PICICA: "Es un engaño que el trabajo asalariado sea la clave para liberar a las mujeres"
Entrevista a Silvia Federici:
"Es un engaño que el trabajo asalariado sea la clave para liberar a las mujeres"
por Ana Requena Aguilar
Silvia
Federici (Italia, 1942) es una pensadora y activista feminista, un
referente intelectual por su análisis del capitalismo, el trabajo
asalariado y reproductivo, siempre desde una perspectiva de género.
Profesora en la Universidad de Hofstra de Nueva York, Federici fue una
de las impulsoras de las campañas que en los años setenta comenzaron a
reivindicar un salario para el empleo doméstico. "El trabajo doméstico
no es un trabajo por amor, hay que desnaturalizarlo", defiende. La
escritora está de gira por España: allá donde ha estado las librerías y
salas se han llenado para escucharla. Su último libro publicado en
español es "Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y
luchas feministas", publicado por Traficantes de Sueños.
¿Es esta crisis económica una crisis también de igualdad?
Sí,
es una crisis de igualdad y que amenaza especialmente a las mujeres.
Hay muchas consecuencias de las crisis que impactan en las mujeres de
forma particularmente intensa. Por un lado, los recortes de servicios
públicos, de la sanidad, de la educación, de los cuidados, las
guarderías... eso trae a las casas un montón de trabajo doméstico que
todavía siguen haciendo mayoritariamente las mujeres. La mayoría de las
mujeres trabajan fuera de casa pero siguen encargándose de este trabajo y
tienen que absorber esta parte de tareas que antes eran públicas. Por
otro lado, la crisis del empleo y del salario crea nuevas tensiones
entre las mujeres y los hombres. Que las mujeres tengan más autonomía ha
creado tensiones y un aumento de la violencia masculina. El hecho de
que los hombres no tengan el poder económico y al mismo tiempo las
mujeres reivindican una mayor autonomía ha creado formas de violencia
masculina contra las mujeres que se pueden ver en todo el mundo.
¿En qué momento diría que estamos entonces?
Estamos
en un periodo en el cual se está desarrollando un nuevo tipo de
patriarcado en el cual las mujeres no son solo amas de casa, pero en el
que los valores y las estructuras sociales tradicionales aún no han sido
cambiadas. Por ejemplo, hoy muchas mujeres trabajan fuera de la casa,
muchas veces en condiciones precarias, lo que supone una pequeña fuente
de mayor autonomía. Sin embargo, los lugares de trabajo asalariado no
han sido cambiados, por tanto, ese trabajo asalariado significa
adaptarse a un régimen que está construido pensado en el trabajo
tradicional masculino: las horas de trabajo no son flexibles, los
centros de trabajo no han incluido lugares para el cuidado, como
guarderías, y no se ha pensado formas para que hombres y mujeres
concilien producción y reproducción. Es un nuevo patriarcado en el que
las mujeres deben ser dos cosas: productoras y reproductoras al mismo
tiempo, una espiral que acaba consumiendo toda la vida de las mujeres.
De
hecho, usted dice que se ha identificado la emancipación de las mujeres
con el acceso al trabajo asalariado y que eso le parece un error, ¿lo
es?
Es
un engaño del que hoy podemos darnos cuenta. La ilusión de que el
trabajo asalariado podía liberar a las mujeres no se ha producido. El
feminismo de los años 70 no podía imaginar que las mujeres estaban
entrando al trabajo asalariado en el momento justo en el que éste se
estaba convirtiendo en un terreno de crisis. Pero es que, en general, el
trabajo asalariado no ha liberado nunca a nadie. La idea de la
liberación es alcanzar la igualdad de oportundiades con los hombres,
pero ha estado basada en un malentendido fundamental sobre el papel del
trabajo asalariado en el capitalismo. Ahora vemos que esas esperanzas de
transformación completa eran en vano. Al mismo tiempo sí vemos que
muchas mujeres han conseguido más autonomía a través del trabajo
asalarido, pero más autonomía respecto de los hombres no respecto del
capital. Es algo que ha permitido vivir por su cuenta a muchas mujeres o
bien que tuvieran un trabajo, mientras su pareja no lo tenía. De alguna
forma esto ha cambiado las dinámicas en los hogares, pero en general no
ha cambiado las relaciones entre hombres y mujeres. Y, muy importante,
eso no ha cambiado las relaciones entre mujeres y capitalismo: porque
ahora las mujeres tienen dos trabajos y aún menos tiempo para, por
ejemplo, luchar, participar en movimientos sociales o políticos.
Es
también muy crítica con organismos internacionales como el FMI, el
Banco Mundial o la ONU. Algunos de ellos publican informes animando a la
participación femenina en el mercado laboral, mientras alientan medidas
de recorte que perjudican la igualdad y la vida de las mujeres...
Sí
y esto es fundamental. Es un error no ver el tipo de planificación
capitalista que se está desarrollando dentro del proyecto de
globalización. Hubo una intervención masiva en la agenda y en las
políticas feministas con el objetivo de usar el feminismo para promover
el neoliberalismo y para contrarrestar el potencial subversivo que tenía
el movimietno de mujeres en términos, por ejemplo, de lucha contra la
división sexual del trabajo y contra todos los mecanismos de
explotación. Por un lado, el trabajo de la ONU fue redefinir la agenda
feminista y creo que fueron bastante efectivos. A través de varias
conferencias mundiales, por ejemplo, se presentaban así misma como la
representación de las mujeres del mundo y de lo que es o no el
feminismo. Por otro lado, su otro objetivo era 'educar' a los gobiernos
del mundo en que algo tenía que cambiar en la legislación laboral para
permitir la entrada de las mujeres en el trabajo asalariado.
¿Cómo
salir entonces de esa trampa, cómo conseguir reivindicar la igualdad
sin caer en esas trampas? Porque, por ejemplo, usted rechaza que las
mujeres se incorporen en igualdad a los Ejércitos.
No
a las mujeres en el Ejército, de ninguna manera. Hay que tener en
cuenta que los hombres también son explotados. Entonces, si decimos
simplemente que queremos la igualdad con los hombres estamos diciendo
que queremos tener la misma explotación que los hombres tienen. La
igualdad es un término que congela el feminismo: por supuesto que en un
sentido general no podemos estar en contra de la igualdad, pero en otro
sentido decir solo que luchamos por la igualdad es decir que queremos la
explotación capitalista que sufren los hombres. Creo que lo podemos
hacer mejor que eso, hay que aspirar a transformar el modelo entero,
porque los hombres tampoco tienen una situación ideal, los hombres
también deben ser liberados, porque son sujetos de un proceso de
explotación. Por eso no a las mujeres en el ejército, porque no a la
guerra, no a la participación en ninguna organización que nos comprometa
a matar a otras mujeres, a otros hombres en otros países con el
objetivo de controlar los recursos del mundo. La lucha feminista debería
deicr en ese sentido que los hombres deberían ser iguales a las
mujeres, que no haya hombres en los ejércitos, es decir, no a los
ejércitos y no a las guerras.
¿Y cómo salir de la trampa en el caso del trabajo asalariado?
Esto
es diferente porque en muchos casos el trabajo asalariado es la única
forma en la que podamos ser autónomas y no estamos en la posición de
decir no al empleo. La cuestión es considerar el trabajo asalariado como
una estrategia más para la liberación, no como la gran estrategia para
liberarnos. Por ejemplo, en EEUU la cuestión del trabajo reproductivo no
se tiene en cuenta para nada e incluso cuando las mujeres luchan por
liberarse de las tareas de cuidado eso solo se tiene en cuenta como una
forma de que ellas puedan dedicar más tiempo al trabajo fuera de casa.
El capitalismo devalúa la reproducción, y eso significa que devalúa
nuestras vidas para continuar devaluando la producción de trabajadores.
Es un asunto fundamental que no se está teniendo en cuenta. Así que no
se trata de decir no al trabajo asalariado sino de decir que el trabajo
asalariado no es la fórmula mágica para liberar a las mujeres. Las
mujeres no están afuera de la clase trabajadora, la lucha feminista debe
estar totalmente imbricada en la lucha trabajadora.
Entonces, ¿qué más estrategias se pueden seguir para conseguir esa liberación?
El
trabajo que la mayoría de mujeres hacen en el mundo, que es el trabajo
reproductivo y doméstico, es ignorado. Y ese trabajo es la base del
capitalismo porque es la forma en la que se reproducen los trabajadores.
El trabajo de cuidados no es un trabajo por amor, es un trabajo para
producir a los trabajadores para el capital y es un tema central. Si no
hay reproducción, no hay producción. Si ese trabajo que hacen las
mujeres en las casas es el principio de todo lo demás: si las mujeres
paran, todo para; si el trabajo doméstico para, todo lo demás para. Por
eso el capitalismo tiene que devaluar este trabajo constantemente para
sobrevivir: ¿por qué ese trabajo no está pagado si mantiene nuestras
vidas en marcha? La corriente de la que yo provengo vimos que si el
capitalismo tuviera que pagar por este trabajo no podría seguir
acumulando bienes. Y al menos que lidiemos con este asunto no
produciremos ningún cambio en ningún otra plano.
¿Defiende el salario para el trabajo doméstico?
Sí.
Muchas feministas nos acusan de institucionalizar a las mujeres en casa
porque entienden que esta demanda es una forma de congelar a las
mujeres en los hogares, pero es exactamente lo contrario, es la forma en
que podemos liberarnos. Porque si este trabajo es considerado como tal
los hombres también podrán hacerlo. El salario sería para el trabajo, no
para las mujeres.
Sí,
pero aún hoy son las mujeres las que hacen mayoritariamente ese
trabajo, esa sigue siendo la tendencia a pesar de que ha habido otros
cambios, ¿qué haría cambiar esa inercia?
La
tendencia es esa porque la ausencia de salario ha naturalizado la
explotación. ¿Te imaginas que los hombres hubieran hecho un trabajo
industrial gratis durante dos años porque es lo propio de los hombres?
Estaría totalmente naturalizado, igual que lo está el trabajo doméstico,
que está ligado a la feminidad y a lo que se considera propio de las
mujeres. En una sociedad conformada para las relaciones monetarias, la
falta de salario ha transformado una forma de explotación en una
actividad natural, por eso decimos que es importante desnaturalizarla.
¿Y la forma de desnaturalizarla es precisamente mediante un salario?
Sí,
es un primer paso para hacerlo. Pero nunca vemos el salario como un
fin, sino como un medio, un instrumento para empezar la reivindicación.
Ya solo pedir un salario tiene el poder de revelar toda un área de
explotación, de sacar a la luz que esto es un trabajo propiamente dicho,
y que es esencial para el capitalismo, que ha acumulado riqueza gracias
a ello.
¿No se corre el riesgo de perpetuar así la división sexual del trabajo?
No,
es una forma de romperla. Se puede demostrar que la división sexual del
trabajo está construida sobre la diferencia salario-no salario.
Sin
embargo, en muchos países como España el trabajo doméstico ya está
reconocido como tal (no con todos los derechos) y aún así ese trabajo
sigue siendo femenino mayoritariamente, es decir, que esté remunerado no
ha hecho que los hombres se incorporen a esos empleos. ¿Por qué pensar
entonces que pagar por las tareas del hogar hará que los hombres se
incorporen a ese área?
En
una situación en la que el trabajo doméstico no es reconocido como
trabajo y millones de mujeres lo hacen gratis en todo el mundo, las
mujeres que lo hacen por dinero están en una situación de debilidad, de
no poder negociar mejores condiciones. Yo espero que se construya un
nuevo movimiento feminista que una a las mujeres que hacen trabajo
doméstico pagado y a las que lo hacen no pagado. Empezar una lucha sobre
qué significa este trabajo, reivindicar nuevos recursos al servicio de
este trabajo y proponer nuevas formas de organización. Este trabajo se
hace separadas las unas de las otras y hace falta unión, nuevas formas
de cooperación que nos permitan unir nuestras fuerzas para contestar
esta devaluación del trabajo doméstico. La conexión entre mujeres y
trabajo doméstico es muy fuerte y no será fácil, pero creo que sí se
podrían conseguir cosas. La reinvidicación del salario para el trabajo
doméstico ha sido muy liberadora porque muchas mujeres podían comprender
así que lo que hacían era trabajo y era explotación, y no algo natural.
(Fuente: www.eldiario.es)
Fonte: Lobo Suelto
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