estado, y así su influencia es
sensible como poder legislativo en los códigos normativos, como poder
judicial y ejecutivo en los tribunales de justicia. Todo esto significa
que las relaciones estratégicas entre los individuos en estos ámbitos
institucionalizados se caracterizan por la rigidez que no contempla las
singularidades del caso.
Al respecto, el juego S&M es muy
interesante porque, aunque tratándose de una relación estratégica, es
siempre fluido. Por supuesto hay roles, pero nadie ignora que esos
papeles pueden ser invertidos. En ocasiones la escena comienza con el
amo y el esclavo y, al final, el que era esclavo pasa a ser el amo. O
incluso cuando los roles son permanentes, sabes perfectamente que se
trata siempre de un juego: ya se transgredan las reglas, o exista un
acuerdo, explícito o tácito, que las establece dentro de ciertos
límites. Este juego estratégico como una fuente de placer corporal es
muy interesante. Pero no diría que constituye una reproducción, en el
interior de la relación erótica, de las estructuras de poder. Es un paso
al acto [acting-out] de las estructuras de poder a través de un juego
estratégico capaz de proporcionar un placer sexual o corporal.
¿De qué manera difiere esta relación estratégica en el sexo de aquella en las relaciones de poder?
La práctica del S&M consiste en la
creación de placer, y hay una identidad que va con esa creación. Es por
esto que el S&M es realmente una subcultura. Es un proceso de
invención. El S&M es el uso de una relación estratégica como una
fuente de placer (de placer físico). No es la primera vez que algunas
personas han usado las relaciones estratégicas como una fuente de
placer. Por ejemplo, en la Edad Media existió la tradición del “amor
cortés”, con el trovador, la manera en que se instauraban las relaciones
amorosas entre la dama y el amante, etc. Eso fue también un juego
estratégico. Incluso encuentras esto los chicos y las chicas cuando
salen a bailar el sábado por la noche. Ponen en escena relaciones
estratégicas. Lo que es interesante es que, en la vida heterosexual,
esas relaciones estratégicas preceden al sexo. Existen con el único fin
de obtener sexo. En el S&M, por el contrario, las relaciones
estratégicas forman parte del sexo, como una convención de placer en el
interior de una situación particular.
En un caso, las relaciones estratégicas
son relaciones puramente sociales, y es tu ser social lo que está
implicado; mientras que, en el otro caso, es tu cuerpo lo que está
implicado. Y es esta transferencia de relaciones estratégicas del/a
corte(jo) [the court(ship)] al sexo lo que es particularmente
interesante.
Mencionabas hace uno o dos años en una
entrevista de Gai Pied que lo que más molesta de las relaciones gays no
es tanto el acto sexual mismo como el potencial de que de que se
desarrollen relaciones afectivas por fuera de los marcos normativos.
Estos vínculos y amistades son imprevistos. ¿Piensas que lo que asusta a
las personas sea el potencial desconocido de las relaciones gays, o
sugerirías que esas relaciones son vistas como poseedoras de una amenaza
directa contra las instituciones sociales?
Algo que me interesa actualmente es el
problema de la amistad. En el transcurso de los siglos que siguieron a
la Antigüedad, la amistad constituyó una relación social muy importante:
una relación social dentro de la cual la gente disponía de cierta
libertad, de cierto tipo de elección (limitado, por supuesto), así como
de relaciones afectivas muy intensas. La amistad tenía también
implicaciones económicas y sociales — estaban obligados a ayudar a sus
amigos, etc. Pienso que, en los siglos XVI y XVII, vemos desaparecer
esos tipos de amistades, al menos en la sociedad masculina. Y la amistad
empieza a convertirse en algo distinto. Es posible encontrar, a partir
del siglo XVI, textos que critican explícitamente la amistad como algo
peligroso.
El ejército, la burocracia, la
administración, las universidades, las escuelas, etc. —en el sentido
moderno de estos términos— no pueden funcionar con amistades tan
intensas. Pienso que se puede advertir, en todas estas instituciones, un
esfuerzo considerable para disminuir o minimizar las relaciones
afectivas. Pienso que esto es particularmente importante en las
escuelas. Cuando inauguraron la escuela elemental, que acogía a
centenares de chicos jóvenes, uno de los problemas que se planteaban era
el de saber cómo podía impedírseles, no sólo que tuvieran relaciones
sexuales, por supuesto, sino también que trabaran amistades. Por
ejemplo, uno puede estudiar la estrategia de las instituciones jesuitas
sobre este tema de la amistad, desde que los jesuitas comprendieron muy
bien que les resultaba imposible suprimirla. Entonces trataron de
utilizar el rol del sexo, del amor, de la amistad, y al mismo tiempo
limitarlo. Pienso que ahora, después de haber estudiado la historia de
la sexualidad, deberíamos intentar comprender la historia de la amistad,
o de las amistades. Es una historia sumamente interesante.
Y una de mis hipótesis, y estoy seguro
de que se confirmaría si emprendiéramos esta tarea, es que la
homosexualidad se volvió un problema —es decir, el sexo entre hombres se
volvió un problema— a partir del siglo XVIII. Vemos su surgimiento como
un problema con la policía, dentro del sistema jurídico, etc. Pienso
que la razón de que apareciera como un problema, como un asunto social,
en esa época, es porque la amistad había desaparecido. Mientras la
amistad fue algo importante, fue socialmente aceptada, nadie se percató
de que los hombres tenían relaciones sexuales entre sí. No podía decirse
que los hombres notenían sexo juntos — simplemente no tenía
importancia. Dado que no tenía ninguna implicación social, era
culturalmente aceptado. Que cogieran o que se abrazaran o besaran no
tenía ninguna importancia, absolutamente ninguna, resultaba irrelevante,
completamente irrelevante. Una vez que la amistad desapareció como una
relación culturalmente aceptada, se plantea la cuestión: “¿Pero que
hacen hombres juntos?” Y en ese momento aparece el problema. Y si los
hombres cogen o tienen sexo juntos, eso aparece ahora como un problema.
Así, estoy seguro de que estoy en lo correcto, en cuanto a que la
desaparición de la amistad como una relación social y la declaración de
la homosexualidad como un problema social/político/médico forman parte
del mismo proceso.
Si hoy en día lo importante radica en
explorar de nuevo las posibilidades de las amistades, habría que
observar que, en una gran medida, todas las instituciones sociales están
designadas para favorecer las amistades y las estructuras
heterosexuales, en detrimento de las homosexuales. ¿Acaso la verdadera
tarea no es la de instaurar nuevas relaciones sociales, nuevos modelos
de valores, nuevas estructuras familiares, etc.? Una de las cosas que la
gente gay no tienen es un fácil acceso a todas las estructuras e
instituciones que van a la par con la monogamia y la familia nuclear.
¿Qué tipos de instituciones necesitamos para empezar a establecer, a fin
no sólo de defendernos, sino también de crear nuevas formas sociales
que constituirán una verdadera alternativa posible?
Instituciones. No tengo una idea precisa
de ello. Pienso, por supuesto, que sería completamente contradictorio
aplicar con este fin y en este tipo de amistad el modelo de la vida
familiar, o de las instituciones propias de la familia. Pero es cierto
que, desde que algunas de las relaciones que existen en la sociedad son
formas protegidas de vida familiar, se comprueba que las variaciones que
no están protegidas son, al mismo tiempo, a menudo más ricas, más
interesantes y más creativas que las otras. Pero, naturalmente, también
son mucho más frágiles y vulnerables. La cuestión de saber qué tipos de
instituciones necesitamos crear es un asunto importante y crucial, pero
es una cuestión a la que yo no puedo dar una respuesta. Creo que
nosotros tenemos que intentar elaborar una solución.
¿Hasta qué punto queremos, o
necesitamos, que el proyecto de liberación gay sea hoy un proyecto que,
lejos de contentarse con proponer un recorrido, insista en abrir nuevas
avenidas? En otras palabras, ¿tu aproximación a la política sexual
rechaza la necesidad de un programa e insiste en la experimentación de
nuevos tipos de relaciones?
Pienso que una de las grandes
experiencias que hemos tenido desde la última guerra mundial es que
todas esos programas sociales y políticos han resultado un gran fracaso.
Nos hemos dado cuenta de que las cosas no ocurrirían nunca tal como lo
esperábamos de un programa político, y que los programas políticos han
conducido siempre, o casi siempre, a abusos o a la dominación por parte
de un bloque, bien sea de técnicos, burócratas u otros. Pero una de las
novedades de los años 60 y 70 que considero como algo bueno, es que
ciertos modelos institucionales han sido experimentados sin un programa.
Sin un programa no quiere decir ciegamente — de manera ciega al
pensamiento. En Francia, por ejemplo, ha habido mucho criticismo
recientemente sobre el hecho de que los diferentes movimientos políticos
sobre el sexo, las prisiones, la ecología, etc., no tuvieran programas.
Pero, en mi opinión, no tener programa puede ser muy útil, muy original
y creativo, si eso no quiere decir sin reflexión verdadera sobre lo que
sucede, o sin preocuparse demasiado de lo que es posible.
Desde el siglo XIX, las grandes
instituciones políticas y los grandes partidos políticos han confiscado
el proceso de creación política; es decir que han tratado dar a la
creación política la forma de un programa político a fin de apropiarse
del poder. Pienso que lo que ocurrió en los 60 y a principios de los 70
es algo para ser preservado. Sin embargo, considero que una de las cosas
que hay que preservar es el hecho de que ha existido, por fuera de los
grandes partidos políticos, por fuera del programa normal u ordinario,
innovación política, creación política y experimentación política. Es un
hecho que la vida cotidiana de las personas ha cambiado desde comienzos
de los años 60 hasta ahora, y ciertamente dentro mi propia. Y
seguramente esto no ha sido así debido a los partidos políticos, sino
que se trata de un resultado de numerosos movimientos. Esos movimientos
sociales han transformado efectivamente nuestras vidas, nuestra
mentalidad, nuestras actitudes, así como las actitudes y la mentalidad
de otras personas — personas que no formaban parte de esos movimientos. Y
esto es algo muy importante y positivo. Lo repito, no son las viejas y
normales organizaciones políticas tradicionales las que han permitido
este análisis.
________________________________________
Traducción de Sex, Power and the Politics of Identity. Entrevista dirigida por B. Gallagher y A. Wilson en Toronto, junio de 1982. Publicada en The Advocate 400 (7 de agosto de 1984).
Traducción de Sex, Power and the Politics of Identity. Entrevista dirigida por B. Gallagher y A. Wilson en Toronto, junio de 1982. Publicada en The Advocate 400 (7 de agosto de 1984).
Fonte: Nuestro Tiempo
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